John y Paul estrecharon su relación a partir de la tragedia compartida y encontraron en la banda una forma de escapar al duelo de la muerte de sus madres. (Ilustración: Nader Barhumi)
John y Paul estrecharon su relación a partir de la tragedia compartida y encontraron en la banda una forma de escapar al duelo de la muerte de sus madres. (Ilustración: Nader Barhumi)
Mario Ghibellini

El fan de los Beatles que sostiene que jamás lo asaltan dudas sobre las razones que llevaron al grupo a separarse, miente. Ese episodio es la cuestión central de una cierta metafísica a la que el beatlemaniaco es afecto y suele importunarlo en sus horas de insomnio. En un primer momento uno intenta acabar con el desasosiego que eso provoca repitiéndose las explicaciones de oficio –la disyuntiva Klein/Eastman, la urgencia de los proyectos individuales, la presencia intrusiva de Yoko en el estudio-, pero si bien cualquiera de ellas puede dejar satisfecho al curioso ocasional, el iniciado siempre sospecha que hay algo más. Entonces revisa otra vez las biografías y las entrevistas, trata de descubrir nuevos sentidos en las letras que sabe de memoria y, si se descuida, puede acabar arruinando sus viejos LP en el consabido despropósito de hacerlos girar contranatura.

Por lo general, el ejercicio es inútil. Pero a veces, dos o tres datos largamente conocidos muestran de pronto una conexión hasta entonces inadvertida y el fan cede a la tentación de plantear una nueva teoría. Esta es una de ellas.

Mary y Julia
Un buen punto de partida para descifrar los motivos de la ruptura de los Beatles es preguntarse qué fue lo que los unió en principio. Y si bien nunca se insistirá lo suficiente en la importancia de George Harrison y Ringo Starr en la fórmula que hizo de ellos lo que llegaron a ser, es indudable que fue originalmente la relación entre Lennon y McCartney el combustible que echó a andar el proyecto de la banda. La intimidad de ese vínculo, sin embargo, no se estableció de inmediato. La famosa tarde del 6 de julio de 1957 en que Ivan Vaughan hizo las presentaciones entre los dos futuros compositores, John quedó ciertamente impresionado por la habilidad de Paul con la guitarra, pero nada indica que tuviera la sensación de haber encontrado un alma gemela.

De cualquier forma, la guitarra era sorprendentemente una compañera reciente de McCartney. Estimulado por su padre, él se había aficionado a la música desde niño, pero había empezado con la trompeta. Según ha dicho, fue la evidencia de que no se podía cantar y tocar un instrumento de viento al mismo tiempo lo que lo hizo dar el salto a la guitarra. Su hermano Mike sin embargo, tiene un recuerdo distinto. Él ha llamado la atención sobre el hecho de que el cambio coincidió con la muerte de la madre de ambos, Mary Mohin, ocurrida el 31 de octubre de 1956, a causa de un cáncer de mamas tardíamente detectado. “Pierde una madre y encuentra una guitarra”, es como el menor de los McCartney recuerda la forma que Paul halló de mitigar su dolor.

En esa primera época de la amistad entre ellos, Lennon le dijo en una oportunidad: “¿Cómo puedes estar ahí sentado y actuar de manera normal cuando tu madre está muerta? Si me ocurriese algo así, perdería el juicio”. Si bien John se había criado y vivía con su tía Mimi, la hermana mayor de su madre, la figura de esta última era insustituible para él. Todos los testimonios disponibles coinciden en describir a Julia Stanley como una mujer cálida, carismática y divertida. De hecho, fue ella quien enseñó a John los primeros acordes que, aunque eran de banjo, él trasladó a la guitarra; también quien alentaba sus aspiraciones musicales y lo acogía en su casa para que practicara.

Pero el 15 de julio de 1958, un año después de su encuentro con Paul, Lennon se vio bruscamente confrontado con su peor pesadilla: Julia murió atropellada por un policía fuera de servicio. “Para mí fue un momento muy difícil. Me amargó absolutamente, mucho, mucho. La propensión subyacente a buscar pendencia que tenía de más chico se volvió enorme entonces”, confesó el músico en 1980. Y todas las biografías confirman que su proverbial aspereza se transformó en una acritud hacia el mundo que lo llevó a encerrarse en sí mismo. ¿Es que había acaso alguien que pudiera comprender la injusticia y el dolor de lo que le había sucedido? Pues, pensándolo bien, sí: McCartney.

