Czar Gutiérrez

En 1990 el Ministerio de Educación le otorgó el Premio Nacional Amauta de la Artesanía Peruana, el 2013 el Congreso lo condecoró con la Medalla y el Diploma de Honor Joaquín López Antay y el 2018 la Escuela de Bellas Artes le entregó la Medalla de Honor Daniel Hernández. En realidad, desde 1977 Primitivo Evanán viene recibiendo distinciones y siempre dice que no se trata de él. Que es un reconocimiento a su cultura, a su pueblo. A todos los que estuvieron con él desde el principio. Es decir, desde que tenía 14 años y decidió escapar de ese pueblito enclavado en las estribaciones de la provincia Víctor Fajardo para enfrentar a un monstruo de concreto llamado Lima.

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El monstruo lo recibió arrebatándole las pocas monedas que había logrado juntar. Trabajaba de día y estudiaba de noche. Enfermaba constantemente y con frecuencia la nostalgia lo invadía. Entonces recordaba las palabras de sus abuelos y extrañaba las calles de Sarhua, poblado ayacuchano ubicado a 3.389 m.s.n.m. que mejor conserva una forma ancestral de narrar parecida a los quipus incaicos y las qellcas precolombinas. Son las tablas apaycuy, viñetas sobre madera que cuentan la vida cotidiana de los sarhuinos. Sus penas y sus glorias. Así, en 1972 Primitivo Evanán (1944) pintó su primera tabla bajo el cielo encapotado de Lima.

Han pasado 49 años y lo sigue haciendo. Como cuando tenía 8 años y descubrió el valor simbólico de esas delicadas piezas de madera que se obsequian a los dueños de una casa recién construida. Desde entonces ya sabía dosificar ese polvo de colores blanco, anaranjado y rojo llamado muki. A calcular exactamente la cantidad de agua para la mezcla. A dibujar perfiles humanos con una pluma. Y a obsequiarlo ceremoniosamente en medio de una fiesta pródiga en chicha de jora y cañazo al son de los harawis, las cornetas y los waqrapuku (cuerno de toro).

Primitivo Evanán junto a su hija, Valeriana Berta Evanán, en su taller de Chorillos. Foto: Anthony Niño de Guzmán para El Comercio.
Primitivo Evanán junto a su hija, Valeriana Berta Evanán, en su taller de Chorillos. Foto: Anthony Niño de Guzmán para El Comercio.
/ PIKO TAMASHIRO

Galería universal

En 1973 expuso su primera tabla de Sarhua en el local Chumpi de Surquillo, el texto del catálogo fue escrito por Pablo Macera. Convirtió su casa de Chorrillos en el Taller Quri Taqi (‘almacén de oro’) y fue autorizado como instructor con calificación profesional extraordinaria. En Sarhua fundó una empresa comunal de arte, que sería incendiada por los terroristas, y en Lima creó la Asociación de Artistas Populares. Fue dirigente de los artesanos de diferentes galerías limeñas, gestionó la declaratoria de patrimonio cultural inmaterial de la nación y fue el enlace con la Unesco para que lo sea de la humanidad.

Ha viajado con sus tablas a ferias de arte en Berlín, a encuentros de cultura andina en Chile y ha expuesto en el Museo Nacional de Copenhague durante el simposio sobre Guamán Poma de Ayala. Ha representado al Perú en congresos de americanistas en Estocolmo y Uppsala, en los encuentros indigenistas de Iquique, en los festivales de folklore de Cosquín, en la feria internacional de arte de Jerusalén y en la Feria Arco Madrid. Su serie “Discriminación” se exhibe de manera permanente en el Museo Reina Sofía y su colección “¿Piraq Kawsa?” (“¿Quién será el culpable?”) está en el Museo de arte Carrillo Gil de México DF.

Con semejante trayectoria, solo era cuestión de tiempo que una nueva condecoración llegue a sus manos: el gobierno acaba de declararlo Personalidad Meritoria de la Cultura. ¿Y cómo recibe usted este nuevo reconocimiento, don Primitivo? “No es a mí. Es a mi cultura, a mi pueblo”, repite. Esta vez con la voz quebrada y por momentos inaudible. Felizmente ahora, cuando los viejos achaques parecen recrudecer, no se separa de su hija Berta: juntos van sellando cada milímetro de tabla que cortan y pintan. Juntos perpetúan un arte que tiene siglos de existencia y en sus manos vuelve a nacer.

Las tablas de Sarhua de Primitivo Evanán Poma y su hija Valeriana Evanán. Foto Anthony Niño de Guzmán.
Las tablas de Sarhua de Primitivo Evanán Poma y su hija Valeriana Evanán. Foto Anthony Niño de Guzmán.
/ ANTHONY NINO

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