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Rodolfo Hinostroza, la palabra en su punto [IN MEMÓRIAM] - 2
Enrique Planas

¡No sabía que me querían tanto!, dijo el poeta en su cama de hospital, en el pabellón 2-II del hospital Loayza. Ingrid Sipkes, su esposa, le leía parte de los cientos de mensajes en las redes sociales que le deseaban pronta mejoría. Se le veía animado, aunque los que lo visitaban se conmovieron por lo amarillento de su piel producto de la ictericia.

Además del mal hepático, sumaba dolencias cardíacas y de páncreas. Finalmente, un aneurisma es la posible causa del silencio final, la madrugada del martes, de una de las mayores voces de la generación poética del sesenta. Una ausencia que se suma, este año, a la de grandes nombres como Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Carlos Calderón Fajardo y José Antonio Bravo.

—La vida exagerada—

Hinostroza nació en Lima, en 1941, pero fue trasladado de niño a la ciudad de Huaraz. En su regreso a la capital en su adolescencia, estudió en el colegio Guadalupe, para luego iniciar sus estudios de Medicina en San Marcos en 1961. Sin embargo, la poesía lo llevó a la Facultad de Letras de la misma casa de estudios.

Para el editor y poeta Jerónimo Pimentel, Hinostroza es un poeta mayor. "Incorporó el modo anglosajón a la poesía peruana y es uno de los grandes responsables del feliz corte de nuestra tradición con la lírica castellana", explica.

Su colega Carmen Ollé recuerda al poeta magnífico y universal, también como aquel hombre afable que paseaba con sandalias y short en verano, pues era su vecino en Monterrico. "Su poesía marcó una época de cambios con libros como 'Consejero del lobo' y 'Contra natura'. Rodolfo nunca dejó de ser joven y cuestionador", recuerda.

En su departamento en París, el poeta sorprende con sus dotes culinarias al escritor Julio Ramón Ribeyro. (Foto: Archivo/ Casa de la literatura)

—La revolución del lobo—

¿Qué tan radicales fueron esos cambios? El escritor Miguel Ildefonso señala que tras leer ambos poemarios de Hinostroza tembló su idea de lo poético. "Se quebró la estructura pétrea que tenía de la lírica, aquella de vestigios de ritmos medidos, de figuras retóricas opacas. Hinostroza renovó la poesía, trajo sabiduría con una visión trascendental del devenir histórico, y con esa musicalidad que siempre debe tener todo buen poema".

Como nos explica el poeta Roger Santiváñez desde su retiro en Nueva Jersey, si uno revisa con cuidado la poesía hispánica escrita a ambos lados del Atlántico después de 1970, "Contra natura" constituye el libro de mayor influencia en las generaciones siguientes. "La suprema dicción poundiana de Hinostroza, talentosamente asimilada a su propio discurso, iluminó a nuestra generación con la luz de su transparente idealismo guevarista y hippie", señala.

“Lo recordaré como un visionario incorregible, capaz de imponer los sueños sobre la realidad”, dice Guillermo Niño de Guzmán. (Foto: Paul Vallejos/ El Comercio)

—Breve y contundente—

Por su parte, Rocío Silva Santistevan destaca, además, "Memorial de Casa Grande", libro escrito muchos años después, con un tono completamente diferente. "En realidad su obra es breve y contundente", afirma. Sobre su faceta de astrólogo, la poeta cuenta: "Hace 20 años recuerdo que le dije, con mi incredulidad hiperracional, que no creía en los astros pero que los escorpio eran terribles. Y él me contestó sonriendo: 'Yo soy escorpio'".

Entre sus obras como escritor gastronómico, la periodista Catherine Contreras destaca "Primicias de cocina peruana", publicada en Lima en el 2006, aunque vio la luz un año antes en España, un completo recorrido por nuestra historia culinaria, escrito con la misma pasión con la que, a mediados de los 80, hablaba de la oferta gastronómica en Lima. Contreras destaca además su "Crítica de la sazón práctica", columna cuya publicación intercalaba con Raúl Vargas. Un pionero en la difusión de nuestros sabores.

Para terminar, el escritor Guillermo Niño de Guzmán nos regala una anécdota: "El extinto Miguel Gutiérrez me confió una vez que, a comienzos de los años sesenta, cuando Hinostroza entraba en el patio de San Marcos, irradiaba un deslumbrante halo de poeta. 'Tenía el genio de un Rimbaud', insistía. 'Estaba tocado por la gracia'". 

Hinostroza fue un hombre de talento desbordante y múltiples intereses, pero Niño recordará al amigo "como un visionario incorregible, capaz de imponer la magia de los sueños sobre la realidad más deleznable". 

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