Dante Trujillo, escritor de “Una historia breve, extraña y brutal”. (Foto: César Campos)
Dante Trujillo, escritor de “Una historia breve, extraña y brutal”. (Foto: César Campos)
Ricardo Hinojosa Lizárraga

Durante el siglo XIX, tras el descubrimiento de la fotografía y su desarrollo en el Perú, muchas fueron las imágenes que sorprendieron a nuestros compatriotas de aquellos años. Una, sin embargo, aterrorizó unánimemente no solo a sus coetáneos, sino aún a los hombres y mujeres de estos tiempos. Colgando de las torres de la catedral de Lima, como si se tratara de dos prótesis de carne y hueso, exánimes “campanas” colocadas ahí por la plebe como sanguinarios y monstruosos trofeos de guerra, se sacudían los cuerpos de hombres que, solo pocas horas antes, lucían orgullosos las medallas de uniformes a los que habían sabido dar gloria. Convertidos en golpistas, sin embargo, los coroneles que le habían dado alma a aquellas formas ahora inertes, fueron el objetivo de una masa desquiciada que llamó “justicia” al ensañamiento salvaje contra quienes depusieron a José Balta y gobernaron el Perú por solo 5 días, con la intención de que Manuel Pardo y Lavalle, primer presidente civil electo democráticamente en la historia peruana, no tomara el poder. Aunque no todos tuvieron ese destino cruel, Tomás, Silvestre, Marceliano y Marcelino Gutiérrez, coroneles todos, pasaron a la historia de forma ignominiosa. Tras meses de investigación, el periodista y escritor consiguió darle forma a “Una historia breve, extraña y brutal”, el esfuerzo más completo hasta hoy por reunir todos los testimonios y todos los hechos que convirtieron a los ciudadanos de la Lima pícara y romántica de aquellos años en una turba violenta y despiadada.

─Más allá de las imágenes truculentas del final de aquel golpe de Estado, ¿Por qué te interesaste en una historia como esta? Imagino que encontraste ciertos paralelos con la actualidad…

Los paralelismos con la actualidad o con el desarrollo político contemporáneo sí son evidentes, pero no han sido el motivo que me ha llevado a escribir sobre el tema. Los he notado en la medida en que he ido investigando. Aunque no los evidencio ni los hago explícitos desde el libro, sí dejo que el lector infiera esos vínculos o repeticiones con la política contemporánea. Mi historia con la historia la explico al inicio del libro. Hay un punto metatextual en este relato. Siempre estuve interesado en esta historia, principalmente, a través de la foto de los hermanos Gutiérrez colgados, que es un clásico. Conocí la historia desde primaria, gracias a un profesor del colegio que nos habló de aquel golpe de Estado, de Balta o del guano. Me pareció asombroso que se dieran tanto trabajo para colgar a dos personas, cuando al poder siempre le ha bastado fusilar y ser más expeditivo. Y que, además, esto suceda en el centro político y simbólico del país, y en una iglesia. Luego también que no se supiera tanto, porque era una historia muy relegada, muy subalterna. La historia siempre estuvo acompañándome, me iba enterando de cosas y las iba acumulando en mi mente. Entonces, el 2017, cuando trabajaba en El Comercio, escribía una sección de crónicas. En febrero de aquel año ocurrió la masacre del ‘salchipapero loco’, Eduardo Romero Naupay, un hombre que mató a 5 personas e hirió a otras 10 en una noche de furia en Los Olivos. Me llamó la atención que, con 5 asesinatos, fuera el asesinato en masa civil más grande del Perú. Al buscar más información me apareció la muerte de los hermanos Gutiérrez. Me llamó la atención que un hecho tan salvaje y complejo haya sido casi olvidado. Desde entonces, busqué toda la información que existía sobre eso.

─Curiosamente, y como bien dices, es un tema del que no existe una bibliografía muy abundante…

Estuve en bibliotecas, hemerotecas y junté todo lo que había. Dedicados exclusivamente al tema salieron tres opúsculos ese año (1872). Escribieron sobre el tema Guillermo Seoane, Héctor Varela y Federico Panizo, quien, muy probablemente, usó el seudónimo de “Un creyente”. En 1929 salió otro libro, escrito por Faustino Silva, que había sido testigo de todo cuando era chico. También se menciona en las memorias de Fernando Casós –secretario general de la dictadura fugaz de los Gutiérrez- que salieron en 1873, y una novela romántica que se escribió por esos años y que toca el tema. En los 70 ya de este siglo, Margarita Giesecke trata colateralmente el tema en “Masas urbanas y rebelión en la historia. Golpe de Estado: Lima 1872″. Basadre le dedica varias páginas, pero no hay nada más, apenas unas menciones en otros libros de historia.

