Gabriel Gargurevich: "La objetividad periodística no existe"
José Silva

Ninguna crónica escrita por Gabriel Gargurevich es igual, pero todas son igualmente buenas. Nacido en 1975, este periodista y músico acaba de publicar “8 mujeres: retratos de peruanas que encontraron el éxito (y el poder)” (Aguilar, 2015).

La obra recoge perfiles que el autor realizó a lo largo de los últimos años a Eva Ayllón, Stephanie Cayo, Nadine Heredia, Susana Eléspuru, Lourdes Flores Nano, Magaly Solier, Kina Malpartida y a Natalia Málaga.

Desde el vóley, la música, la política o el cine, cada una de estas féminas trascendió y dejó huella. Y para bien o para mal, todas se cruzaron con Gabriel Gargurevich, un acucioso periodista, capaz de llevar a sus entrevistados a la comodidad más absoluta para, con precisión y encanto, obtener de ellos verdaderas revelaciones.

Conversamos con el autor de “8 mujeres”, quien actualmente viene trabajando una tesis titulada “Paradojas de la intimidad”.

-En la introducción del libro reflexionas sobre las formas de hacer periodismo. ¿Se puede obtener grandes confesiones de un personaje sin necesariamente avasallarlo o ‘golpearlo’ en la entrevista?

Sí, por supuesto que sí. Creo que las entrevistas confrontacionales están más que todo en el ámbito político. Cuando hay una demanda pública por determinada información, creo que ahí sí ameritaría tener un estilo más confrontacional. No es mi caso, claro. Así sean entrevistas políticas, yo tengo otra estrategia para obtener información. En lo personal me gusta llevar a los entrevistados a lugares cómodos donde se sientan bien y puedan soltarse. Ahí creo que pueden surgir respuestas o información interesante, incluso cuando se les hace preguntas aparentemente irrelevantes, que podrían sonar simples, pero que al final te dicen mucho. Una vez entrevisté a una cantante famosa y le pregunté si creía ser guapa. Ella se molestó y me increpó por ‘hacerle preguntas banales y frívolas’. Reacciones como esa te perfilan al personaje y te dan una información relevante.

-En el caso del perfil de Eva Ayllón, siendo ella una diva de la música criolla, da a conocer ciertas carencias personales. Cuando confiesa no dominar el inglés tras muchos años intentándolo hablar, o cuando te menciona mal algunos títulos de libros, pero se esfuerza por ahondar en el tema. ¿Qué rescatas de la nota con Eva?

Rescato su personalidad avasalladora. Ella es el típico ‘héroe’ que le gusta al público en general. Uno siempre busca héroes que empezaron desde abajo, que la pasaron difícil y ahora están en el estrellato. Eva Ayllón es el paradigma de la heroína. Está posicionada en este estereotipo pero lo rompe con su personalidad. Es como si a su edad ‘no le entraran balas’. Pero también tiene un lado muy tierno, muy cálido. Por ejemplo, ella colecciona muñecas porque no las pudo tener cuando era niña. Se le ve una persona muy sensible y cálida.

-¿No eras amigo de Stephanie Cayo al momento de entrevistarla?

No. Ocurre que en el libro hay varias entrevistas a Stephanie. En distintos años y lugares. A ella la conocí en 2007. Fui a entrevistarla como lo hago con cualquier de sus colegas. Pero me sorprendió porque no era ‘una actriz más’. Ella me reveló una inteligencia inusitada, sobre todo en las estrategias que planteaba y que luego se me revelaron para poder llegar a donde ella quería llegar. No es una trepadora, sino una chica que tiene bien claro a dónde pisar para cumplir sus objetivos. Y todo eso revestido de un espíritu noble, carismático, bondadoso y de una belleza espectacular.

