En tiempos en que cunden las teorías de conspiraciones, uno podría creer que el filósofo argentino su coludió con misteriosos científicos en un oscuro laboratorio de Wuhan para escribir su más reciente libro, “Filosofía a Martillazos: Tomo 2″. Increíblemente, antes de empezar la pandemia, Darío Sztajnszrajber tenía listo un libro en el que reflexiona sobre la muerte, el poder, la amistad, el tiempo. Todos temas absolutamente presentes a nuestras actuales preocupaciones, todos ellos vinculados a cómo el año 2020 y lo que va del actual nos afectó en términos de aislamiento y pandemia. Sus editores porteños le dieron la oportunidad de incorporar contenido ligado directamente a la crisis sanitaria, pero pronto desechó la idea. “En realidad, lo más interesante de la filosofía es su construcción de metáforas, formas del pensamiento siempre intempestivas, más allá de su localización en el tiempo y en el espacio”, afirma el autor nacido en Buenos Aires, y para cuyas reflexiones cita a Kant y a Heidegger, pero también diálogos en filmes como “Matrix”, “Interestellar” o “El día de la marmota”, esta última película en la que tanto podemos identificarnos en estos tiempos de confinamiento. Además de los temas de su libro, en esta entrevista le pedimos a Sztajnszrajber que reflexione sobre la crisis moral y ética generada por el ‘vacunagate’ en el Perú.
EL CONFINAMIENTO PERMANENTE
En el prólogo de “Filosofía a Martillazos 2″ sueltas una hipótesis perturbadora: ya estábamos confinados antes de la pandemia y el virus solo ha revelado el límite difuso entre lo real y lo metafórico de la palabra confinamiento. ¿Cómo lo adviertes?
Siguiendo algunas ideas que leí en textos del filósofo español Paul Preciado, creo que el confinamiento que vivimos en tiempos de pandemia como medida institucional tiene una precuela en formas simbólicas de confinamiento, subjetivas, vinculadas a una sociedad individualista. El individualismo es un tipo de confinamiento simbólico, donde el individuo piensa y se asume a si mismo como punto nodal para fundamentar lo real y, a partir de allí, establece su relación con los otros. Preciado lo dice muy claramente en un texto de marzo del año pasado: este confinamiento predispone también ciertas medidas que van mas allá de su fundamento en relación a la necesidad de cortar el contagio. Me parece que allí hay un tema: entender que toda esta situación extraordinaria también evidencia formas del orden social preexistentes y que van seguir existiendo cuando la pandemia desaparezca, como parte de nuestra subjetividad. A mí me preocupa muchísimo que la pandemia termine pero que el confinamiento continúe, plasmado en las formas exacerbadas de relación con el otro. Formas que van a continuar con la anulación del otro en pos de la salvaguarda individual.
Señalas que la filosofía, al igual que la literatura y el arte, solo nos provoca un estado de conflicto, angustia y zozobra. ¿Ante la muerte, podemos encontrar consuelo en la filosofía?
Habría que discutir qué es consuelo. Si el consuelo en su definición más tradicional tiene que ver con cierta sensación de contención afectiva, me parece que no. No brinda marcos de contención tradicionales, la filosofía no es ni un abrazo ni un clonazepam. Es, básicamente, adrenalina y experiencia de libertad. Lo que hace la filosofía frente a la muerte es liberarnos de los formatos instituidos en los que hemos sido arrojados para confrontar la experiencia de la muerte. Nos permite salirnos de los lugares comunes, de pensar a la muerte como algo negativo, con el objetivo de evadirla, de ocultarla. Tanto por allí como todas las recetas metafísicas que intentan evadir la muerte con la promesa de que la vida continúa por otros medios. Ahora, si hay un consuelo en la experiencia de la libertad, puede ser. Pero más que un consuelo es una erotización, en el sentido de sentir que uno puede construir su propia lectura de las cosas.
En tu ensayo sobre el tiempo, citas una película como “El día de la marmota”, que pareciera dar cuenta de nuestro actual confinamiento e incertidumbre. Nos sentimos tan hartos como Bill Murray, quien vive en un ciclo de tiempo, viviendo un día igual al otro, con el mismo asombro y horror. ¿Cómo crees que este filme define la actualidad?