Una pena entre dos
​“Eso se convirtió en un vínculo muy grande entre John y yo (...). Ambos pasamos por este tumulto emocional con el que tuvimos que lidiar (...). Los dos comprendimos que había sucedido algo acerca de lo cual no podías hablar - pero sí reír (...). Los dos podíamos reírnos de la muerte – pero sólo en la superficie. John pasó por un infierno, pero la gente joven no muestra la pena, prefiere no hacerlo. Ocasionalmente, una o dos veces en los años posteriores, aquello volvía a golpearnos. Podíamos estar sentados y nos poníamos a llorar juntos (...)”, ha revelado Paul en el libro “Anthology”.

Por su parte, Lennon dijo en 1970: “Nunca me permití tomar consciencia de que mi madre se había ido (...). Algunas cosas son demasiado dolorosas de sentir, así que dejas de hacerlo”. En la novela “Peter Pan” del escocés James Barrie, el protagonista es secundado en sus aventuras por un grupo de chicos denominado los Niños Perdidos. Enviados a la isla de Nunca Jamás porque de muy pequeños se cayeron de sus coches sin que sus niñeras se percataran, estos chicos
experimentan constantemente una mal disimulada nostalgia por sus madres, a las que en realidad sólo recuerdan brumosamente. Pero Peter les tiene prohibido mencionar el tema por considerarlo “tonto”, así que ellos encuentran consuelo en la camaradería que se dispensan y en la exaltación de vivir matando eternamente piratas y pieles rojas, como en el más divertido de los juegos infantiles.

No es descabellado postular que, de manera semejante, Paul y John estrecharon su relación a partir de la tragedia compartida y encontraron en la música y en la banda una forma de escapar a la pena y el duelo. Si bien se pueden intuir tonos elegíacos en temas tan tempranos como “I Lost My Little Girl” o “I Call Your Name” y en otros más tardíos como “Yesterday” o “You’ve Got To Hide Your Love Away”, lo cierto es que hasta 1966 no se encuentra en sus  composiciones una sola alusión clara a un hecho tan relevante en sus vidas como la temprana desaparición de sus madres. Este lapso de tiempo coincide con toda la etapa que va desde las primeras presentaciones profesionales del grupo hasta el fin de sus giras internacionales. Es decir, comprende las experiencias en Hamburgo, la gloria local de las temporadas en “The Cavern”, el salto a la notoriedad con sus primeros éxitos discográficos, la conquista de Norteamérica, su iniciación en las drogas, sus aventuras cinematográficas y, por supuesto, el esplendor del sexo 
casual con fans y groupies. Un programa de actividades casi tan divertido como matar piratas y pieles rojas, al que George y Ringo se sumaron de buena gana .

Coincidentemente, las parejas que acompañaron a John y Paul durante buena parte de ese periodo -Cynthia Powell, en el caso de Lennon y Jane Asher, en el de McCartney-, esencialmente formaron parte de la comparsa de los Beatles. Se pueden señalar mil diferencias entre ellas, pero es claro que nunca fueron para sus respectivos hombres más importantes que el grupo, una circunstancia que cambiaría con sus sucesoras.

Paul McCartney, George Harrison, John Lennon y Ringo Starr en 1965. (Foto: AFP)
Paul McCartney, George Harrison, John Lennon y Ringo Starr en 1965. (Foto: AFP)

El crack del '66
En julio de 1967, los Beatles estuvieron a punto de comprar una isla griega en la que pensaban vivir solamente ellos cuatro, sus familias y unos cuantos amigos. La iniciativa, sin embargo, fue finalmente dejada de lado, acaso porque ya era demasiado tarde para que se mudasen a Nunca Jamás. Un año antes, el refugio que la banda les brindaba a estos psicodelizados Niños Perdidos había empezado a agrietarse y el trauma del que John y Paul tan eficientemente se habían podido escabullir hasta entonces había comenzado a filtrarse en sus canciones.

Existe una cierta unanimidad entre quienes han intentado contar la historia del cuarteto con respecto a que el otoño de 1966 marcó una ruptura en su evolución. La hostilidad de la que fueron víctimas en Filipinas, las reacciones a la declaración de Lennon en el sentido de que ellos eran más populares que Jesús y la imposibilidad de reproducir en sus presentaciones en vivo la complejidad del sonido que estaban creando en los estudios, los llevaron a dar por terminadas
sus giras de conciertos en agosto de ese año.

