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“Hemos perdido al Nobel, a un legado maravilloso. Dios quiera que se haya ido en paz, lleno de luz y amor”. Así despide Camucha Negrete a Mario Vargas Llosa, el escritor prodigioso que no solo dejó una huella en las letras universales, sino también en su vida personal y profesional. La actriz no puede evitar conmoverse al recordar al hombre que, en la década de los años 70, la eligió para protagonizar la primera versión cinematográfica de “Pantaleón y las visitadoras”. “Vivió como quiso, haciendo lo que más le gustaba: escribir”, expresa con voz serena pero cargada de sentimiento. Lo dice no solo como admiradora de su obra, sino como testigo directa de su humanidad, de su cercanía y de su apoyo en uno de los retos más grandes de su carrera.
A mediados de 1975, la historia del capitán del Ejército encargado de organizar un “servicio de visitadoras” para los soldados en la selva amazónica, cruzó las fronteras del papel para convertirse en una película rodada íntegramente en República Dominicana, luego de que el régimen militar peruano censurara el proyecto en Perú.
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Fue un momento histórico. El entonces joven y ya reconocido novelista no solo escribió el guion, sino que también se lanzó a la aventura de codirigir el filme junto al cineasta español José María Gutiérrez Santos, a quien había conocido en París en 1958. Sería su única experiencia como director de cine, pero suficiente para dejar una huella.
Respaldada por los estudios Paramount y con un elenco internacional, a cargo de figuras como el español José Sacristán en el papel protagónico de Pantaleón Pantoja, y a los mexicanos Katy Jurado como la temible ‘Chuchupe’; Rosa Carmina como Rosa, la bailarina; y Pancho Córdova como El Sinchi. Desde Perú, destacaron Camucha Negrete como ‘La Brasileña’, Martha Figueroa como ‘Pochita’, Sylvia ‘China’ Gálvez como ‘Pechuga’ y Justo Espinoza, el inolvidable Petipán.
Rol desafiante
La cinta, cargada de crítica social, humor negro y erotismo contenido, capturó la esencia de una época convulsa. También fue el inicio de una experiencia cinematográfica única para quienes participaron en ella, como Camucha Negrete, quien todavía recuerda con emoción la llamada del propio Vargas Llosa invitándola a interpretar uno de los personajes más complejos y seductores de su obra: ‘La Brasileña’.
“Me llamó por teléfono y me dijo que quería hacerme una propuesta de trabajo. Nos citamos en un café, en La Tiendecita Blanca. Me dijo que su suegro le había recomendado que me convocara para la película. Me entregó el libro y me pidió que lo leyera con calma”, recuerda la actriz. En ese entonces, su carrera estaba en pleno auge. “Era joven, tenía 28 o 29 años, y estaba en un muy buen momento profesional”, añade.
Vargas Llosa, además de codirigir la cinta, desempeñó un pequeño papel como actor. Interpretó a un militar de alto rango, figura de autoridad dentro del campamento. Aunque su presencia en pantalla fue breve, la actriz resalta su valor simbólico. “Su personaje no tenía casi diálogo. Aparecía cuando llegábamos las visitadoras al campamento. Era una especie de jefe de Pantaleón. Escenas cortas, pero significativas”, comenta Negrete.
Reto emocional y físico
Interpretar a ‘La Brasileña’, la figura más perturbadora del “servicio de visitadoras”, fue un desafío mayúsculo para Camucha Negrete por la intensidad emocional del personaje y la escena de desnudo.
“La mía fue una versión muy distinta a la de Angie Cepeda, que interpretó a ‘La Colombiana’. Eran otras épocas. Se cuidaba muchísimo el tema de los desnudos: lo mío fue apenas un semidesnudo de espalda. En las escenas de cama solo se mostró mi rostro. La sensualidad se transmitía con la expresión, no con el cuerpo”, recuerda la actriz.
Uno de los momentos más recordados es cuando su personaje se presenta ante Pantaleón. “Llevaba un vestido tipo argolla. Al soltármelo, quedaban al descubierto mis pechos, pero todo estaba tapado con cinta adhesiva y gasas. Ni siquiera respiraba para que nada se moviera. Hicieron salir a todo el equipo, solo quedó un camarógrafo. Fue difícil. Pensaba en mis hijos: mi hija mayor tenía 15, el segundo 14, y la menor apenas unos meses”, confiesa.
La escena final de ‘La Brasileña’, asesinada y luego enterrada con honores militares por gestión del propio Pantoja, fue una de las más duras para Negrete. “Me metieron en un cajón durante varios minutos. La sensación era espantosa. Fue la escena más difícil que he hecho en mis más de cuatro décadas como actriz”, afirma.
Rodaje entre huracanes
La película se rodó en La Romana, una ciudad caribeña de República Dominicana que, según Camucha, se parecía mucho a su Iquitos natal. “Para el local de las visitadoras, construyeron una especie de isla. Pero un huracán, Eloisa, arrasó con todo. Tuvimos que suspender las grabaciones varios días. Después levantaron otra escenografía”, cuenta.
Aunque el plan era rodar en un mes, el equipo terminó quedándose tres meses. “Lo bueno fue que nos pagaban por semana, así que, económicamente, fue favorable”, señala.
Un estreno que se hizo esperar
“Pantaleón y las visitadoras” se estrenó primero en Puerto Rico en 1975, pero tuvo que esperar seis años para llegar a los cines peruanos, el 26 de noviembre de 1981, tras el fin del régimen militar. En España también fue objeto de censura.
Autocrítica sin reservas
Décadas después, el propio Mario Vargas Llosa fue implacable con su obra cinematográfica. En el 2012, confesó: “Es una película que no hay que ver de ninguna manera. Si me tienen alguna estimación, por favor no la vean, porque además actúo. Es espantosamente mala y todo es culpa mía”.
Pero para Camucha, la experiencia fue inolvidable. “Nunca más lo volví a ver, pero me dejó grabado uno de los recuerdos más lindos de mi carrera. Se lo tengo que agradecer a Mario. Y también agradecerle por todo el legado que deja”, concluye emocionada.











