
Desde hace más de 15 años, la dupla conformada por Carlos Fernández (España) y Valentino Gianuzzi (Perú) ha desarrollado un muy completo trabajo de investigación en torno al poeta César Vallejo, que incluye textos rescatados, la edición de su correspondencia completa, y otros estudios de interés. Entre esos descubrimientos, Gianuzzi presentó hace unas semanas en el MALI dos fotografías inéditas del autor de “Trilce” que generaron asombro: unos retratos bastante nítidos, tomados por la policía de París en 1930, como parte del proceso de expulsión de Francia de Vallejo, acusado de ser propagandista del comunismo. A propósito de ese hallazgo visual, conversamos con Gianuzzi sobre el legado y la vigencia de un autor inmenso y que nos sigue sorprendiendo.
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–La primera imagen de Vallejo que se nos viene a la mente es esa clásica con gesto sombrío. Pero tú dices que prefieres una lectura más optimista, positiva, de aquella foto. ¿Por qué?
Hay diferentes maneras de ver cualquier texto, ya sea visual o verbal. Hay quienes prefieren ver cómo una imagen del pasado se lee en el presente, por ejemplo. A mí me gusta más bien ver los contextos, regresar al momento, tener una visión histórica. Esa siempre ha sido mi perspectiva. Y Vallejo, en el momento en que se toma esa famosa foto, estaba en un lugar muy positivo de su vida: estaba con Georgette, la mujer que quería, y recién había empezado a vivir con ella en enero de ese año [1929]. Tenía también cierta holgura económica, gracias a la herencia de Georgette. Era verano, además, y el paisaje que estaba mirando [el Gran Trianón de Versalles] era casi paradisíaco, una cosa bucólica. Entonces yo creo que la postura de Vallejo más bien refleja cierta idea como “ya llegué, estoy aquí, estoy tranquilo”. Esa es mi lectura.

–O que su cara era simplemente así, ¿no?
Sí, claro, porque igual sale como molesto. Hay gente que me dice que está haciendo una pose. Alguien me dijo también que no está apoyando completamente el bastón. Y, de hecho, hay otras fotos en las que él está en una posición similar, como una en que aparece junto a su hermano frente a la jaula de un tigre en un zoológico. Allí se nota que está posando exageradamente. Entonces hay como performático también. Pero a mí me gusta verlo como un Vallejo tranquilo, mirando el horizonte, en paz.
–Su propia poética está asociada a la desesperanza, y en parte es así. Pero hay otro Vallejo más bien con mucho humor, otro más erótico… ¿Es posible desvincularlo de esa imagen estereotipada?
Sí, y simplemente hay que leerlo. Es cierto que en Vallejo hay erotismo, hay ironía, hay diferentes tipos de humor, desde el más negro al más satírico. Pero seguramente la imagen que tenemos viene de lo que nos hacen leer en el colegio, o de las selecciones de poemas que se suelen hacer de su obra. Algo que Ricardo González Vigil dice muy bien es que Vallejo es uno de los mayores poetas del dolor. Sabe captar el dolor. Y tal vez por eso otros aspectos quedan opacados. Pero, repito, hay que ir a los textos. Hay que leer no solo su poesía, sino también sus artículos periodísticos, por ejemplo. Allí uno encuentra mucha inteligencia, mucha capacidad de darse cuenta de las cosas y ver cuestiones contradictorias de la sociedad. Vallejo no solo fue una persona que sentía mucho, sino también un intelectual muy crítico.
–Volviendo a las imágenes: ¿cómo crees que se vincula el hecho de tener tan pocas imágenes de Vallejo a la construcción de una figura mítica? Pensaba, en contraste, cómo Vargas Llosa es el fotografiado por excelencia, hay una hiperabundancia de imágenes suyas. ¿Crees que este es un hecho que puede condicionar nuestra lectura de un autor?
Sí, y si te pones a pensar, de aquellos autores que no tenemos imágenes, las hemos inventado. Del Inca Garcilaso, por ejemplo, no hay una imagen de la época, pero hay un cuadro que se suele reproducir. Es como si no pudiéramos entender a un autor sin la imagen del autor. Por alguna razón eso es clave. El caso de Vallejo diría que es un punto medio. Son casi 50 imágenes las que tenemos de él y, bueno, aplicamos lo que leemos de Vallejo y lo que sentimos por su poesía en esas imágenes.

–Cuando publicaste la primera foto en redes, vi algunos comentarios que sospechaban que fueran hechas con inteligencia artificial. ¿Has pensado en las repercusiones de esta tecnología? ¿Te parece que la desconfianza es excesiva o justificada?
