La legendaria revista "Cahiers du cinema" fue fundada en Francia en 1951.
La legendaria revista "Cahiers du cinema" fue fundada en Francia en 1951.
Juan Carlos Fangacio Arakaki

Para entender el espíritu que –hasta hace muy poco– pervivía en la revista francesa , conviene mirar la lista que publicó en diciembre último sobre las mejores películas de la década 2010-2019: había cintas de Francia, cómo no, pero también un portuguesa, otra tailandesa y en la primera ubicación aparecía una serie de televisión estadounidense, la formidable “Twin Peaks” de David Lynch. Fue una elección arriesgada, hasta cierto punto iconoclasta; pero también una declaración de principios en torno a cómo viene cambiando nuestra forma de ver cine, que salta entre las salas tradicionales, la TV y el celular.

Desde su fundación en 1951, con el teórico y crítico André Bazin a la cabeza, “Cahiers du cinema” significó una revolución. Una que reivindicaba el cine comercial hollywoodense, con nombres de la talla de Alfred Hitchcock o Howard Hawks, para hacerle frente a la canonización elitista e impostada de los dramas de época o las adaptaciones literarias, que los rebeldes integrantes de “Cahiers” calificaban como “la qualité française” o “le cinéma du papa”.

Parricidas por excelencia, entre los miembros de la revista se encontraban Jean-Luc Godard, Éric Rohmer, François Truffaut, Claude Chabrol y Jacques Rivette, jóvenes críticos que años después cambiarían las máquinas de escribir por la cámara para darle forma a la ‘nouvelle vague’ francesa, corriente fílmica de idéntico ánimo renovador.

Casi 70 años después, sin embargo, la situación parece su completo opuesto: toda la redacción de la prestigiosa “Cahiers” anunció la semana pasada su renuncia en protesta contra su reciente compra por parte de un grupo de personalidades francesas, que no solo generaría un serio conflicto de intereses (varios de ellos son productores de cine), sino que ya han anunciado su intención cambiar la orientación de “Cahiers” para hacerla más “chic y cordial”.

“Parece casi de humor negro que se le pueda pedir a una revista como ‘Cahiers’ ser más amigable –señala el crítico Isaac León Frías–. ¿Cómo puede ser amigable una revista de cine? ¡No le puedes pedir eso! Y hacérselo a ‘Cahiers’ es como ponerle una lápida a toda una tradición crítica, porque todos de alguna manera hemos sido influidos por ella”.

Para León Frías, el problema que enfrenta la publicación francesa refleja lo que atraviesan muchos medios impresos dedicados a la crítica. “Cada vez hay menos revistas. Y a las que existen les cuesta muchísimo sobrevivir. Además, en lo personal me entristece mucho, porque ‘Cahiers’ fue muy influyente para la generación de los que escribíamos en ‘Hablemos de cine’”, agrega el crítico, en referencia a la recordada revista peruana.

En opinión de Leny Fernández, crítica de la revista “Godard!” –otra de las herederas locales del legado de “Cahiers”–, la dimisión colectiva de su plana mayor es “una muestra de dignidad y resistencia inéditas en estos tiempos en que el dinero y la comodidad parecen ser el norte”. Y al mismo tiempo, agrega ella, “un gesto muy coherente con el legado de una revista que nació para rebelarse contra un cine industrial y de ‘qualité’”.

TIEMPOS RECIOS

La última portada de “Cahiers du cinema” editada por la renunciante redacción está dedicada a Martin Scorsese. Coincidencia que parece sintomática si recordamos que el cineasta estadounidense es quien viene liderado una batalla simbólica contra una industria del cine cambiante, incierta y capturada por la gran maquinaria del entretenimiento (bien representada por el todopoderoso cine de superhéroes).

Para el cineasta peruano Joel Calero, la crítica de cine en todo el mundo también pierde espacio y sustancia por el hecho mismo de que muchas veces no haya nada que criticar. “Si miras el caso peruano, te das cuenta de que estamos invadidos por un cine hegemónico. Eso es trágico. Y ya no te lo digo como cineasta, sino como profesor: a mis alumnos jamás les mandaría a ver una película de cartelera, pues lo necesario para escribir una crítica es tener una conciencia de la diversidad”, afirma el director de “La última tarde”.

Además, a entender de Leny Fernández, las plataformas virtuales destinadas a tomar la posta de los cada vez más escasos espacios impresos tampoco parecen atisbar solución. “En una época en que Internet lo ha democratizado todo, pero también ha banalizado actividades nobles como la crítica para darle espacio a ‘youtubers’ e ‘influencers’, un gesto como el de la redacción de ‘Cahiers’ nos conmueve por su valentía”, anota.

Acaso lo que más inquieta de la situación de “Cahiers du cinema” es que sigue siendo incierta. Queda la sensación de que muchas cosas van a cambiar, pero también de que algo está a punto de desaparecer por completo. “Podías estar de acuerdo o no con ellos, amar u odiar sus posturas, pero nunca estabas indiferente”, agrega Fernández. Y es precisamente el encanto de la polémica y el disentimiento (en estos tiempos demasiado cordiales y correctos) lo que más se va a extrañar.

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