Jeremías Gamboa: Descubrí mi vocación tarde y con gran urgencia
José Silva

Ser humano humilde, profesor exigente y escritor talentoso. De esta forma puede resumirse quién es . Le pedí una entrevista al autor de “Contarlo todo” pensando en que la charla no se extendería más de 15 minutos. Sin embargo salimos del café y caminamos charlando un buen rato más sobre literatura y periodismo.

Mientras muchos esperan que Jeremías publique lo más pronto posible un nuevo libro, la verdad es que las cosas no son tan fáciles. El creador de Gabriel Lisboa se toma la escritura con calma, aunque admite que su historia debe tener una secuela.

De “Contarlo todo” se ha dicho lo suficiente y probablemente pueda resumirse todo en que es uno de los más valiosos libros publicados por un peruano en los últimos años. Su autor logró algo en lo que cientos sucumbieron: contar con destreza el proceso a través del cual un hombre se convierte en escritor.  

Aquí nuestra charla con Jeremías Gamboa, a propósito del lanzamiento de la edición Debolsillo de su primera novela.

-Existen colegas periodistas que siempre han trabajado en web y a los que tu libro les podría parecer escrito sobre una realidad de hace cincuenta años. ¿Cuán complicado es imaginar un mundo como el de “Contarlo todo” si hoy existen más periodistas tuiteros que bohemios?

Creo que el valor de “Contarlo todo” no es hablar de lo actual. La novela trata de lo que prevalece y persiste, que no es el mundo periodístico sino la ansiedad de estar en tu primer trabajo, la ansiedad de no saber qué hacer en una situación nueva o el momento en el que estás en un mundo sin tus padres o en un momento en el que te sientes huérfano. Escribí sobre una Lima que había dejado de existir. Una vez me propusieron hacer un documental sobre “La Lima de ‘Contarlo todo’”. Cuando fui con el equipo de producción a las locaciones ya todo había cambiado. De la Lima nocturna de mi novela solo queda El Sargento y La Noche. Hay muchos espacios que ya desaparecieron. Considero que el periodismo ha cambiado mucho. Llegué a alcanzar la última generación de periodistas románticos y me siento orgulloso de eso. Además en un momento de una enorme lucha cívica del periodismo contra el gobierno de Fujimori en la época de “Caretas” del año 95. Sentí que eso debía ser contado.

-"Contarlo todo” me dejó la impresión de ser un camino inverso al que muchos transitamos. Solemos primero desordenarnos en la juventud y luego enderezar el camino y tener un buen trabajo con el paso de los años. En tu novela pasa al revés: primero el chico tiene logros y luego es que se desbarranca.

Me encanta esa lectura porque se enfrenta a la que algunos críticos prejuiciosos hicieron del libro. (Decían) que (Gabriel) era un personaje que más bien se acomodaba al tejido social. Y mi protagonista más bien se descalabra sobre el final, lo trasgrede. Rechaza los trabajos que le ofrecen, el ascenso social. Esto no es “Asu Mare”. Creo que es un recorrido que se traza en función de las primeras ideas que tuve sobre el libro. Y una de ellas era la ilusión inmensa de escribir una novela en la que se cuente cómo alguien se hace escritor. A mí me costó mucho. Empecé a leer incluso muy tarde. Descubrí mi vocación tardíamente y con enorme urgencia.

-Si no la encontrabas probablemente hubieras terminado de…

No tengo la más mínima idea [risas]. Creo que esa premisa está un poco en lo que estoy escribiendo ahora: el imaginarme la vida si no hubiera encontrado la vocación. Una vocación es una sospecha siempre hasta que se convierte en una realidad. Pero como para mí era tan importante volverme escritor, entonces yo estaba muy interesado en los libros en los que se contara eso. El más cercano es “El pez en el agua”, pero ahí Vargas Llosa no cuenta cómo se hace escritor. El libro termina cuando él se va a Europa para serlo. La única referencia que tenía era “Barton Fink”, la película de los hermanos Coen. El camino de (Gabriel) Lisboa durante la mitad de la novela es el camino del ascenso social. Creo que en eso tienen razón mis críticos, pero desde la renuncia en adelante es un camino a encontrarse. Es un camino hacia un no-lugar.

