Antes de calentar los ánimos del público, fueron los parlantes los que se quemaron previo al evento. La noche del jueves pasado, el inicio del concierto de Duki en el Costa 21, recinto a orillas del mar que mantiene caliente al público con música, dejó sentir el comienzo del invierno limeño, mientras los asistentes silbaban y reclamaban el ingreso de uno de los cantantes argentinos más importantes del trap sudamericano.
Luego de una hora de pruebas de sonido, el videoclip de una nave espacial viajando por el cosmos dio inicio al ADA Tour. Solo bastó escucharlo rapear “Ginvenchy” para olvidar la espera. Duki regresó una vez más a Lima y los problemas técnicos -o la llovizna- no consiguieron detener el fenómeno musical que inició hace 9 años en el Parque Rivadavia durante la competencia de El Quinto Escalón.
Y es que cuando las rimas salen a velocidades increíbles de su boca, el público no puede hacer más que saltar, gritar y posar la mano cornuta sobre la frente, en referencia al “modo diablo”, un estado de euforia que sobrepasa cualquier otra sensación y que se hace presente al cantar “Rockstar”, uno de los temas más esperados de la noche.
A sus 27 años, el cantante puede hacer gala de diversos éxitos como “Goteo”, “Piensa en mí”, “Antes de perderte” o “Harakiri” en sus conciertos. Varios de ellos temas colaborativos o que tuvieron un remix con otros artistas, pues si algo era ley en la Argentina de hace ocho años, era que necesitabas hacer un tema junto a Duki para hacerte paso en la industria musical. Puesto que ahora ocupa Bizarrap, con quien Duki también participó cuando ambos se consolidaron como referentes internacionales, dejando temas como “Malbec” y una BZRP Sessión.
Entre las colaboraciones más esperadas por un público que no sobrepasa los 30 años -sin contar a los padres que acompañan a sus hijos- se encuentra el tema realizado entre Bad Bunny y Pablo Chill-E, “Hablamos mañana”. Las cámaras se alzan para capturar el momento y una bandera peruana aterriza en las manos del artista, quien la coloca sobre un parlante para luego limpiarse el cuello con una toalla y colocar la bandera entre sus hombros.
La llovizna aumenta y Duki no desperdicia la oportunidad: “Estoy acá afuera como un infeliz / Abajo de la lluvia, pero no quieres abrir / Pensé que me quería’, pero descubrí / Que ahora hay otro más además de mí”. Las luces se apagan una vez más para dar una primera pausa, la continuación del videoclip del inicio. La nave encuentra un planeta y aterriza, encontrando vida. El resto de la animación es un repaso al estilo National Geographic sobre la fauna y flora local.
Si antes el santo cuarteto de la música se integraba por un bajista, un guitarrista, un baterista y un vocalista, ahora añadimos a la mezcla el autotune. Lo que parecía ser una ventaja desleal en la música, hoy es una herramienta más: de apoyo, soporte, combinaciones, o lo que desee el artista. Para Duki, es una extensión de su voz. “Me encantaría cantar como Charly García, saber usar con maestría una guitarra, pero son las condiciones que tengo en mi vida. Si tuviera una voz tan buena que llegara a todas las notas, no tendría porque usar autotune”, mencionó el artista en una entrevista hace dos años.
Otras cuestiones técnicas también presentes en los conciertos del artista, son la necesidad del soporte de un equipo de músicos que tocan los instrumentos comunes de una banda de rock en conciertos como este, pues varios de los sonidos que aparecen en los temas de Duko no pueden hacerse presentes en vivo. Aquí radica la diferencia entre artistas de concierto y de estudio. En su lugar, la performance lo es todo. Duki hace poses tocando guitarra, pero no la toca; golpea con baquetas imaginarias el aire, pero no aprendió sobre compases más allá de su experiencia empírica. Y no necesita saberlo, pues su solo nombre llena locaciones.
El show continúa y todos los sonidos se apagan. La gente corea su nombre, algunos agitan sus polos sin advertir lo que sigue. Retiran el autotune, los músicos se detienen y los focos se centran en Duki, quien a capella inicia el tema “Lost Tape”, una canción que hace referencia a su tiempo como freestyler de calle, donde tuvo su última gran participación a principios del 2017, en uno de los eventos más recordados y vistos en la historia del rap argentino. Luego de ello vendría el tema “Loca” junto a Khea y Cazzu, lo que haría despegar su carrera a nivel internacional, marcando el inicio del auge del trap en toda la región.
Aparece una tercera pausa disfrazada como el final del evento. Los más jóvenes se retiran con ganas de más, los padres se quedan porque la experiencia sabe de las mañas de los artistas. Regresa el Duki una vez más para brindar unos temas que concluyen con “Hello Cotto”. A mitad de la canción, un hombre cae al suelo en medio del público por un golpe. Duki para la canción y pide que lo ayuden a levantarse sin saber del incidente. Inicia una vez más el tema y la gente canta junto al trapero hasta que concluye el tema. Con un gesto de despedida, se retira llevando consigo la bandera peruana sobre sus hombros, mientras a pocos metros un padre, vestido con una chaqueta de X-Men ‘97, carga a su hijo de la misma manera. Cada uno encuentra la felicidad a su manera.
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