A pesar de su innato perfil bajo, el crítico, editor y catedrático fue una de las figuras más influyentes de la literatura peruana en el último medio siglo. Murió ayer a los 88 años. (Foto: El Comercio)
A pesar de su innato perfil bajo, el crítico, editor y catedrático fue una de las figuras más influyentes de la literatura peruana en el último medio siglo. Murió ayer a los 88 años. (Foto: El Comercio)
Enrique Planas

Nadie podía creerlo cuando lo dijo. Era la presentación del tercer tomo de "La palabra del mudo" de Julio Ramón Ribeyro, publicada por Milla Batres en 1973. En presencia del autor, disparó con franqueza: "Soy la persona menos calificada para opinar sobre narrativa". Ante el estupor general, el crítico compartió entonces un "terrible" mea culpa: confesó que había sido él uno de los responsables de rechazar "El testamento", cuento de Ribeyro que había llegado a la redacción de la revista literaria "Gleba" y que le fuera devuelto sin más.

Pero la revelación no quedó allí. El crítico recordó además su primer encuentro con otro escritor imprescindible: fue en una reunión de la revista "Letras Peruanas", dirigida por Jorge Puccinelli, en la mezzanine de un restaurante taurino ubicado en la plazuela del Teatro Segura. Oviedo discutía acaloradamente con su colega Alberto Escobar sobre una obra teatral de Sebastián Salazar Bondy recientemente estrenada, cuando los interrumpe el historiador Carlos Araníbar para presentar al grupo a un joven bien peinado, un escritor inédito que traía un cuento para ser escuchado por el exigente auditorio. Se llamaba Mario Vargas Llosa.

En una entrevista ofrecida a Jaime Vargas Luna para la Casa de la Literatura, el crítico recuerda que al terminar de leer su cuento, Vargas Llosa se estrelló contra un silencio unánime. Oquendo y Escobar retomaron su discusión como si no hubiera pasado nada. Años después, en "El pez en el agua", el Nobel recordaría aquel incidente como uno de los momentos más vergonzosos de su vida.

Tras confesar ambas anécdotas en la mesa de presentación ribeyriana, Oquendo repitió: "Soy la persona menos calificada para opinar sobre narrativa, pues rechacé a los dos mejores narradores que tenía el Perú".

Para el escritor Fernando Ampuero, esta anécdota refleja el humor, la ironía y la humildad del crítico nacido en el Callao en 1930. “Parecía un tipo soberbio, pero al contrario, era un hombre muy discreto, siempre en su lugar", señala.

Hace una semana, el crítico literario fue internado en una clínica local, y falleció la madrugada del martes en su casa de Miraflores, acompañado de sus cuatro hijos. Por órdenes dejadas por el mismo Oquendo, no habrá ceremonia fúnebre. Es lo que quería un hombre que llegó al mundo y a la literatura discretamente, y que se retira de la misma forma.

LA PALABRA CERCANA
Crítico literario, editor y profesor universitario, Abelardo Oquendo Cueto fue, a pesar de su innato perfil bajo, una de las presencias más influyentes de la literatura peruana en el último medio siglo. Para muchos, un amigo íntimo, reservado, incapaz de prodigarse en elogios. Un hombre que cultivó esas formas ya en extinción en nuestro mundo del autobombo y el 'selfie'. Ejemplo de pudor y sobriedad, Oquendo cultivó la crítica sin snobismos académicos, lejos de discursos crípticos y construcciones intelectuales que alejan a los lectores profanos. Practicante de la frase sencilla y esencial, dirigió a mediados de los años 50 el suplemento El Dominical de este Diario, al lado de otro crítico notable: José Miguel Oviedo.

EL CRITERIO Y EL GUSTO
Entrevistado por una radio local, su compañero de aventura en "Hueso Húmero", el periodista y crítico Mirko Lauer, rescató de Oquendo su criterio y su buen gusto como las características que le sirvieron de brújula en muchísimos proyectos culturales.

Entre todos ellos destaca la seminal "Literatura", revista realizada junto con Luis Loayza y Mario Vargas Llosa, en la cual Oquendo (llamado el 'Delfín' por ambos colegas) jugaba a ser el fiel de la balanza entre un Vargas Llosa (a) 'El Sartrecillo Valiente' que propugnaba una revista "comprometida" socialmente, y un Loayza (a) 'El Borgiano de Petit Thouars' que anteponía la imaginación pura a la realidad.

Años después, Oquendo se convertiría en el brazo derecho del poeta Emilio Adolfo Westphalen en "Amaru", mítica revista cultural editada por la Universidad de Ingeniería. Sin embargo, no hubo esfuerzo tan longevo como "Hueso Húmero", publicación literaria fundada en 1979 por Oquendo, Lauer y el poeta Mario Montalbetti, con los recursos de la editorial Mosca Azul que dirigían. La revista supo sacudirse de las retórica propia del estructuralismo y la semiótica de entonces, durante 68 números publicados a lo largo de casi 40 años.

A estas facetas debe sumarse su papel de editor, responsable de la primera poesía reunida de César Vallejo, publicada junto con Georgette de Vallejo, así como de antologías tan memorables como "Narrativa peruana (1950-1970)", que visibilizó a la notable generación de escritores peruanos de posguerra, desde un autor ya internacionalizado como Vargas Llosa hasta el muy poco difundido Eleodoro Vargas Vicuña.

PUBLICACIONES
Breve manual de puntuación y acentuación (1969)
Una obra didáctica y muy práctica que no supone conocimientos de lingüística en el lector.

Narrativa peruana (1950/1970) (1972)
Un verdadero canon de la literatura peruana de la década de los 50, un vistazo a ese nuevo país que empezaba a renovar su lenguaje.

Surrealistas y otros peruanos insulares (1973)
Escrito junto con Mirko Lauer, estudia y antologa poemas de César Moro, Oquendo de Amat, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, entre otros.

Un mundo de demonios y de fuego (1993)
Oquendo selecciona textos de José María Arguedas que establecen relaciones entre el mundo de su narrativa y el real.

Hueso húmero
Editada desde junio de 1979 por Abelardo Oquendo, Mirko Lauer y Mario Montalbetti, la revista es un referente de nuestras letras actuales. Cuenta con 68 números publicados y el numero 69 listo para entrar a imprenta.

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