ADOLFO BAZÁN
El grande, el magnífico, el valiente, el fuerte, el poderoso, el concupiscente… No, no, no. Ninguno de estos apelativos le acomoda tan bien a Joaquín Salvador Lavado Tejón como el de entrañable. Bueno, también podría haber servido ‘el querendón’, pero prefiero con mucho el de entrañable.
Porque la obra de Quino –que es como mundialmente se conoce a don Joaquín- ocupa una parte muy íntima de todos quienes hemos sonreído con sus dibujos cargados de reflexión, ironía y una pizca de cinismo contemporáneo. En especial Mafalda y su troupe. Algo que todos hemos recordado esta semana con particular regocijo.
“Los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento… Sus personajes trascienden cualquier geografía, edad y condición social”, fue lo que destacó el jurado del Premio Príncipe de Asturias al explicar por qué le concedió el miércoles a Quino el galardón en el rubro de Comunicación y Humanidades. El primer historietista en recibirlo.
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