"Horizonte profundo: desastre en el Golfo": [CRÍTICA]
"Horizonte profundo: desastre en el Golfo": [CRÍTICA]
Sebastián Pimentel

A veces es difícil dejar los prejuicios de lado a la hora de ver una película de catástrofe. Hay películas de terremotos y volcanes (“Dante’s Peak”, “Volcano”, ambas de 1997), de accidentes aéreos (desde “Aeropuerto”, de 1970, hasta “Vuelo 93”, del 2007) o marítimos (“La aventura del Poseidón”, de 1972, o “Ttitanic”, de 1997). La razón quizá resida en que el uso excesivo de los efectos digitales ha saturado el mercado de películas de desastre, tanto más insulsas, cuanto más grandilocuentes son.

No es el caso de este filme de Peter Berg. No he visto su “Friday Night’s Light” (2004) –que, según algunos, es una de las mejores cintas sobre el fútbol americano–, pero sí la olvidable “Hancock” (2008) y “Battleship: batalla naval” (2012), una de las más aburridas superproducciones de ciencia ficción de los últimos años. Como para recordarnos que no hay que juzgar una película por otras, ahí está “Horizonte profundo: desastre en el Golfo”, un producto dinámico, costoso y lleno de estrellas, pero  que  prefiere  desechar las acciones mecánicas para nunca perder de vista los aspectos más oscuros del ser humano.

Y es cierto, “Horizonte profundo”, además de basarse en una historia real, es una película de personajes. El principal es Mark Williams (Mark Wahlberg), ingeniero que, junto con el recto jefe de operaciones Jimmy Harrell (Kurt Russell), debe llevar adelante los trabajos de perforación petrolífera en el Golfo de México. Hasta que aparece la codicia de los ejecutivos de la empresa British Petroleum, que han decidido pasar por alto los protocolos de seguridad de la plataforma. John Malkovich interpreta, con su acostumbrada solvencia, al hombre de negocios más inescrupuloso de la empresa.

Williams, típico padre de familia norteamericano, debe internarse por semanas en esa “estación del infierno”, como la llaman entre risas sus colegas. Pero Berg se las ingenia para insertar algunas secuencias familiares antes de la partida de Williams y otorgarle densidad emocional. Un montaje paralelo, que intercala la línea hogareña del protagonista –así como la de su colega Andrea Fleytas (Gina Rodríguez)– con las escalofriantes tomas submarinas que permiten ver el proceso de perforación de la planta, anuncian a la naturaleza como ese otro personaje, tan vivo e inquieto como los humanos de la superficie.

“Horizonte profundo” ostenta, en esta intercalación del desarrollo de psicologías siempre en tensión, y ese poder latente de dimensiones cósmicas, un raro  equilibrio entre drama y espectáculo. Malkovich es aprovechado en su ambigüedad y funciona como un experto chantajista y manipulador. Por otro lado, las líneas paralelas tanto superficiales como submarinas anuncian otra cosa: un apocalipsis que, sabemos, va a llegar tarde o temprano.

Pero el filme de Berg también es la representación de un universo –el de la estación Deepwater Horizon–, de sus grupos humanos, de la claustrofobia, de la estrechez de sus espacios y de su calidad laberíntica. En estos escenarios, la cinta se convierte en una fábula moral donde, lejos de proponer un enfrentamiento estereotipado entre buenos y malos, se estudian las relaciones entre personajes, así como, en un sentido casi griego, el destino siniestro que le toca a toda empresa de egoísmo y soberbia. El desenlace, pleno de un horror apoteósico, logra una mezcla de oscuridad y luminosidad tan fascinante como conmovedora. Uno de los mejores filmes del año.

AL DETALLE
Calificación: 3 de 5 estrellas
Título original: “Deepwater Horizon”.
Género: drama, acción, thriller.
País: EE.UU., 2016.
Director: Peter Berg.
Actores: Mark Wahlberg, John Malkovich, Gina Rodríguez, Kurt Russell.

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