En los tres meses que les quedaban libres antes de regresar a Abbey Road para grabar el material destinado a su siguiente LP, cada uno de ellos se embarcó en un proyecto individual. En el caso de John, esto consistió en aceptar un pequeño papel en la película “How I won the war” de Richard Lester, para cuya filmación debió trasladarse a Almería, España. Allí, lejos de sus compañeros, escribió la canción que daría una nueva vuelta de tuerca a la música del cuarteto: “Strawberry Fields Forever”. La nebulosa de imágenes y sonidos anunciada en “Rain” y “Tomorrow Never Knows” era aquí bastante más osada, pero quizás lo que más peculiar hacía a esta composición era la sugerencia autobiográfica que entrañaba. “Strawberry Fields” era el nombre de un albergue para huérfanos del Ejército de Salvación, que quedaba muy cerca de la casa donde Lennon había vivido de niño en Liverpool.

Evidentemente la palabra clave en esta asociación de ideas es “huérfanos”, precisamente la dolorosa condición que John y Paul compartían. Pero esto podría verse reforzado si leemos el verso “no one I think is in my tree” como una alusión, consciente o inconsciente, al árbol genealógico del compositor, pues equivaldría a una declaración de orfandad absoluta. En la “pretty nurse” (“bonita enfermera”) que aparece en “Penny Lane”, la canción de McCartney que va en el reverso del mismo single y evoca también en clave onírica los días de infancia en Liverpool, podría postularse asimismo un lejano eco de Mary Mohin, que en vida se había dedicado precisamente a ese oficio. Paul, además, da repetidos testimonios de lo atractiva que encontraba a su madre cuando era niño, en el libro autobiográfico que escribió con Barry Miles “Many years from now”.

Otro acontecimiento capital ya había tenido lugar también cuando el proyecto de la isla griega se frustró. Aunque ellos quizás todavía no comprendieran el alcance de lo sucedido, dos mujeres que no estaban dispuestas a pasar desapercibidas como las típicas damas de compañía de los Beatles habían irrumpido en sus vidas: John había conocido a Yoko Ono en la galería Indica, el 9 de noviembre del ’66; y Paul a Linda Eastman en el club Bag O’ Nails, el 15 de mayo del ’67. Y
en ambos casos era claro que en el encuentro había corrido electricidad. No hay que olvidar que tanto Yoko como Linda eran mayores que el beatle que cada una de ellas escogió para acechar, lo que, sumado al temperamento dominante que también compartían, les prestaba un aura de destellos maternos que sólo se haría evidente después.

La palabra con 'M'
​De un modo lento pero definitivo las cosas habían empezado a cambiar. Tal vez por eso cuando a fines de agosto del ’67 McCartney llevó al estudio su composición “Your Mother Should Know” para grabarla, a nadie le llamó mucho la atención que por primera vez la
palabra ‘madre’ se colara en una canción del grupo. Más claro tendría que haber sido el campanazo de “Lady Madonna”, en febrero del ’68, poco antes de que los cuatro Beatles y sus parejas viajaran a la India para estudiar meditación con el Maharishi.

Proviniendo de una persona de origen católico y cuya madre se llamaba ‘María’, la invocación a la ‘Madonna’ era más que elocuente. “En un comienzo, (...) se trataba de la Virgen María, pero después pasó a ser una mujer de la clase trabajadora, como tantas de las
miles que hay en Liverpool”, ha dicho Paul sobre esta canción. De modo que cualquier parecido con el personaje de la vida real antes mencionado no puede ser casual.

En todo caso, el trabajo que grabarían los Beatles a su regreso de la India no dejaría yamargen para la duda. En los temas del Álbum Blanco la palabra ‘madre’ (o algún sustituto coloquial de la misma) aflora constantemente. La encontramos en “The Continuing Story of
Bungalow Bill”, “Happiness Is a Warm Gun”, “Yer Blues”, “Cry, Baby Cry” y “Mother Nature’s Son”. Es cierto que, salvo la última, todas son composiciones de Lennon, pero hay que considerar -por un lado- que McCartney había empezado su catarsis antes; y -por otro- que durante buena parte de las sesiones para esa producción no había establecido todavía su relación con Linda. Su ruptura con Jane Asher se da en julio del ’68, mientas que John ya había dejado a Cynthia a mediados de mayo y para el 30 de ese mismo mes, cuando los Beatles hicieron las primeras grabaciones para el disco doble, estaba ya entregado a su
romance con Yoko, a quien previsiblemente llamaba ‘Mother’.