-¿A qué responde que la novela cambie narrador varias veces, quizás algunas abruptamente?

No me parece que sea tan abruptamente. Creo que el libro cambia a tercera persona porque el personaje empieza la novela con una enorme fe, cree en el ‘yo’, cree que desde ahí puede contar una historia, casi con la inocencia de quien está entrando en su primera novela. Cuando empecé a escribir “Contarlo todo” tenía una enorme fe en el libro, creía que podía abarca todo.  Pero conforme iba avanzando me di cuenta que había cosas que la novela no cubría. Y la tercera persona empezó a aparecer. Entonces cuando me ocurre eso trato de entender por qué el texto va hacia la tercera. No lo decidí, simplemente en tercera persona funcionaba mejor esa parte final. Creo que lo que ocurrió ahí fue que el personaje se va desencantando del ‘yo’, y la novela coge una soberanía. Además sobre el final de la historia el Gabriel narrador no es el mismo de la primera página. Me interesaba una novela en la que el personaje cambiase, pero también quería que el narrador de la primera página no sea el de la última.

-Y la presencia de este grupo de amigos tan raros que acompañan la historia. ¿Responde a una necesidad por cobijar a Gabriel y cubrirlo del mundo duro que tenía a su alrededor?

Cuando uno tiene una premisa narrativa en la que tiene fe, esta empieza a llamar material. Descubres que hay zonas en las que has vivido, o que te han contado o que has visto y que pueden entrar a ese material. Me di cuenta que cuando el personaje quiere hacerse escritor era muy importante, por lo menos en mi experiencia, la relación con un grupo de amigos que querían ser artistas también. Creo que mi vida hubiera sido otra sin ellos. Si Lisboa no conocía a Santiago Montero entonces luego no conocería a Ramírez Zavala y menos a Spanton. Sin ellos quizás Gabriel nunca hubiera podido ser escritor. Y, además, estamos ante la historia de un huérfano. Los amigos se convierten en su familia. Y esta termina siendo también una novela sobre la amistad. Ahí te vas dando cuenta de los elementos que sirven a ese núcleo, a ese centro de sentido que busca el libro.

-Es cierto que los profesores nos dicen que el periodismo no da plata, pero algunos no hacen caso y se meten, para años después terminar escapando al estrellarse ante la realidad. Me parece que salvo una o dos alusiones, el protagonista no deja el periodismo por falta de dinero sino porque simplemente no está a gusto con lo que hace…

En mi experiencia personal, ser periodista me hubiera permitido vivir con mucha comodidad. Es verdad que el periodismo no está bien remunerado frente a otras profesiones, pero si lo comparas con la literatura, pues es como ser el abogado del mejor estudio. Yo no ganaba mucho como periodista, pero tampoco ganaba mal. Y decidí saltar a la precariedad total. Viví cuatro años en la nada y cuando pensé que había fracasado, apareció el primer libro de cuentos (“Punto de fuga”). Cuando surgió la premisa de “Contarlo todo” sentí que podía relatar todas mis malas experiencias --de dificultad para escribir, de falta de plata -- en una novela. Entonces la historia creció y se convirtió en un libro. Creo que para mí el periodismo, que ya es una profesión mal pagada, se convirtió en la seguridad. Yo vengo de una familia humilde en la que ser periodista estaba muy bien. Ellos tenían otra forma de ver la vida. Por eso creo que el periodismo era el lugar de la seguridad. Y hoy lo pienso parecido. Siento que más bien ser periodista es para mí una zona de segura y no de precariedad.

-Al comienzo de tu novela Gabriel Lisboa no se enamora, no habla de amor y parece el tema ir muy lejos de sus intereses. Recién aparece el tema en la página 200 para adelante. En algún momento pensé que sería una novela sin amor. ¿Cuál era el sentido de este sentimiento para el protagonista?

