La francesa que relató como nadie el vía crucis de la donación de órganos
La francesa que relató como nadie el vía crucis de la donación de órganos
Enrique Planas

El joven Simon Limbres ha muerto corriendo tabla. La situación es urgente y la escritura lenta: en su relato que comprende apenas 24 horas, la escritora francesa (Toulon, 1967) expone con fría poesía una carrera médica contra el tiempo: la necesidad de contar con el corazón del joven fallecido para que Claire, una traductora parisina de 52 años, sobreviva.

Con "Reparar a los vivos", multipremiada novela que se enquistó 43 semanas en la lista de los libros más vendidos de Francia, De Kerangal nos lleva por salas de reanimación y asépticos quirófanos para revelarnos el complejo proceso de un trasplante cardíaco. Una escena resulta esencial: aquella en que Thomas Remige, especialista en trasplantes, debe convencer a los padres del fallecido. "La impertinencia es enorme, pues lo que hace el experto es ingresar en la intimidad de la familia y hacerles preguntas. Ellos aún están en shock, pero deben decidir si donan o no el corazón de su hijo", explica.

Para escribir esa escena, una de las principales figuras del en Arequipa entrevistó a un coordinador de trasplantes real. Para construir al resto de personajes de su novela, sin embargo, se entregó a la ficción.

— Cuando escribes una novela, ¿cuál es el punto medio entre lo que investigas y lo que inventas?
Mientras más me documento, más puedo imaginar. En mi trabajo, la investigación libera la ficción. Pero tengo límites. En "Reparar a los vivos", por ejemplo, del coordinador de trasplantes, me interesaba su trabajo, sus gestos, sus acciones. Pero no busqué conocer la intimidad de los protagonistas de un trasplante, ni su psicología. Todo eso es mi dominio como escritora, es lo que debo inventar.

— Quien recibe un trasplante, debe esperar a que un joven muera para que él pueda vivir. ¿Qué piensas de este dilema ético?
Es el corazón mismo del libro. Al escribir me centré en el acto de donar, no de quien recibe. En la adaptación de la novela al cine, la directora Katell Quillévéré decidió centrarse más en el tema del sobreviviente. Para mí, ese acto de dar tiene connotaciones políticas, éticas, antropológicas. Tiene que ver con la representación del cuerpo y de la muerte. Es una operación fascinante, pues le quita al corazón su privacidad. Es la sociedad la que decide qué hacer con este órgano para salvar otra vida. Por otra parte, la tragedia de Claire, salvada al recibir el corazón, radica en su incapacidad de dar las gracias. En Francia, la legislación establece un estricto anonimato del donante. Ella sabe que un joven ha muerto para salvarla, pero nunca podrá agradecerle.

— ¿Crees que es injusta la legislación francesa?
En Francia es posible saber de dónde proviene el donante y su sexo, mientras que en Canadá es posible conocer a la familia del fallecido. Pero con esta restricción, la ley francesa atiende relaciones entre donantes y receptores que pueden volverse perversas e incluso peligrosas. Lo interesante de la ley francesa es que da la posibilidad a negarte a donar. Cuando las donaciones se realizan de manera predeterminada, esto se vuelve algo bárbaro, se promueve la automatización de los trasplantes. Y terminamos considerando al cuerpo como un almacén orgánico. La ley francesa hace obligatorias estas conversaciones entre la familia de la víctima y el representante de la institución médica. Es apasionante ahondar en estos temas.

— Más que contar historias, señalas que escribir es para ti una experiencia con el lenguaje. Al respecto, me sorprende que la palabra "corazón" aún mantenga su poder tras tantos malos poemas y melodramas...
Estoy de acuerdo. El corazón es el órgano que más intensamente conserva esta doble dimensión, física y simbólica. Desde el cristianismo hasta los grandes textos épicos de caballería y del amor cortés, uno de los pilares de la literatura tradicional francesa. En francés, 'coeur' (corazón) es la raíz de palabras como 'courage' (coraje) o 'cordialité' (cordialidad). Es una palabra polisémica, con muchos estratos de sentidos verbales y visuales.

— Sé que los recientes atentados terroristas en París sucedieron muy cerca de tu casa...
El atentado del 7 de enero ocurrió en mi barrio, y dos días después, a dos calles. Esa noche, todos los periodistas tuvieron que quedarse en mi casa, porque la policía cerró todas las calles. Fue horrible salir y ver a la gente en el suelo, sentir miedo por los vecinos y los niños. Fue una noche terrible.

— ¿El tema de la violencia terrorista aparecerá en tu obra?
Sí. Pero la cuestión es cómo un escritor de ficción puede abordar un tema político sin convertir lo literario en discurso. No creo en la literatura instrumentalizada. Pero yo escribo sobre lo colectivo, sobre el trabajo, sobre lo contemporáneo, y creo que es importante tomar la palabra para abordar lo que está pasando.

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