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Roberto Huarcaya y Pablo Ortiz Monasterio: Orfebrería de la luz [FOTOS]
Czar Gutiérrez

Bajo la bóveda celeste esmaltada de estrellas, ocho sombras avanzan en la medianoche sin luna de la cordillera. Cinco mil m.s.n.m. Toda la soledad del cosmos fracturada, a veces, por el ladrido de un perro. El papel fotosensible de 1,70 de ancho por 18 metros de largo se extiende sobre una cerca de piedras informes. El hombre de la linterna roja calcula ritmos, visualiza densidades, mide espacios. La luz que estalla en el iris rompe la noche. Enceguece.

El hombre de la linterna roja es Roberto Huarcaya (Lima, 1959). Ha tomado una foto sin cámara: con un flash. La superficie fotosensible del papel, expuesta a la luz directa, delinea los objetos anteriores a ella. Los opacos se definen nítidamente, los semitransparentes devienen grisáceos. Y un reguero de transparencias en el camino. Todo depende de la opacidad, de la dirección, del fulgor de la fuente. De la pericia del que maneja el relámpago.

—Ríos de luz—
“Me revelé contra mi cámara fotográfica y la tiré”, dijo Man Ray en 1922 a la hora de explicar sus “Les champs délicieux”, célebre mixtura que sombrea llaves, lápices, brochas y cuerdas expuestas a la luz como si fuesen los negativos. Primeros “rayogramas” del genio dadaísta que, dicho sea de paso, no eran sino una variable de lo que un precursor William Fox Talbot llamaría “dibujos fotográficos” al experimento que presentara en 1834.

Renombradas de acuerdo a la celebridad de sus diferentes autores –“schadografías” en manos de Christian Schad, “quimigrama” en las de Pierre Cordier–, las imágenes obtenidas por contacto con una superficie sensibilizada poblaron el planeta. Chargesheimer, El Lisstzky, Haussman, Migliori, Cordier, Kilian Breier y Moholy-Nagy cedieron a sus encantos. Hasta Pablo Picasso emergió del aguafuerte y durante algún tiempo se puso a jugar con flashes y claroscuros.

¿Cuánto le deben las vanguardias al fotograma? “No sé, sospecho que se trata sobre todo del placer de arriesgar y experimentar”, dice Huarcaya, prominente fotógrafo peruano cuya naturaleza artística parece sustentarse más en la epicúrea curiosidad que en la atadura del concepto. No de otra manera se entiende su internamiento de hace unos años en una morgue para acomodar cadáveres y fotografiarlos con los ojos abiertos. O su residencia en el hospital Larco Herrera para retratar a enfermos mentales exactamente como ellos se dispusieran frente al objetivo.

Fue esa misma impetuosa curiosidad la que llevó a Huarcaya hasta el Parque Nacional Bahuaja Sonene en la selva de Tambopata para el despliegue nocturno de un rollo fotosensible de 30 metros de largo en la espesura. La luna como fuente de luz. El revelado con el agua de los ríos. Para una rotación de sus “amazografías” por Miami, Santos, Daegu y Montevideo antes que presidiera el pabellón peruano en la Bienal de Venecia (2016).

—En perspectiva—
Otra es la trayectoria de Pablo Ortiz Monasterio (Ciudad de México, 1952), trotamundos que ha registrado el ‘underground’ londinense, la periferia mexicana y la estepa siberiana. Atendiendo a su admiración inicial por Bernard Plossou, calificaría perfectamente como un beatnik de la fotografía. Pero Ortiz Monasterio prefiere que el disparo silencioso de su cámara analógica lo siga conduciendo, por ejemplo, hasta las alturas cusqueñas de Q’eros y Patacancha para capturar imágenes de elástica belleza andina.

Editor de unos 120 libros con fotos propias y ajenas, el mexicano interpola su arte con el único fotograma que su colega peruano incluye en el libro conjunto que preparan: 38 niños echados sobre 30 metros de papel fotosensible. El resultado es una sucesión de siluetas cubiertas por una delicada película de sangre viva. Apariciones imprevistas por degradación del fotolito que harían delirar a Duchamp.

Todo eso será “Uyakuna Kawaynin” (Rostro para mirar). Dos gramáticas distintas narrando una misma experiencia: el recuerdo de una realidad aún por descubrir.

MÁS INFORMACIÓN
​Primera Bienal de Fotografía de Cusco 2017
​Fechas: del 12 de octubre al 30 de noviembre.
Locaciones: Palacio Municipal, Casa de la Cultura, Museo de Machu Picchu, Palacio del Almirante, Escuela de Bellas Artes, Casa Garcilaso, Biblioteca Municipal, Alianza Francesa y plazoleta Espinar.
Ingreso libre.

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