Creo que hay una desconfianza hasta cierto punto saludable. Pero, claro, cuando a uno le toca, es otra cosa. Me daban ganas de responder y decirles por qué creen que yo quería ser un farsante al publicar estas fotos. Creo que, como las publiqué en Facebook el día anterior a la conferencia que ofrecí en el MALI, la gente empezó a dudar y especular sin haber escuchado la explicación de cómo encontré las imágenes.
–También dijiste que prefieres presentar las fotos tal como las encuentras, sin retoques ni arreglos…
Es que desde mi perspectiva, como tengo este afán histórico y documentalista, prefiero dar el documento tal cual está. Si está mal hecho, está mal hecho. Y si hay gente que luego quiere retocarlo, usarlo para otra cosa o aplicarle inteligencia artificial, bueno, está bien. Y es verdad que lo que hablábamos de la IA tiene que ver con una desfamiliarización: estamos tan acostumbrados a ver un Vallejo con unas imágenes contrastadas, donde no se le ve muy bien la mirada, que cuando vemos a uno muy claro, sentimos algo familiar, pero también extraño. No estamos acostumbrados.

–Como en esos videos virales en los que un padre se afeita la barba y sus pequeños hijos ya no los reconocen…
Claro, y el niño empieza a llorar. Es algo así, en efecto. Es familiar, pero perturbador. Yo leí comentarios del tipo “ese no es Vallejo” o “no se parece a Vallejo”. Pero también hay que entender que la gente cambia de apariencia, ¿no? Estas fotos fueron tomadas un año y medio después de la conocida. Es un Vallejo más flaco, con el pelo un poco más corto, peinado para atrás. La desfamiliarización es lo que hace que la foto sea rara.
–Luego de que publicaste las fotos, se comunicó conmigo el doctor Roberto Flores Guevara para comentarme que él había encontrado las imágenes hace ya unos años y que las había presentado en una conferencia en la Universidad San Marcos, en noviembre del año pasado.
Sí, lo que ha ocurrido es que nuestras investigaciones y hallazgos se han dado en paralelo. Yo no estuve enterado de su conferencia, pero celebro que él haya sido el primero en hacer públicas las fotos. Es importante su labor. Creo que cualquiera que hace investigación de archivo se da cuenta de que es lo que falta hacer. Este tema también trae a colación la cuestión de los foros, pues la conferencia del Dr. Flores ocurrió en la Facultad de Medicina de San Marcos, y quizá la gente que acudió no estaba tan ligada a la literatura y por eso no tuvo la debida repercusión.
–Hace unos años, cuando publiqué una nota sobre la revelación de algunos manuscritos de Vallejo que estaban en poder de Enrique Ballón Aguirre, alguien me escribió a decirme que estos le habían sido robados a Jorge Puccinelli. No sé muy bien en qué quedó el tema, pero lo que quería preguntarte es si te parece que aún existe una disputa por el legado del poeta.
Sí, y creo que lo había y lo hay. La disputa sobre quién tiene qué. Sobre el tema de su correspondencia, por ejemplo, hay una pelea famosa entre Georgette de Vallejo y Juan Larrea, el amigo del poeta. Primero Juan publica cartas que la viuda no quiere que se publiquen, luego Larrea le dice que ella debería publicar las cartas que tiene. Y también, como dices, hubo toda una polémica entre Ballón y Puccinelli sobre la edición de las crónicas de Vallejo, y cada uno de ellos dio su descargo. En fin, hay todo un problema sobre quién tiene el material y cuándo lo da a conocer. Yo, como vallejista, siempre he tratado de alejarme de eso y ser transparente con el material que tengo. Salvo que esté guardando algún archivo para un libro o algo por el estilo, en general trato de compartir y mostrar dónde encontrar la información. Que los materiales se conozcan es para mí lo más importante.
–Gran parte del archivo de César Vallejo se encuentra ahora en la Universidad de Texas en Austin. Entiendo que allá se tienen muchos mejores recursos para resguardar ese acervo, pero, por otra parte, ¿no te parece que a la vez se restringe su acceso?