─¿Cuál fue la parte más complicada de emprender un proyecto como este?

La mayor dificultad fue hallar fuentes y encontrar mi propia voz narrativa. Halladas algunas fuentes, algo que ha complicado y, a la vez, ha enriquecido el texto y el trabajo en general es la contraposición de las versiones. Sobre lo que dice un autor, otro puede decir exactamente lo opuesto. Lo que dice un periódico es totalmente distinto a lo que dice otro, aunque salgan publicados a la vez. Entonces, parte de la dificultad del relato ha sido aunar todas esas voces para poder ensamblarlo. Durante la pandemia me tuve que enfrentar a la situación de cómo escribir el libro, lo cual cuento también allí, porque decidí hacer como una crónica, pensé también una novela. Hablo allí sobre las diferentes formas en que pensé plantearlo. Al final, lo que hice fue aprovechar las voces de todos los autores. El problema lo convertí en una opción, que fue samplear las voces e intervenir cuando estoy o no de acuerdo, tratando de darle forma o amarrarlo todo y que no sea un pastiche y que tenga un hilo. Hacer una narración fragmentaria, pero continua.

─¿No pensaste en libros similares, como Soldados de la Salamina?

No pensé en ninguno. Me impuse no pensar en ningún referente. Evité la relectura de cosas que me hubiesen provocado, como Javier Cercas, Emmanuel Carrère, o Laurent Binet y HHhH. Tuve la tentación de leerlos, pero no quería ser contagiado. Más bien, cuando el libro ya existía en sus primeros manuscritos, el mismo Jerónimo Pimentel, su editor, me dijo que le sonaba a “Anatomía de un instante”, también de Cercas, lo cual es un honor. Ambos tienen esta cosa de desmenuzar al detalle un suceso. Pero no me preocupa definir el libro dentro de un género, ver si es novela sin ficción, crónica, no me interesa, me gusta que sea así. Es no ficción de hecho, aunque algunos se debatan entre “novela de no ficción” o “crónica”.

─¿El golpe de estado de los Gutiérrez se inicia necesariamente por una pérdida de privilegios que tendrían los militares ante la llegada del civilismo?

La razón casi nunca es una sola, pero sí es la principal, me parece. Pardo es un personaje verdaderamente complejo. parecía reunir todo lo necesario para ser presidente. Estaba destinado a ser un gran estadista, el primer presidente moderno civil, pero las elecciones de 1871 fueron muy complicadas. Además, el Partido Civil, que él representaba, “casualmente” se crea justo cuando los consignatarios pierden la concesión del guano. Ahí se crea la Sociedad de Independencia Electoral. Habían pasado 50 años de la Independencia y recién se acordaban de crear un partido. Parecía que era para blindarse o para recuperar privilegios. Pardo, entonces, ganó unas elecciones muy turbias por lo vinculado a los colegios electorales. Paralelamente, había una clase militar, a la que pertenecían los Gutiérrez, que siendo oficiales no tenían las mismas relaciones sociales que, por ejemplo, alguien acomodado como Balta. Los militares, entre otras cosas, usaban al ejército para el ascenso social. La inminencia del civilismo les hizo sentir que les iban a quitar lo poco que tenían, porque evidentemente iba a significar que los militares perdieran beneficios y privilegios. Además, había un lado ideológico: los Gutiérrez estaban seguros de que los civilistas no estaban capacitados para gobernar el país. La historia de los caudillos a lo largo de los primeros 50 años de la independencia es la de gente carismática que conocía todo el país y, con ese arrastre, tomaba el poder. Ellos se creían moralmente superiores para gobernar. Perder un estatus, la inminencia de un poder corruptos y la incapacidad que veían en los civiles para gobernar es lo que animó a terminar de dar el golpe. Porque esto es algo que se veía venir. Se dice que Balta estaba por dar un autogolpe, pero que se echó para atrás a último momento. Mi idea es que Tomas Gutiérrez da el golpe a su pesar. Él no ansiaba ser presidente.

