“Amo España y adoro Cataluña. Es un momento doloroso, pero soy optimista y creo que todo se va a solucionar”, dijo Brown respecto a la crisis.
“Amo España y adoro Cataluña. Es un momento doloroso, pero soy optimista y creo que todo se va a solucionar”, dijo Brown respecto a la crisis.
Dante Trujillo

El mito fundacional del reino de Dan Brown tiene su origen en Tahití: según ha contado alguna vez, durante el verano de 1993 el entonces cantautor y profesor de escuela se hallaba vacacionando en la isla junto a su futura esposa cuando se encontró un libro abandonado en una reposera. Este era “La conspiración del juicio final”, de Sidney Sheldon, una novela de suspenso en la que un norteamericano viaja a Europa para convertirse a la vez en cazador y presa mientras procura desentrañar contrarreloj un misterio que atañe a muchos personajes, testigos todos de una revelación que los poderes fácticos pretenden mantener en secreto pues, de divulgarse, podría cambiar por completo el orden de la humanidad.

Para Brown debió ser como una epifanía.

Tras haber grabado unos cuantos discos de baladas pretendidamente pegajosas a lo Barry Manilow en pleno surgimiento del grunge; un álbum para niños con sonidos de animales producidos en sintetizador; e integrado un grupo que cantaba temas en español llamado Piropo, todo ello sin ningún éxito, Dan Brown, entonces de 29 años, tuvo que reconocer que no, con la música no la iba a hacer. “Un tipo medio calvo con aire de profesor universitario no pintaba nada en MTV”, dijo, y seguramente llevaba razón.

Ya había dejado de buscar fortuna en Hollywood y regresado a Exeter, su pequeño pueblo natal en New Hampshire. Y si bien llegó a grabar un disco más (“Angels & Demons”, 1995), Daniel Gerhard Brown se ganaba la vida enseñando a tocar el piano y dando clases de castellano, cuando un día se sentó en la cama y se dijo que no tenía por qué postergarlo más, él también escribiría una novela como la de Sheldon. Hasta entonces tenía claro lo que quería en la vida, lo que fallaba solo era cómo lograrlo.

Le tomó un año y medio escribirla, pero en 1998 apareció, por fin, su primera novela, un technothriller llamado “La fortaleza digital”.
Le pagaron un adelanto de diez mil dólares. Y aunque la escasa crítica que tuvo la revolcó, al principio la novela se vendió poco, pero no pésimo. Y ello bastó para que Brown, que nunca había sido un gran lector y solo había escrito las letras de sus canciones, sintiera sin embargo lo mismo que los náufragos cuando se encuentran con las primeras gaviotas en alta mar. Solo debía persistir y remar en esa nueva dirección.

—Las inmensas preguntas—
Casi 20 años y 200 millones de ejemplares vendidos después, Brown (1964), que parece haber liquidado casi todo rastro físico o virtual de su pasado musical, acaba de lanzar “Origen”, su séptima novela, y la quinta protagonizada por el profesor de simbología e iconografía religiosa de Harvard Robert Langdon. Este, como se sabe, es un héroe tan intrépido como brillante que suele salvar a la humanidad –o cuanto menos ahorrarle inmensos conflictos socioculturales–, además de su propia vida, en menos de 24 horas. Una proyección idealizada del autor, según propia confesión, que, para el mundo entero y tras la adaptación cinematográfica de “El código Da Vinci”, tiene la cara de Tom Hanks.

El candor de Dan Brown, por Dante Trujillo
El candor de Dan Brown, por Dante Trujillo

“Origen” es la primera de sus ficciones ambientada íntegramente en España. Ahora bien, ¿por qué el autor le ha dedicado esta “carta de amor” a ese país? Resulta que, a los 16 años, los padres de Brown –un profesor de matemáticas y una organista de iglesia: otra pista para desentrañar su poética– lo enviaron a Gijón en medio de la Transición para que mejorase su español. Y parece que quedó impactado, al punto que decidió volver en 1985 y pasar una temporada más larga recorriendo Castilla, Cataluña, el País Vasco, Andalucía. Dice incluso que estudió Historia del Arte en la Universidad de Sevilla, pero no existe constancia de su paso por esas aulas. Lo que sí es cierto es que en esta ciudad suceden los pasajes más determinantes de “La fortaleza digital”, por lo que puede afirmar que desde el principio España pesaba en sus historias.

La novela comienza –y se extiende por un buen tramo– cuando Edmond Kirch, ex alumno de Langdon hoy convertido en una suerte de reencarnación de Steve Jobs, convoca una conferencia de prensa en el Guggenheim de Bilbao. Se supone que ese día develará cierta información que cambiará para siempre (una vez más) nuestra forma de comprender el mundo, pues dará respuesta a las dos grandes y sempiternas preguntas de nuestra especie: de dónde venimos y hacia dónde vamos. Es decir, el fin de todas las religiones.

Por supuesto, el anuncio no se lleva a cabo. Más bien se arma un desmadre que lleva a Langdon y a la “mujer hermosa” de esta aventura –Ambra Vidal, directora del museo y nada menos que prometida del príncipe heredero al trono– a viajar frenéticamente por medio país, mientras les pisa los talones un mariscal (vestido de mariscal) contratado por las fuerzas oscuras para evitar que logren desentrañar el enigma pendiente y deshacer toda clase de entuertos. Como diría el mismo Brown, un thriller “es la vida, pero sin las partes aburridas”.

El candor de Dan Brown, por Dante Trujillo
El candor de Dan Brown, por Dante Trujillo

—Aparta de mí este cáliz—
Acorde con su literatura, pero más con el secretismo que exigen el márketing y la piratería, se ha hecho público que durante tres meses se encerraron en un edificio desconocido de Barcelona 26 traductores de los primeros 14 países donde fue lanzado el libro. Estos accedieron a una única copia en inglés para su trabajo, en computadoras sin Internet y privados de cualquier artilugio que facilitase una fuga de información que hubiera significado millones de dólares en pérdidas.

Con un tiraje de lanzamiento de 600 mil ejemplares en español y catalán, el libro, como sucedió con sus antecesores, viene siendo un éxito comercial tan exorbitante como inversamente proporcional a su calidad. Es decir, tamaña maquinaria editorial no va siquiera a levantar la ceja por comentarios como los de la crítica M.C. Moreno, que dice que “se trata sin duda de la peor novela del autor. No solo el argumento carece de atractivo sino también la trama, que es débil y casi una tomadura de pelo”. Esta cita recuerda otra bastante famosa de Peter Conrad en “The Guardian”, tras la publicación de “Inferno”, su ficción anterior: “Solía creer que Dan Brown era malo. Ahora, después de leer la última versión de ese thriller apocalíptico que cada cierto tiempo reescribe, sospecho que podría estar loco”.

Obviamente, no lo está. Todo lo contrario. Tampoco le importa un pepino que le digan que está haciendo una caricatura de España, que no ha entendido nada de la Transición ni de la monarquía, que su versión exotista del país da vergüenza ajena. Para entender el fuego que anima la escritura de Dan Brown vaya esta declaración reciente: “Cuando visité La Sagrada Familia, la espectacular iglesia de Gaudí en Barcelona, supe que algo tenía que suceder allí. Cuando vi una escalera muy empinada, oscura y peligrosa, supe que alguien tenía que morir en ese lugar. Y la trama cambió”.

“Origen” bien puede superar todo lo escrito por él antes y ser la más maniquea, inverosímil y superficial novela de Dan Brown. Pero qué importa.

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