La novela plantea una primera premisa que puede funcionar muy bien y luego se anudan una serie de problemas. Mientras más extensa es tu novela, más cantidad de problemas tienes y más resoluciones tienes que tomar. Entonces yo tenía muchos problemas y la experiencia del amor pude adelantarla hasta la universidad pero no le venía bien a mi novela. Decidí patear el amor. Sabía que vendrían historias de ese tipo pero entendía que el chico debía completarse a muchos niveles: asumir su extracción, su raza. Tenía que completarse sexualmente (es un chico virgen) y que al final termina desvirgando. Ese era para mí un arco de conocimiento, de ponerte en el otro lugar del escenario. Tenía claro eso. Lo otro son decisiones estructurales. Estaba atendiendo a la amistad, a la experiencia con Saúl Vegas en “Proceso”. Entonces el amor no entraba ahí tan rápido. Y me gustaba mucho la idea de un castrado, de un chico solo abocado al deber. Sentí que le venía bien al libro no adelantar el amor.

-Asumiste el reto de no convertir a “Contarlo todo” en una novela de género…

Quería que la novela cambie. No quería una de género. Busqué que gire, que asuma diferentes tonalidades, que el paisaje cambie. Por momentos hay juerga, por otros hay romance, no sé.

-De las críticas que aparecieron en estos años, ¿cuáles te parecieron destructivas y por qué?

Las peores son las críticas al libro y a mí antes de que la novela aparezca. Eso evidencia una mala leche, una frustración y vileza lamentables. Luego hubo de todo, pero por lo menos una crítica con libro leído ya me parece atendible.

-¿Qué críticas te has hecho tú?

Me hice algunas, de las que me gustaría hablar en el siguiente libro. Pero creo que muchas de las críticas que me complicaron fueron las que pedían a la novela algo que no era. A mí me parece que al libro debe pedírsele lo que da. Se le pidió una metáfora de América Latina, que hable sobre el poder, que hable sobre periodistas y (que) sea como “Conversación en la Catedral”. Decían que "este chico (yo) no atacaba el gobierno de Fujimori". Criticar la novela así es como descalificar a Alfredo Bryce porque en su literatura no hay masculinidad o ataque en los problemas del Estado, o criticar a Mario Vargas Llosa porque en sus obras no hay ternura. Tú no puedes criticar a Bryce por no ser Vargas Llosa y viceversa. Creo que muchas críticas a “Contarlo todo” eran “por no ser Vargas Llosa”, “por no ser Bolaño”...

-Y a ti no te interesa ser Bryce ni Bolaño…

A mí me interesa ser Jeremías Gamboa. Y mientras menos me parezca a ellos, mejor. Por supuesto que los plagio de una manera estrepitosa, pero me parece que en ese momento esto ocurre porque el libro aparece con el membrete del ‘Boom’. Un crítico dijo que era el nuevo ‘Boom’. Se aprovecha esta cita para ponerla ¡y eso es algo normal! Eso creo que terminó de complicar a algunas personas y fueron a pedirle (a la novela) lo ‘vargasllosiano’.  Había cosas realmente ridículas. Se me pidió saltos temporales como en “Conversación en la Catedral”. Imagínate a “Contarlo Todo” con sus personajes en la marcha de los 4 suyos. ¡Imagínate eso!

-Me has hablado varias veces de una nueva novela. ¿Podría haber una segunda parte de “Contarlo todo”?

Tengo ideas que están macerando hace mucho tiempo. Una que surgió en la época en que apareció la novela. Descubrí una zona de la realidad que ignoraba por completo. Precisamente por venir de la Universidad de Lima nunca estuve en las polémicas. De pronto me encontré en medio de un asunto tremendo, pero claro, la labor de un escritor es tratar de encontrar –en todo lo que te ocurre—un material. Me pareció interesante el grupo de elementos que surgieron: los insultos, las críticas, la vulnerabilidad que pasé. Me parecía interesante para una novela. Y tengo un proyecto del que te puedo hablar pero de aquí a muchos años. Mi idea es ¿qué pasaría con Gabriel Lisboa tras publicar “Contarlo todo”? Muchos asumieron que se iba a Guadalajara y Vargas Llosa lo presentaba y traducían su libro. Pero eso no se sabe. O sea, me imagino qué pasa cuando un chico termine esa novela y está en Santa Anita con sus tíos. Podría ser que no le vaya bien, que luego escriba cuentos, que la novela encuentre un camino o no sé. Quizás Gabriel podría aparecer en un futuro, peor no ahora. ¡Además las secuelas se tienen que hacer esperar!

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