Mi gran desajuste con “El día de la marmota” es el final. Me cuesta aceptar que porque Bill Murray hizo las cosas bien pudo salir de la circularidad del tiempo. La discusión allí es ¿qué significa hacer las cosas bien? Lamentablemente, lo que él termina haciendo está más cerca de una lectura hegemónica del bien, que de la posibilidad de desplegar su propio deseo. En ese sentido, no podemos no comparar esta película con un texto de Nietzsche donde plantea la idea del eterno retorno. No esta interviniendo en una discusión científica sobre el tiempo, sino que está ligado a un imperativo ético: ¿Qué pasaría si uno estuviera condenado a vivir todos los días eternamente, del mismo modo que los viene viviendo? Esa pregunta hace que uno decida como quiere vivir su presente. Toda esta teoría del eterno retorno lo que nos hace pensar es en elegir un tipo de vida que priorice el deseo, pero no el deseo que se nos direcciona sino aquel que pueda escapar a esos condicionamientos.
Hablando de imperativos éticos: en el Perú vivimos un escándalo llamado ‘vacunagate’, en que una serie de vacunas dedicadas a la investigación fueron administradas a una minoría de privilegiados. ¿Cómo puede darse esta crisis en que parece que no podemos separar el bien y del mal?
Desconozco lo que sucede en el Perú, por lo que mi respuesta no estará directamente ligada al ‘vacunagate’. Dicho esto, creo que el gran problema de la ética es que, en general, se le exige resoluciones desde categorías que están en crisis. Lo que nunca nos terminamos de cuestionar es qué define el bien y el mal. Son estas definiciones lo que está en crisis. Uno pretende rescatar lo bueno y lo malo cuando la degradación de ambos conceptos ha sido consecuencia de sostener la ética tradicional. Lo interesante no es pensar porqué la ética está en crisis sino cuánto es responsable de su propia crisis. Porque en nombre del bien se han cometido los más grandes exterminios de la historia. Si le preguntas a los peores dictadores del siglo XX por los fundamentos de sus acciones, siempre te dirán que su intención fue salvar al mundo o a su pueblo. Nietzsche decía que la diferencia entre los buenos y los malos es que los buenos “somos siempre nosotros”. Lo que uno busca es un cuestionamiento más profundo. En ese sentido, me interesa una obra como la de Hannah Arendt, una pensadora del siglo XX, con el caso de Eichmann, cuando postula su polémica idea sobre “la banalidad del mal”, dando cuenta de que, muchas veces, el ser humano realiza un montón de acciones claramente negativas pero de cuyas causas no se hace cargo. Hay causas que no necesariamente condicen con las consecuencias. Como cuando, por ejemplo, en la Argentina se le preguntaba a los torturadores de la dictadura las razones de su violencia y ellos decían “estamos cumpliendo órdenes”, “estamos haciendo nuestro trabajo”. Cuando un trabajo con un salario medio se convierte en la causa de que alguien torture a 20 personas por día (y a veces tortura a 25 porque recibe un sobresalario por productividad), hay algo en la lógica del bien y del mal que está en crisis. Estamos en tiempos en que es necesario una revisión a fondo de los conceptos éticos. Pero para ello, lo primero que tenemos que cuestionar es a qué llamamos el bien y el mal.
Hablar del bien y del mal, es también hablar de morales e inmorales. ¿Tenía razón Ortega y Gasset cuando proponía más bien evitar vivir “desmoralizado”, planteando una sociedad “alta de moral”, decidida a abordar los retos de la vida cotidiana? ¿La “desmoralización” general explica esta crisis ética?
Yo cuestionaría las definiciones instituidas acerca de lo que es lo moral y lo inmoral, lo bueno y lo malo. Creo que nos debemos esa discusión. Porque si no, estaríamos dando diferencias taxativas. ¡Lo interesante que nadie se asume como malo! Solo los encontramos cuando buscamos entre personajes de ficción. El Joker en Batman, por ejemplo. Un personaje clave que incluso disfruta haciendo el mal. La tradición bíblica coloca el mal en el diablo. En ambos casos, hay una vocación por el mal en personajes ficticios. Al mismo tiempo, y esto es lo loco, el mal está erotizado, ligado a una fruición, a un deseo. No te olvides que venimos de una tradición platónico-cristiana que asocia el mal al cuerpo, al deseo, al placer, a lo ambiguo, a lo que rompe con los mandatos trascendentes. La idea del bien y lo moral está ligada a una especie de vida espiritual, ligada a mandatos previos que uno no elige. Una normatividad que nos excede y que supone una sociedad tradicional, de privilegios, que sostiene un cierto status quo.