─¿Sientes que el Perú no ha cambiado nada –o poco- en los exactos 150 años que han pasado de este levantamiento? En los grandes rasgos, al menos…

Es una pregunta aparentemente fácil de responder, pero no tanto. Sí hay muchos paralelismos. Un día le conté esta historia a mi hijo y me dijo algo loco: Para entender mejor el siglo XXI es mejor retroceder al siglo XIX que al XX. Es una boutade, sí, pero no le falta razón. Por ejemplo, el guano que dio 40 años de bonanza, no hizo que creciera la nación, la república, sino la riqueza de unos cuantos. Hubo signos exteriores de crecimiento, pero los pobres siguieron siendo pobres. Nunca se distribuyó nada ni mejoró la educación. Eso se parece a lo que pasó entre el 90 y el 2010 con los metales. Lo que le criticaron al fujimorismo fue que tampoco hizo nada. Por eso se caen los hospitales y todo fue tan crítico en la pandemia. El crecimiento sirvió para las cifras, pero el país no mejoró en términos de calidad republicana. Luego, hace 150 años, hubo cierta prensa comprada, del mismo modo que vimos cómo se compró en los 90, con periódicos claramente tendenciosos, compra de congresistas, corrupción, sobornos, tronchismo o transfuguismo. Había intrigantes, ladinos, estaba Henry Meiggs, que era una especie de Montesinos. Hubo banqueros coludidos con el poder, complots, intrigas, un congreso terrible, golpe, autogolpe. Sí se parece. Hubo pobres jodidos, culpables que no pagaban culpas. Muchos son los abuelos políticos de los actuales.

─¿El resultado de la guerra con Chile, iniciada apenas 8 años después, hubiera variado si otro hubiera sido el fin de aquella rebelión?

Los Gutiérrez no hubieran mantenido el poder hasta entonces, porque no hubiesen hecho una dictadura de ese tipo. Iban a llamar a elecciones. Pero sí pasó lo que pensaban al dar el golpe: cuando llegó Pardo bajó la inversión militar y eso nos debilitó en la Guerra con Chile. Los Gutiérrez, además de hoscos, tuvieron fama de valientes en combate. Eran bravos, estratégicos fieles, con mando, honestos y arrojados. Podían ser atrabiliarios en la vida ciudadana, pero en la guerra eran justos e incluso compasivos.

─¿Este libro desmitifica acaso a los Gutiérrez como violentos, ambiciosos de poder o sanguinarios?

No creo haber logrado desmitificar nada. Lo que sí rechazo es el lugar común y los Gutiérrez han caído en una generalización, como si fueran un solo ser, un solo tipo, todos redondamente bestias, patanes, sin ángulos, solo malos y brutos. No sabemos nada de ellos. No dejaron cartas, memorias, de Marcelino ni hay imágenes. Nunca hubieran pasado a la historia si no fuera por la rebelión. La historia ha sido muy injusta con ellos desde el mismo momento. Siempre es condenable un golpe de estado, pero la manera como terminaron y cómo los recuerda la historia, tras muchos eventos desafortunados, es injusta, me parece. No los admiro, me dieron pena. Se ha exagerado el juico de la historia para con ellos. Y su reclamo sucedió: el civilismo no iba a respetar los fueros de la milicia, bajaron el presupuesto y, de alguna manera, el manejo que se hizo de salitre o guano con compañías inglesas en Chile, terminó ocasionando la guerra cuando nuestra milicia estaba deprimida. El militarismo volvió, no hubo consecuencias políticas o sociales ostensibles, de ningún tipo. Lo que pasó no sirvió para nada, la gente olvidó, hubo un tácito pacto de silencio y nadie fue acusado, procesado o encarcelado por sus muertes. Lo indignante es que un hecho de tal barbarie no tuviera consecuencias.

Además…

“Una historia breve, extraña y brutal”

De Dante Trujillo

Presentación: Arequipa: domingo 6 de noviembre, 4 p.m, en el Hay Festival, junto a Carmen McEvoy, moderados por Ricardo Sumalavia (Casa Tristán del Pozo).

Lima: viernes 11 de noviembre, 7 p.m., Feria del libro Ricardo Palma, junto a Natalia Sobrevilla.



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