De hecho la canción del Álbum Blanco que más declaradamente aborda el tema en cuestión, a pesar de no incluir de forma expresa ‘la palabra con M’, es “Julia”, una delicada melodía grabada el 13 de octubre y en la que Lennon evoca por primera vez a su madre llamándola por su nombre... pero confundiéndola al mismo tiempo con su nueva compañera. Es bien sabido que uno de los epítetos que le atribuye en la letra -“oceanchild” - es una traducción de lo que el nombre ‘Yoko’ quiere decir en japonés. John había violado la norma no escrita de los Niños Perdidos, acaso porque sentía que ya no necesitaba de la burbuja protectora que le proporcionaba la banda y, sobre todo, su alianza con Paul.

McCartney, sin embargo, venía preparando también su propio reencuentro con la figura materna. “Let It Be”, el famoso himno donde recrea un sueño en el que su madre le susurraba palabras tranquilizadoras para enfrentar los tiempos difíciles, fue grabada en
enero del ’69, pero existen testimonios de que ya la ensayaba el 19 de setiembre del ’68, curiosamente sólo unos cuantos días antes de que Linda Eastman viajara desde Estados Unidos a Inglaterra para pasar por primera vez una temporada con él.

The Beatles en "The Ed Sullivan Show" en 1964. (Foto: AP)
The Beatles en "The Ed Sullivan Show" en 1964. (Foto: AP)

Noche de Brujas
​Finalizadas las sesiones del Álbum Blanco, Paul y su nueva novia oficial volaron a Nueva York para recoger a la hija de ésta y llevarla a vivir con ellos a Londres (tanto Linda como Yoko eran ya madres cuando conocieron a Paul y John, lo que también abona en favor del
argumento que planteamos aquí). Cuando la recién estrenada familia se instaló definitivamente en la casa de Cavendish Avenue, el 31 de octubre de 1968, se cumplían exactamente doce años de la muerte de Mary Mohin y el proceso de disolución del vínculo entre Lennon y McCartney era ya irreversible. Como para honrar la fecha, Yoko y Linda habían terminado de echar las semillas de lo que más tarde les valdría la reputación de ser las ‘brujas’ que separaron a los Beatles.

En menos de un año todo estaba consumado. En setiembre del ’69, a poco de haber terminado la grabación de “Abbey Road”, John les comunicó a sus compañeros que se iba del grupo, pero su decisión no fue hecha pública. Los otros tres participaron todavía de un par de sesiones en las que dieron los últimos toques a dos temas del LP “Let It Be”, pero en abril del ‘70 Paul aprovechó la polvareda que levantaría al anunciarle al mundo que rompía con los Beatles, para promocionar el lanzamiento de “McCartney”, su primera producción
como solista. En ésta, dicho sea de paso, resultó claro que ahora que había aprendido a pronunciar ‘la palabra con M’ en sus canciones, iba a ser difícil callarlo. Basta comprobar la cantidad de composiciones de ese disco en las que el tema aparece (“That Would Be Something”, “Every Night”, “Teddy Boy” y “Momma Miss America”). Otro tanto puede decirse de Lennon, que en su primer LP incluyó las canciones “Mother” y “My Mommy’s Dead”.

Al encontrar estas parejas que, entre muchas otras cosas, los proveyeron de una figura con claros ecos maternos, John y Paul dejaron aparentemente de necesitarse para lidiar con la pérdida que habían experimentado en su adolescencia. Se puede postular, asimismo, que fue la ruptura de ese vínculo fundacional de la banda lo que probaría ser la causa eficiente de la separación de los Beatles. No hay que olvidar que los conocidos intentos anteriores de Ringo y George de dejar el grupo habían sido conjurados con relativa facilidad.

Esta explicación de la disolución del cuarteto no excluye ciertamente otras, como las denominadas “de oficio” al principio de este ensayo, pero sí las pone en un contexto distinto. De alguna manera, además, les da la razón a quienes asocian la ruptura con la aparición de Yoko y Linda, y, en consecuencia, las tienen en poca estima. Sin embargo, hay
que decir que ellas no pueden ser consideradas responsables de las imágenes que movilizaban en sus parejas y que, en todo caso, la crisis que contribuyeron a provocar fue lo que dio origen a mucha de la música más personal y emotiva de los Beatles. Sus mejores canciones, después de todo, fueron sin duda las de despedida.

Principales obras consultadas:
The Beatles. Anthology, The Beatles (2000)
Many years from now, Paul McCartney y Barry Miles (1997)
The Complete Beatles recording sessions, Mark Lewisohn (1988)
The Love you make, Peter Brown y Steven Gaines (1983)
Blackbird, Geoffrey Giuliano (1992)

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