"El mundo al revés" de Julio Alexis León [CRÍTICA]
"El mundo al revés" de Julio Alexis León [CRÍTICA]

Una intersección de circunstancias determina que cierto grupo de autores se transforme en imprescindible y testimonio de una época y de una sociedad. El panteón olímpico no depende exclusivamente de los críticos especializados de una obra particular. No obstante, esos aportes jamás son desdeñables y, si son exhaustivos, abrirán nuevos cauces.

Sería injusto, por ello, no destacar “El mundo al revés. Estudio y anotaciones a los zorros de Arguedas”, de Julio Alexis León, investigador iqueño que obtuvo un doctorado en Nueva York. Su trabajo sobre la última novela del escritor andahuaylino, fallecido en 1969, debe convertirse en obra de obligatoria consulta acerca de los fascinantes ángulos de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, texto póstumo de un auténtico forjador cultural. El solvente esfuerzo de León se aprecia en cada tramo: una edición con rigurosas citas para cada sección de uno de los libros más complejos, heterodoxos y rupturistas que se hayan escrito en el Perú, y que ha propiciado calificativos de todo calibre.

Uno de los aciertos encomiables es la equidad que León otorga a los planos de la expresión y el contenido. Sobresale, entre varios niveles, su tratamiento del lenguaje inventado por Arguedas, cuya finalidad era reproducir en castellano –un sistema con el que mantuvo encuentros y desencuentros– los flujos mentales del idioma quechua. Asimismo, esclarece el significado de tan radical estructura literaria. Hacia los años 50, Arguedas conoció un modesto paraje costero situado al norte de Supe: Chimbote. De ser una comarca apacible, se convertiría en uno de los centros neurálgicos de la producción de la anchoveta. El puerto comenzó a recibir oleadas de población migrante de origen andino, que huía de la miseria, semiesclavitud y de las crisis del campo que golpeaban sus regiones de procedencia.

En esta dinámica febril, el narrador entrevió la posibilidad de una síntesis futura, dramática, de tradición y modernidad.

En el sustancioso estudio preliminar, León explica con propiedad y atinado uso de fuentes autorizadas –Cornejo Polar, Lienhard, Castro Klaren, López Maguiña, González Vigil– el proceso de construcción de aquel discurso, segmentado en los rubros de Diarios y Relatos. Estos devienen en reflejos simétricos de las preocupaciones arguedianas en torno a su hondo trauma psicológico y el destino del país. Recrea a dos figuras míticas, animales antropomorfizados que representan a la sierra y a la costa. Estos fueron recogidos en “Dioses y hombres de Huarochirí”, colección de relatos orales transcritos en el siglo XVI por el extirpador de idolatrías Francisco de Ávila y traducidos por el mismo Arguedas. El novelista reactualiza oposiciones aparentemente irreconciliables a partir de episodios mencionados en la compilación, y las instala en los hervores que surgen con los nuevos actores o agentes ficcionales de Chimbote (Asto, Esteban de La Cruz, Moncada, Maxwell, Orfa).

Por otro lado, León no descuida el flanco biográfico en lo que este tiene de pertinencia. Sin desatinos morbosos, emergen episodios iluminadores de mucho valor para quien desee adentrarse con profundidad en el universo de Arguedas. Su conocimiento de las técnicas innovadoras y de las conquistas de avanzada es innegable, a pesar de que el propio maestro confiesa, en varios pasajes de los Diarios, su relación ambivalente con esos procedimientos. Admira a Faulkner, Rulfo y a Guimaraes Rosa, pero desconfía, con vuelo irónico, de Cortázar y Fuentes. Las coordenadas de León aleccionan sobre el hecho de que los eternos zorros danzantes nos permiten recuperar el tono de vida y la esperanza respecto de este crisol que conmueve y subleva.

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