Mañana cumple 80 años. Para celebrarlo, pensó en montar una obra elegante para mostrar los restos del dinosaurio, bromea. Pero cuando Osvaldo Cattone descubrió la obra Duelo de ángeles, decidió cambiar de planes, apostar por una de esas obras que incomoda a los intolerantes y anima la reflexión del espectador. No es una obra que cuestiona la fe, sino el mal uso que se le da, señala el director, quien este jueves, terminada la función, repartirá las copas entre sus amigos y su público, acogidos bajo el techo del Marsano. Celebraré que tengo la memoria intacta, que tengo buena salud, que tenemos al actor rindiendo, dice, satisfecho.

¿Existe la crisis de los 80? Para mí, la vida empezó a los 40, la edad en que llegué al Perú. Fue mi mejor elección. Venía de un país donde no me faltaba trabajo, pero como actor de reparto. A raíz del éxito de la telenovela Nino, en el Perú llegué como protagonista y desde entonces no me he bajado del caballo. Si me pongo a pensar seriamente, cumplir 80 me da una cierta tristeza. Pienso que la vida se acaba. Mi cuerpo está gastado y la maquinaria ya no tiene reparación. Espero que me pase lo que a Ítalo, mi único hermano, que se acostó a dormir la siesta y no despertó. ¡Una persona de 80 años empieza a vivir del crédito! Ahora, mientras la orquesta toque, yo bailo

¿En Duelo de ángeles interpretas a un sacerdote que ha olvidado el sentido de su vocación, cuya calma es sacudida por un joven cura encarnado por Diego BertieEl personaje de Diego trae la necesidad de un cambio: él es un sacerdote joven, que pretende que la iglesia revise sus leyes. Sostiene que las mujeres podrían ser sacerdotes, que un cura podría casarse. Son miradas de avanzada.

¿Qué significa para ti interpretar el papel de un sacerdote? Mi personaje no es el más simpático. Vive en la comodidad regalada de una iglesia, vive en la frivolidad, acostumbrado a los regalos, dando a cada feligrés una absolución cínica. Siento un placer enorme de representar a una persona que existe. Soy católico, mi madre murió con un rosario en la mano. Cuando iba a tomar la Comunión, a los 8 años, había un sacerdote español que, mientras me confesaba, me hacía preguntas lujuriosas. Intentó toquetearme. Se lo conté a mamá y lo que hizo ella fue cambiarme de iglesia.

¿Hace mucho tiempo que no actuabas con Diego Bertie. Con él habías tenido una amistad que se truncó. ¿Qué pasó?Cuando era un niño de 18 años, Diego vino al cásting de la primera versión de Annie, en el año 86. Era lindo, tenía sensibilidad, una linda voz y presencia. Después lo convoqué para ser el protagonista de Un Don Juan en el infierno. Pero era la época de división entre el teatro ‘comercial’ y el teatro ‘cultural’. Los grupos formaban parte de una élite intelectual de la que yo no participaba. Él era joven y, considerando que mi teatro era comercial, empezó una etapa con directores culturales. Lo que me ofendió fue que en un reportaje dijera que ahora sí hacía teatro. Ahora nos reímos de eso. Cuando maduró, Diego comprendió que se había equivocado. Que el teatro no es comercial o intelectual, sino bueno o malo. Y volvió al Marsano.

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