"No ficción" de Alberto Fuguet desconcierta [CRÍTICA]
"No ficción" de Alberto Fuguet desconcierta [CRÍTICA]

En asuntos como el posicionamiento editorial de nuevas tendencias, nada es sagrado. Hoy, la autoficción (el yo-autor-centro) es una indiscutible protagonista; mañana, seguramente otros productos –que están gestionándose hoy en confortables oficinas de mercadeo y no en los feudos del creador– empezarán a cubrir el horizonte con el impetuoso surgimiento de las “figuras”. Ellas se convertirán en sumos sacerdotes para encandiladas y largas filas de aspirantes. Bajo estas condiciones, serán escasas las obras perdurables –ya lo ha sugerido Ricardo González Vigil en su recuento anual de la revista “Caretas”–.

Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1964) apareció cual vendaval mediático hace un par de décadas. Representaba, con obras llamativas, impertinentes y prometedoras –“Mala Onda”, “Por favor, rebobinar” o “Tinta roja– las justas ínfulas de una generación de autores urbanos, hastiados de los paradigmas del aquel influyente boom latinoamericano de los sesenta (García Márquez, Fuentes o Cortázar), y se reivindicaba a alguno de estos padres fundadores como modelo a seguir (Vargas Llosa). En su deseo febril por consolidar disfuerzos parricidas –la antología McOndo, perpetrada por el escritor chileno, es notorio ejemplo–, o marcar distancias y regar territorios frente a una manera de concebir la literatura, las fórmulas mágicas de la posmodernidad se colaron por todos los resquicios. Cuentan que un horrorizado José Donoso llegó a expulsarlo de su prestigioso taller, donde supuestamente aleteaban los predestinados. El hecho significó un valor adicional para ese atrevido kamikaze de los inicios.

“No ficción” (2015), la última novela del autor, en principio desconcierta. Alguien con cierto prontuario de lecturas cuestionará que se haya lanzado un libro de inferior calidad en cuanto a lo demostrado por AF en sus entregas anteriores. Y en segundo término, desilusiona, luego de haber sido celebrado con bombos y platillos, pues su planteamiento y escritura no justifican tama- ñas comparsas o coros ditirámbicos. Relata la crónica de un amor homosexual conducente al fracaso, suscitado entre un famoso narrador y cineasta y su gris compañero de aventuras, al cual el destino le ha negado toda la prosperidad y éxito del que goza su amigo. Una atracción física siempre flotó en la atmósfera.

La historia pretende convertirse en un ajuste de cuentas; el celebérrimo Álex, quien ha asumido recientemente una identidad gay, es un dechado fatigoso de reproches dirigidos a Renzo, quien fuera su colaborador en proyectos fílmicos. El motivo de los airados ataques se enraíza en la negativa del segundo a no haber avanzado más allá de las caricias afectuosas, negándose a mantener fogosas relaciones sexuales con el maestro y guía. El telón de fondo es la urbe santiaguina y su fauna de satélites bohemios, freaks, neuróticos y bipolares.

El texto discurre sobre diálogos fragmentarios que reproducen los encuentros y desencuentros de los protagonistas en diversos momentos de aquella accidentada vinculación. Pero estas conversaciones, pobremente elaboradas y repetitivas, hacen del fluir discursivo algo monótono o de cuestionable aporte a las intenciones aparentes: jugar con los límites entre lo real y aquello que no lo es –o que debió ser–.

No es la coprolalia desenfadada y cruda lo que provoca estos inconvenientes, por supuesto, sino la ausencia de matices o sugerencias. Todo luce expuesto ante nuestros ojos mediante un esquematismo que convierte a los personajes principales en simples estereotipos o caricaturas de aquello que, por naturaleza, supone un patético drama: el de la aceptación de uno mismo en sociedades homofóbicas y patriarcales, todavía poco abiertas a la tolerancia y al respeto por las diferencias o las opciones. “No ficción” podría impresionar a los noveles; sin embargo, está bastante alejada de la hondura de clásicos como Puig, Arenas o Sarduy, excepcionales pioneros y artistas de la temática.

AL DETALLE:

Autor: Alberto Fuguet
Editorial: Literatura Random House, 2015
Páginas: 174
Tiempo de lectura: tres días

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