La memoria de los años noventa sobrevuela la literatura peruana actual. Escritores que hasta no hace mucho considerábamos jóvenes ya pasaron la curva de los 40 y todo hace indicar que son muy conscientes de ello. La necesidad de novelar testimonios de parte sobre aquel período de plomo es patente en libros como “Contarlo todo” de Jeremías Gamboa, “Algún día este país será mío” de Sergio Galarza, o la reciente “Adiós a la revolución”, de Francisco Ángeles. A estos títulos se puede añadir “Cementerio de barcos” de Ulises Gutiérrez Llantoy (Huancavelica, 1969), ficción que aborda la primera etapa del fujimorismo, acontecida en medio de la mayor decadencia económica y social de nuestra historia.
► “La comedia literaria”: nuestra crítica al libro de Julio Ortega ► “Adiós a la revolución”: nuestra crítica al libro de Francisco Ángeles
De Gutiérrez ya había sobradas evidencias de su habilidad narrativa en los cuentos de “The Cure en Huancayo” (2008) y especialmente en su primera novela, “Ojos de pez abisal” (2011), uno de los acercamientos más afortunados de los que he podido leer sobre el conflicto armado interno, sus consecuencias en anónimos destinos particulares y la necesidad de fundar una nueva moral que acepte instaurar el perdón donde los hechos han ido más allá de todo límite. Pero en “Cementerio de barcos” encontramos un Gutiérrez en plena madurez y con ambiciones más vastas (y en muchos aspectos cumplidas). La multiplicidad de recursos técnicos y expresivos, la complejidad y los dinámicos giros de su trama, la acentuada humanidad de sus protagonistas, delatan un trabajo paciente y minucioso –el autor demoró siete años en escribir esta historia–, que se sitúa por derecho propio entre las novelas más llamativas que se han publicado en los últimos años entre nosotros.
Uno de los destacables logros de Gutiérrez es haber conseguido plasmar su dura época de aprendizaje a través de una eficaz maquinaria coral –que evoca la de “Los detectives salvajes” de Bolaño–, cuyos disímiles personajes, enmarcados dentro de un amplio fresco social, histórico y político, imprimen con franco brío la brutalidad latente, la atmósfera mortuoria y la agobiante miseria material que se habían adueñado de la existencia de los peruanos, sobre todo de los más jóvenes y vulnerables, en aquel tiempo de tanquetas y paquetazos.
Pero aun mejor retratada y resumida está en su protagonista de excepción, Elmer 'El Gato' Ccasani, un muchacho pobre entre los pobres que, debido a su asombroso talento para las matemáticas, la capacidad natural para aprender idiomas sin que nadie se los enseñe y su enorme cultura literaria, parece poseer las armas para escapar de la mediocridad y la incertidumbre por un futuro que no propone alternativas. Desde su forzosa estadía en el dormitorio universitario (que recuerda los avatares estudiantiles del Toru Watanabe de “Tokio Blues” de Murakami) hasta su desaparición y la búsqueda que se emprende para dar con sus huesos, estamos ante el sólido arquetipo de una juventud derrotada y perdida de antemano. No es casual que Gutiérrez, para agravar su marginalidad, lo invista de la condición de poeta en medio del desastre: “Había que estar loco para hacer poesía en esos años, ¿no? Más loco aún para hacerlo en una universidad de Ingeniería, una universidad de puros números. Pero había gente que hacía eso, hermano. Había gente que, en ese Perú desahuciado y moribundo, escribía, compartía, publicaba poesía” (p. 131).
Como el Santiago Zavala de “Conversación en La Catedral”, 'El Gato' Ccasani es consciente de su fracaso personal, autocumplido, y se decide a rechazar todas las oportunidades que se le brindan para emerger de aquella defección de sí mismo. Tras su huida, las pistas que su rastro ofrece van revelando a lo largo del relato –que en ocasiones pierde el ritmo debido a un excesivo anecdotismo– las secretas razones de una inmolación que es toda una metáfora generacional. “Cementerio de barcos” es una muy buena novela, pero sobre todo el hogar de un personaje poderoso y perdurable.
DATO4/5Autor: Ulises Gutiérrez Llantoy. Editorial: Planeta. Año: 2019. Páginas: 364. Relación con el autor: ninguna.