"Sebastián": nuestra crítica de la cinta peruana en cartelera
"Sebastián": nuestra crítica de la cinta peruana en cartelera
Sebastián Pimentel

Como tantos otros inmigrantes latinoamericanos, (Carlos Ciurlizza) alcanza el éxito en los Estados Unidos, donde trabaja como chef y está casado con Josh (Burt Grinstead). Hasta que decide regresar a Chiclayo, donde vive su anciana madre, quien está mal de salud. Pero la estadía en el Perú se complica: el reencuentro con su ex novia, su madre y sus amigos del barrio no resultarán como lo esperaba.

Es fácil identificarse con “Sebastián”, un filme de reivindicación de minorías. Su principal objetivo es poner en foco las tribulaciones de un joven gay en una sociedad conservadora. En su retrato de Chiclayo, Ciurlizza –quien además de interpretar al protagonista, escribe el guion y dirige la cinta– subraya la ignorancia y los prejuicios que caracterizan al sector más intolerante del país, sintetizado en ese coro de chismosas beatas –una de ellas, la célebre cantante criolla Eva Ayllón– que de tanto en tanto fustigan al antihéroe.

En la línea de una película precursora como “Contracorriente” (2009), de Javier Fuentes-León, “Sebastián” pretende aunar cierta expresión de desarraigo e impotencia, por parte de quien se enfrenta al rechazo, con el retrato de una localidad provinciana perdida en el tiempo.

La novedad, en el caso de la última, es el tema del regreso del hijo, y el conflicto que supone para él este reencuentro con su tierra natal, teniendo en cuenta que viene de una sociedad –la estadounidense– más liberal y avanzada en materias de derechos civiles.

A pesar de las buenas intenciones del director-actor, hay muy poco en “Sebastián” que rescatar. En la también fallida “Contracorriente”, por ejemplo, era legible cierta naturalidad o sutileza en las actuaciones, y la historia, con sus apelaciones a lo real maravilloso o a cierta mística popular, no dejaba de aportar cierta originalidad.

Lo que no ocurre en este caso, donde todo se resume a una serie de previsibles escenas llenas de diálogos excesivamente retóricos y de disfuerzos dramáticos entre el antihéroe y los demás personajes.

Ya sea porque es reprendido por su madre, es deseado por su ex novia o es odiado por sus antiguos amigos, muy pronto la cinta se convierte en una suma de tormentos más propios de las telenovelas, cada uno más rutinario que el anterior. La actuación de Ciurlizza debe ser lo peor del filme, aparentando una extraña parsimonia y una activación mecánica de supuestos sufrimientos, lo que no se conduce con la “pasión” de dimensiones casi crísticas que se pretende representar.

Llama la atención la falta de recursos en cuanto al aspecto formal. Al parecer, cierta funcionalidad narrativa de antiguo melodrama nubló el interés en cuanto a elementos más cinematográficos como la fotografía, la modulación del ritmo de montaje, el uso expresivo de los espacios o de los primeros planos, etc. Solo en el último tramo, de vuelta en California, pueden notarse las posibilidades que tuvo el filme en cuanto a una buena dirección de actores.

Entre lo más rescatable están las actuaciones de Katerina D’Onofrio, Burt Grinstead, y Myriam Reátegui. Por lo demás, “Sebastián” es un debut demasiado explícito y verbal, que confía poco en la imagen y que hace de su denuncia un mensaje obvio, muy poco sugerente o realmente emotivo.

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