-Al leer el perfil sobre ella, me da la impresión de que vive en una pequeña y mágica burbujita en la que lograste ingresar por un rato. Y se nota mucho cuando se habla del amor…

En el caso de Stephanie Cayo jugó mucho esto que dice García Márquez, que una entrevista es como el amor, que hay que estar enamorado del personaje. Y yo siempre voy enamorado de los personajes que entrevisto, porque me informo de ellos y porque voy con las ganas de saber su historia personal. En el caso de ella esto se sobredimensionó por la belleza que posee. Entonces, si yo voy enamorado a cualquier entrevista, a esta con Stephanie iba al borde del suicidio por amor.

-Escribiste un perfil sobre Nadine Heredia . En una parte ella dice que ‘animó’ a Ollanta antes del levantamiento de ‘Locumba’. Esto fue utilizado por los enemigos del mandatario para decir que este no tenía pantalones. ¿Puede un perfil destruir o humanizar a un personaje?

Realmente lo puede sepultar, pero uno tiene que ser honesto con lo que ve, con lo que escucha y con lo que recuerda. Ya sabemos que la memoria no es muy exacta a veces y uno recuerda lo que quiere recordar, pero uno tiene que ser honesto consigo mismo, con su mirada. La objetividad periodística no existe, es una falacia. Yo creo que el periodista debe subrayar su subjetividad con su mirada. A veces sí me ha pasado que el entrevistado no queda contento con su perfil o con su retrato, se molesta y me llama. Eso no deja de ser duro para mí, es algo con lo que debes lidiar. Y cuando sucede lo contrario, pues eso es para mí una inmensa alegría. Creo que uno es dueño de lo que calla y de lo que habla. Los personajes deben tener cuidado con lo que quieren contar y hasta dónde quieren llegar. Y si cuentan algo solo para el periodista deben aclarar que es ‘off the record’ para que no salga publicado.

-También trabajaste un perfil de Lourdes Flores en plena campaña municipal. El texto parece el recorrido de una persona que creía tener la elección ganada y luego pierde, para algunos por el ‘potoaudio’. ¿Cuál es la percepción que tienes de una mujer así, con casi 35 años en la política?

La conocí en épocas de campaña. Y ya sabemos que en esos momentos los políticos están siempre como si estuvieran grabando un comercial de televisión. Siempre van impostando su voz y levantando los dedos. Eso sí, quizás vi un atisbo de su esencia cuando hablamos a solas en su vivienda. Fue una entrevista cara a cara y hablamos de su familia, de por qué no tuvo hijos. Ahí sí noté algo de melancolía. Por momentos también durante el recorrido de campaña noté algo de hartazgo, que quería mandar todo al diablo e irse a la playa de vacaciones. Por ahí conversando con una asistente suya me decía que (Lourdes) gritaba un poco, que perdía la paciencia. Entonces, ya eran ciertos rasgos que podrían quizás revelar cierta frustración, tanto en la vida personal como en la vida política. Ya sabemos que le dicen ‘la eterna perdedora’.

-¿Cuando inicias el proceso de una crónica vas con una idea clara de lo que quieres o es algo que recién se va formando durante el trabajo?

Definitivamente me informo mucho sobre los personajes. Procuro hacerles un seguimiento, justamente para que salgan cosas que normalmente no salen. Algunas veces me dejo llevar y otras preparo preguntas que luego no utilizo. Simplemente voy viendo cómo salen las cosas, y a veces sale algo más interesante. Aunque por ejemplo en el caso de Nadine Heredia sí tenía un cuestionario muy definido con varias preguntas.

-¿Qué claves recomendarías seguir para escribir una buena crónica?

Primero tienes que informarte mucho sobre el personaje. Sería ideal sorprenderlo con un dato inesperado. Eso genera empatía. Además, considero importante que esta información pueda generar interés en ti como periodista. ¿Qué podría estar pasando por la cabeza de tu entrevistado? Para mí es fundamental ir 'enamorado' del personaje. Así empieza una especie de idilio y podrás percibir sus emociones. Como tercera clave creo que se debería generar escenas con el personaje: acompañarlo a sus actividades cotidianas te puede servir para ello. Asimismo, busca entrevistar a familiares y conocidos del personaje. Por último, prioriza la información recogida para dosificarla correctamente en tu texto.

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