En la mayoría de las películas hay un héroe y un villano. “El caso de Richard Jewell” del célebre actor y director Clint Eastwood no es una excepción, conteniendo a varios ‘villanos’ en la trama. La cinta, estrenada a fines del año pasado, cuenta la historia real del epónimo héroe (interpretado por Paul Walter Hauser en la cinta), quien un 27 de julio de 1996, mientras trabajaba como guardia de seguridad en los Juegos Olímpicos, encuentra un paquete extraño que termina siendo una bomba, iniciando una evacuación. Él salvó miles de vidas.
Inicialmente elogiado como un héroe, Jewell pronto se convierte en un paria cuando la reportera del Atlanta Journal-Constitution (AJC) Kathy Scruggs (Olivia Wilde) escribe un artículo revelando que él era el principal sospechoso por el FBI de ser el autor del incidente.
Desde ese momento la vida de Jewell se convirtió en un enorme circo mediático, generando enorme presión sobre él y su madre Bobi (Kathy Bates en un rol que le valió una nominación al Oscar), aunque finalmente es liberado de toda sospecha, con el FBI inclusive disculpándose por la investigación. Dándole un final feliz a la película, Jewell también pudo cumplir su sueño de convertirse en un policía, aunque falleció trágicamente en agosto del 2007 de un ataque al corazón. Tenía 44 años.
Pero la historia no termina aquí, pues la reportera pasó a ser una “villana” a ojos de la opinión pública.
La primicia peligrosa
Scruggs también fue convencida de la inocencia de Jewell, aunque nunca se retractó por lo escrito, indicando que en el momento en que este fue publicado Jewell era el sospechoso principal del caso. La justicia también estuvo de acuerdo con ella, ya que una corte del estado de Georgia dio esta razón en 2011 al desestimar el caso de difamación impuesto por Jewell al AJC.
Kathy Scruggs no pudo verse reivindicada, ya que falleció en setiembre del 2001 a los 42 años de una sobredosis de medicamentos, una mujer destruida por la experiencia y con la única compañía de su perro.
“Su corazón se rindió. Le era difícil vivir”, afirmó Lewis Scruggs Jr., hermano de la reportera, en el artículo “The Ballad of Kathy Scruggs” de AJC.com, una clara referencia al título del artículo de Vanity Fair que inspiró a la película de Eastwood.
Scruggs es recordada por sus colegas como una feroz reportera. “Ella era uno de los mejores reporteros con los que he trabajado. Era realmente fuerte y dura”, afirmó su excompañero de trabajo Ron Martz. “Cuando iba detrás de una historia ella hacía todo lo necesario para atraparla, aunque dentro de los límites legales y éticos”.
Sin embargo, la jugosa primicia de la historia sobre Richard Jewell pasó de ser un golpe de suerte a la peor de las maldiciones para Scruggs. Una vez que la historia cautivó la atención del público, los reportajes sobre el caso fueron interminables con ella en el ojo de la tormenta.
Posteriormente, cuando Jewell fue declarado inocente, la misma industria periodística que se había nutrido del caso criticó al Atlanta Journal-Constitution por su cobertura adelantada. Y frente a todo ese escrutinio estaba Kathy Scruggs, quienes sus amigos y colegas sostienen que fue un chivo expiatorio de decisiones tomadas en más altas instancias editoriales.
“Nunca estuvo en paz o tranquila como la historia. La atormentó hasta su último aliento”, indicó al AJC su excolega Tony Kiss. “La aplastó como un insecto en el asfalto”.
Varios males acompañaban a Scruggs antes de su muerte. Además de tomar analgésicos por una antigua lesión a su espalda, también enfrentaba la enfermedad Crohn, ansiedad y otros males.
“Ella siempre bebía y fumaba bastante, además de tomar drogas: Prozac para la depresión, Fen-Phen para bajar de peso, Lipitor para el colesterol, Xanax para la ansiedad. Ella tomaba todas estas cosas que interactuaban entre ellas”, reveló su amiga Susan Parke.
Otra causa de tensión para Kathy Scruggs era la amenaza de ser enviada a la cárcel por no revelar su fuente dentro del FBI. En la película, el personaje interpretado por Olivia Wilde consigue la información acostándose con un agente federal (Jon Hamm), elección dramática que ha sido muy criticada por los allegados de la reportera, quienes argumentan que nunca cambió favores sexuales por una historia.
“El estrés de la demanda por difamación tuvo un tremendo impacto en Scruggs a lo largo de los años. Nunca fue a la cárcel por rehusarse a identificar a su fuente, pero fue arrestada dos veces en Buckhead acusada de intoxicación. Un amigo piensa que fue drogada en uno de los incidentes”, escribe su excolega Doug Monroe en un artículo titulado “Réquiem para una reportera”
"La salud de Scruggs declinó horriblemente. Fue hospitalizada y brevemente paralizada de las piernas. Se sometió a una cirugía intestinal. Se mudó de su condominio en Buckhead a un lugar apartado en el condado Cherokee con un gran jardín para un perro nuevo. Ella estaba bajo el estrés de los problemas financieros mientras sus gastos médicos se acumulaban. Se sentía tratada como un paria en la redacción y se quejaba de que no tenía un escritorio", añade.
La búsqueda por el verdadero culpable del atentado también atormentó a Scruggs, quien no viviría para ver a Eric Robert Rudolph confesar en 2005 de estar detrás del hecho que cambió la vida de tantas personas.
“Un bote perdido en el océano”
Scruggs vivía por su trabajo y cuando durante su último año de vida tuvo que abandonar la redacción del Atlanta Journal-Constitution por problemas de salud fue como un bote "perdido en el océano".
“Era como un vacío. Su alma se había ido. Ella estaba vacía”, afirmó su amiga Lisa Griffin, una de las últimas personas que conversó con Scruggs antes de su muerte.
El sitio web Heavy.com logró conseguir el acta de defunción Scruggs. En ella nota que la causa de muerte fue una “toxicidad aguda por morfina”, aunque el médico forense no pudo determinar si la causa de la muerte fue accidental o se trató de un suicidio.
“Kathy vivió su vida al límite”, escribió Kevin Salwen, autor del libro “The Suspect” (“El sospechoso”) sobre el atentado de 1996. “Ella trabajaba duro y festejaba duro”.
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