¿Por otro lado, cómo ves la aparición de grupos antivacunas que desconfía de la ciencia? ¿Crees que la ciencia también tiene parte de responsabilidad al ser incapaz de divulgar sus principios entre la gente?
Una de las instituciones más revalidadas es la ciencia. Pero eso significa que venia de un lugar bastante conflictivo por su incapacidad comunicacional, de divulgarse, y también por cierto lugar de supremacía en las que ciertas instituciones se han colocado, generando una relación binaria y jerárquica con el resto de la sociedad. Sin embargo, creo que estos tiempos nos han permitido reconocer con más intensidad el mundo de lo científico. Hoy te das cuenta que, en el sentido común de la ciencia, el ensayo y el error, lo provisorio, lo hipotético, es mucho más claro de lo que después se ha construido históricamente. Los que menos creen que la ciencia está subida a un pedestal son los científicos y los que más ponen a la ciencia en ese pedestal es la sociedad civil que la piensa como sucedánea de lo religioso. También es cierto que al interior de la comunidad científica hay de todo.
¿Me puedes dar un ejemplo sobre esa idea religiosa de la ciencia?
Por ejemplo, el tema de la llegada de la vacuna. Se la sigue leyendo como un acontecimiento religioso. Todos estábamos esperando “el milagro” de la vacuna, “rogamos”, “clamamos” y “oramos” para que la vacuna funcione. La idea que tenemos de la ella es casi absoluta, se supone que nos ponchan el brazo e inmediatamente nos curamos, como si fuera Jesús sanando a los leprosos. Esa narrativa religiosa con la que se inviste la actividad científica es muy negativa para la ciencia. La ciencia trabaja de otra manera, de una manera mucho más contingente y contradictoria. Entender ese funcionamiento me parece positivo.
LA MUERTE Y EL CLIMA
En tu ensayo sobre la actualidad, haces un análisis crítico del periodismo, cuando por seguir lo actual no se detiene a pensar.
Me pareció interesante desplegar en el libro las diferentes narrativas con las cuales se puede analizar lo real, entendiendo que hay una predominancia del lenguaje periodístico. Y quise compararlo al momento en que la filosofía se pregunta sobre la actualidad. Uno de los grandes epítetos negativos que recibe la filosofía es que siempre está hablando de cualquier cosa y que nunca se hace cargo de la coyuntura. Y no creo que la crítica sea justa. Lo que cuestiona justamente es por qué algo se construye como “coyuntural”. Lo propio del discurso filosófico es entender cómo una sociedad atravesada por relaciones de poder decide que algo sea actual. Lo actual no es un concepto denoscriptivo sino prenoscriptivo, normativo. Aquel que plantea algo como actual lo está estableciendo, porque ilumina una parte de la realidad y arbitrariamente oculta otras.
En tu libro comentabas cómo los medios suelen llamarte para que opines de todo, hasta de fútbol o farándula. Sin embargo, nunca como ahora los temas de la filosofía y los que organiza un editor periodístico confluyen. ¿La cercanía con la muerte ha transformado la formas de pensar de los medios?
El problema allí es el dispositivo previo. Si algo no ha tenido la filosofía es una estancia para pensar la muerte. Todo lo contrario, hasta te diría que la filosofía es un acto de demora, no hace otra cosa que pensar la muerte para que la muerte no llegue. El problema por eso tiene que ver con desde qué lugar un medio aborda el tema, marcado por la premura, el pensamiento binario, la indignación, buscando responsabilidades para generar una especie de estupor general. Hay un guion premio de formato, donde después las noticias terminar por encajar. En ese sentido, distingo la lógica de los medios de la vocación periodística, del mismo modo que puedo distinguir la vocación docente de las normativas institucionales y burocráticas de la escuela, por ejemplo. Fíjate: aquí en Argentina, todos los medios televisivos, a diario, al lado de las noticias sobre el clima, ponen los números de los infectados y los muertos por Covid. Son cifras que se han normalizado. Y eso es lo que está bueno cuestionar. ¿Porqué hay una necesidad de circular de esa forma esos números? Allí hay algo sobre la muerte que se evade. El acontecimiento del morir no puede reducirse a eso.
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