Para empezar, yo espero que la universidad ponga ese material en línea, como lo ha hecho con el archivo de Magda Portal, para que el público lo pueda conocer. Pero sobre todo pienso que ese material ya está perdido para hacer exposiciones en el Perú, salvo que alguna institución pague un seguro millonario para traerlo. Entonces sí me da un poco de cólera que se puedan hacer exposiciones en Austin, Texas, donde Vallejo nunca estuvo siquiera. Quizá si estuvieran en Francia, así como el archivo Eielson está en Italia, habría un vínculo. Pero si no hay vínculo alguno, es raro. En esa universidad no hay vallejistas tampoco, así que creo que se pierde un poco la importancia de ese material. Me entra un poco la cosa nacionalista al pensar que esto es patrimonio del Perú, y que las instituciones de Estados Unidos, por tener plata, se quedan con todo. Pero es así. No solo pasa con Vallejo. Es una lástima. La Casa de la Literatura podría hacer una exposición muy buena con ese material, pero ahora tendrá que pedir solo copias seguramente. Otro ejemplo es el del Getty, que tiene parte de los archivos de César Moro desde hace 20 años o más. Y no han hecho una sola exposición sobre César Moro en el Perú. Creo que hicieron una sobre el surrealismo en México y allí utilizaron el material que tienen de Moro. Entonces el valor de ese patrimonio peruano queda escondido.
–¿Qué te pareció el poema inédito de Vallejo encontrado el año pasado, “Navidad”?
Es un poema muy bueno, que funciona, y que hace surgir varias preguntas. Primero que nada, hay que celebrar el hallazgo, en este caso realizado por Wilmer Cutipa, alguien que está fuera del campo académico. Es algo similar a lo de Flores Guevara, un médico que después de su jubilación comenzó a investigar y encontró las fotos. Pero una de las cosas más novedosas de “Navidad” es que viene a llenar un vacío de lo que viene después de “Los heraldos negros” (1919). De hecho, llama la atención que no esté incluido en ese libro. Yo especulo que Vallejo pensaba incluirlo después en “Trilce” (1922), pero que la estética vanguardista le ganó. Se dio cuenta de que ya no cabía allí. Habrá dicho en su momento “este me lo guardo”, pero luego empezó a madurar otro estilo y entendió que ya no concordaba. También es llamativo que sea su primer poema en prosa, y uno de los pocos poemas de Vallejo que está dedicado. Creo que son solo tres o cuatro. Y está dedicado a su padre, además.

–Y ya que hablamos de la imagen y de lo simbólico, ¿qué te parece que la Universidad César Vallejo, del cuestionado César Acuña, prácticamente haya usurpado el nombre del poeta? Una universidad también cuestionada por su ética, su nivel académico, entre otros aspectos.
Es una cuestión complicada, claro. Aquí en el Perú también está la Universidad Ricardo Palma, la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, así que ponerles nombres de escritores no es algo nuevo. Pero sí es una cosa muy coyuntural en el Perú que si buscas “César Vallejo” en Google te salen resultados de la universidad o del equipo de fútbol, lo cual me parece peor. Supongo que por eso da la impresión de que se están apropiando del nombre. Y es complicado también porque a Vallejo no le gustaba la universidad como institución, a pesar de que estudió en una. Luego creo que cambia de opinión, ya en los años 30 no es tan enemigo de lo académico. Pero creo que esto pasa con mucha gente famosa, sobre todo después de su muerte. La gente se apropia de sus cosas. Sucederá seguramente con Vargas Llosa en algún momento. Quizá aparezca también una universidad con su nombre. Es algo inevitable. Y ahora que me acuerdo, hay una frase que en la Universidad César Vallejo repiten mucho, “Saber más es ser más libre”. Se la atribuyen a Vallejo, pero yo no he encontrado esa frase en ningún texto.
–¿Crees que hay margen para nuevos hallazgos sobre Vallejo?
Sí, hay margen. Yo tengo todavía algunos archivos en Francia marcados con una estrellita que tengo pendiente visitar. En Madrid también hay varios que ver. Y los archivos rusos aún están por explorar, no he podido ir todavía. Hay una investigadora rusa, Victoria Popova, con la que me he estado comunicando y le he indicado tal y cual archivo, animándola a revisarlos. Si hace poco se ha encontrado un texto inédito de Quevedo del siglo XVII, imagínate lo que podríamos encontrar aún de Vallejo.
–Y la última: ¿cuál es tu poema de Vallejo favorito?
Me gusta “Considerando en frío…”. Me gusta también “Trilce XXV” (“Alfan alfiles a adherirse…”). Y me gustan mucho los más conocidos. “Masa”, por ejemplo, me parece maravilloso; creo que encapsula mucho lo que es Vallejo, esta idea de lo utópico, del amor y la solidaridad derrotando a la muerte. Pero siempre leo un poema de Vallejo y digo “a este no le había prestado atención”. Además, como son tan pocos poemas los que escribió, no hay relleno. Esa idea de escribir un poema como si fuera el último que vayas a escribir, creo que Vallejo, al menos en la última etapa de su vida, la cumplió.
Valentino Gianuzzi y Carlos Fernández han publicado en conjunto libros como “César Vallejo. Textos rescatados” (2009), “Iconografía” (2017), “César Vallejo. Correspondencia 1910-1938” (2023), entre otros.