Juan Villoro
Juan Villoro
Enrique Planas

Ambos solemos reunirnos alrededor de una mesa bien servida, animados por la música y el baile. Igualmente, peruanos y mexicanos albergamos desmedidas ilusiones futbolísticas tanto como reales decepciones sobre la cancha. Somos también países de grandes poetas y novelistas. No resulta exagerado entonces decir, como el filósofo e historiador chilango Miguel León-Portilla, que más que países hermanos, México y el Perú son gemelos que han tenido vidas paralelas.

Esa condición monocigótica quedó clara a principios de semana, en la conferencia de prensa a propósito de la presencia de México en la Feria Internacional del Libro de Lima, convocada en la sede de la Secretaría de Cultura, en Coyoacán. En efecto, además de incidir en los temas de la migración y las lenguas indígenas, la vigésima segunda edición de la FIL Lima estará dedicada a revisar los profundos vínculos históricos entre ambos países.

Fue Julio Garro Gálvez, embajador peruano en México, quien además de citar al pensador León-Portilla, señaló que estos lazos binacionales resultan más antiguos de los que pensamos. Recordó la reciente investigación de Carmela López Sánchez, arqueóloga peruana radicada en México, quien descubrió cómo los moradores del pueblo mexicano Mixe, en Oaxaca, habrían llegado a ese territorio en embarcaciones chimúes hechas de palos de madera. López afirma que en 1294, los antiguos peruanos salieron a navegar desde Huanchaco por el Pacífico, en busca de la nueva tierra señalada por sus dioses: la serranía de la actual Zempoaltépetl.

Aquella es solo una de tantas historias sobre migraciones e intercambios prehispánicos entre Mesoamérica y los Andes. Conversando con Eduardo Matos Moctezuma, voz fundamental de la arqueología mexicana, ambas regiones coinciden, como todas las sociedades agrarias, en su culto a los astros y la tierra. Y si bien no hay señales de contacto directo entre aztecas e incas, sobran pruebas que relacionan a chimúes y teotihuacanos. “Algo fundamental que debemos decir es que en el mundo solo seis regiones albergaron civilizaciones originarias. Estas fueron Egipto, Mesopotamia, China, India y, en América, Mesoamérica y los Andes”, explica quien fuera responsable, entre 1978 a 1982, de las excavaciones en el Templo Mayor, corazón de la ciudad de Tenochtitlan, antigua capital del imperio mexica.

Lazos vigentes
Pero los vínculos ciertamente no terminan con el fin de las grandes culturas prehispánicas. Así, mientras el escritor Alberto Chimal, tras recordar sus diversas visitas a Lima, señala que la barrera cultural entre México y el Perú resulta porosa, su colega Guadalupe Nettel destaca la confianza especial entre ambos. “Tengo la sensación de que los peruanos interpretan la realidad de una manera parecida a la nuestra. Tenemos problemas semejantes y personalidades similares”, afirma.

Una personalidad que arrastra, en ambos casos, nuestra herencia cortesana al haber sido capitales de virreinato. Para el escritor y ensayista Juan Villoro, ambos países están marcados por haber sido espacios donde sus imperios cayeron frente al poder español. “Aunque nosotros retóricamente seguimos siendo bastante alérgicos a la conquista española, en el Perú y México estamos constituidos de esa mezcla”, afirma.

Una diferencia
Quizás la gran diferencia entre las tradiciones literarias de ambos países que el lector peruano advertirá en la feria del libro tiene que ver con la fuerza de lo fantástico en las letras mexicanas. Si bien como en el caso local el realismo es la corriente predominante, como advierte Villoro también hay una gran tradición popular vinculada a lo mágico y sobrenatural. “Nuestra cultura está impregnada por leyendas populares e historias de fantasmas, hasta llegar a obras cumbres como los cuentos de Juan José Arreola o una novela como ‘Pedro Páramo’ de Juan Rulfo. Creo que en México coexisten un sistema de la realidad y un sentido de la irrealidad. Muchas veces la mejor manera de sobreponernos ante aquello que nos lastima es imaginar posibilidades inventivas para la realidad”, señala el autor de “El testigo”.

Y, claro, dentro de ese registro fantástico destaca la tradición tan chocarrera de la cultura mexicana con la muerte, graficada en los grabados de José Guadalupe Posada a principios del siglo XX. Villoro, una de las presencias más destacadas de la delegación mexicana, lo explica: “En México los mejores chistes se suelen contar en los velorios. Eso no quiere decir que no le temamos a la muerte o nos burlemos de ella. Si bien comemos calaveras de azúcar con nuestro nombre el Día de los Muertos y convivimos con ellos en los cementerios, no lo hacemos porque desdramaticemos la muerte. La verdad es que le tememos tanto que encontramos todas estas formas rituales para superarla”.

Comentan los autores
Alberto Chimal (Escritor)
“En un bar, un mexicano y un peruano podrían hablar de muchas cosas. Podemos asombrarnos de nuestras diferencias gastronómicas, por ejemplo; pero igualmente ambos terminaríamos hablando por horas de lo bien que se come en nuestra tierra”.

Margo Glantz (Escritora y académica)
“En nuestras muchas semejanzas el pasado indígena es fundamental. Siendo las prehispánicas culturas muy distintas, eso nos hermana. Como México, en el Perú hay muchos tipos de paisajes y culturas muy particulares”.

Juan Villoro (Escritor y ensayista)
“Hay países como Colombia y el Perú que tienen mucho más proximidad con nosotros, pues tenemos muchos elementos comunes. Con el Perú, compartimos la tensión actual entre el mundo criollo y el mundo indígena, que corre el riesgo de ser siempre discriminado y olvidado”.


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