Buika toca con los mismos músicos desde hace muchos años. De hecho, algunos la acompañan desde su primer álbum. Ese es el secreto de que ella pueda dar un show lleno de improvisación. (Foto: Manuel Velez  )
Buika toca con los mismos músicos desde hace muchos años. De hecho, algunos la acompañan desde su primer álbum. Ese es el secreto de que ella pueda dar un show lleno de improvisación. (Foto: Manuel Velez )

Portento trashumante de la música. A veces juglar del flamenco, otras del reggae y muchas más de aquellos géneros que se etiquetan como world music. Siempre portadora de una voz que desgarra el alma. De una risa que despeja todo ápice de duda de que ella es un ser humano dueño de una sensibilidad infrecuente en la especie. Concha Buika (Palma de Mallorca, 1972) es el epítome del artista: librepensadora y casera de sus miedos y su sexualidad.

Traviesa con el lenguaje, la intérprete considera que no existen fronteras para nada ni para nadie. Los idiomas, en todo caso y como si se tratara de un mantra revolucionario, deben hacernos libres. Ella se toma de ejemplo: de niña nacida en Palma de Mallorca, pobre como quien se acostumbra a ver plásticos en vez de vidrios en las ventanas; pasa por aceptarse como mujer afro de herencia ecuatoguineana y por dejar el colegio (un lugar plagado de restricciones y de cuyo coro fue expulsada por su supuesta horrible voz), para llegar finalmente a cantar y convertirse en autora de dos libros de poesía y nueve álbumes compuestos en distintos idiomas. Y también una nominación a los premios Grammy 2018 con su último EP "Para mí". “El que quiere algo, lo busca y lo encuentra. Mira hasta dónde he llegado yo. He cantado en shows en Las Vegas, clubes de jazz y blues, shows infantiles, en comuniones y hasta en funerales”, afirma vía telefónica Buika. Ella se presentará el 14 de agosto en el Gran Teatro Nacional.

María Concepción Balboa Buika, nombre de pila de la artista, no tiene nada que perder. Y lo demuestra cada vez que puede. Cuando se le pregunta por la duración de su presentación en Lima y el repertorio que ofrecerá, contesta con un contundente "no lo sé", seguido de una risa. "No tengo ni idea. Eso dependerá de la comunicación entre las personas que estarán allí y yo. Yo no preparo nada. Siempre salgo al escenario como si fuera un toro que sale a la plaza. Salgo como el toro, no como el torero: no sé qué voy a encontrar ni cómo voy a reaccionar", explica.

—Eso también significa que podrías perder hasta la vida.
No lo veo así. Uno sale de forma inocente, sin saber que ello le puede costar la vida. A mí me gusta sentirme libre en el escenario, estar con mi gente, con mi tribu. Allí lo único que hago es abrir el corazón y contar lo que recuerdo. No me pongo límites porque esto solo es música, no pasa nada. Es como cuidar flores. Y sobre las listas de canciones, ya fueron. Yo canto para empoderarme.

—En una entrevista te reconocías como una persona soberbia. ¿En qué momento la confianza se confunde con ello?
Las dos cosas tienen que ir de la mano. Soy soberbia porque me lo puedo permitir, porque pienso en ello y no me siento mal. Tener un poquito de ego en esta vida no está mal. Todo en su justa medida está bien. Me parece que vivimos muy robotizados. Se dice que uno no puede ser celoso, egoísta y no sé qué otras cosas más, y yo me pregunto: ¿para qué existen esos sentimientos? ¿Para que los sientan los peces del río o los canarios? ¡Esas son conductas humanas! ¡Déjenme ser persona, coño! A veces huelo fatal, otras me pongo celosa porque así soy y me encanta. Y, joder, ¿a quién le ofende? Al final, parece que todo se resume en que por tener una educación o una historia de vida concreta uno tiene que sentirse culpable.

—¿Por qué esa censura con nuestras propias emociones ha calado tanto?
¡Por culpa del puñetero romanticismo que ha llegado demasiado lejos! ¡Todo eso de la bohemia y esas tonterías! Si bien yo siento que ellas han hecho mucho por el ser humano, que antes solía ser un auténtico animal que veía a los leones comerse a sus pares en las plazas, creo que hemos abusado. Gracias a ese romanticismo, un animal delicioso y maravilloso como es la mujer terminó convirtiéndose en un bicho que se dejaba dominar cuando ello no tiene ningún sentido. A mí no me domina nadie. Yo vivo lo que quiero vivir. Sé qué es estar en la esquina y recibir un bofetón y sé qué hacer para que no me lo vuelvan a dar. Victimizarse no ayuda.

—Sorprendió que el año pasado no sacaras un álbum, sino un EP. ¿A qué se debió?
Yo no siento que tenga que hacer algo de manera especial, solo las hago por soy quien soy. Creo que uno tiene que hacer lo que le apetece. No tengo miedo. Algunos dicen que si una canción dura diez minutos ninguna radio la va a poner. A ellos les pregunto dónde estará la radio en cien años y dónde estarán mis canciones. Si así hubiera pensado Vivaldi a lo mejor ni sabríamos quién fue. ¿Me entiendes? Tengo que pensar en el premio máximo que la vida me ha podido dar: la posibilidad de jugar a la lotería de la eternidad, de que los nietos, bisnietos y las próximas generaciones puedan escucharme aun cuando yo ya no esté. Ese EP está ahí. ¿Por qué no? Lo hice porque puedo.

—¿Solo por eso?
También es porque desde mi adolescencia no me siento a escuchar un disco. Siento que si ahora uno se da el tiempo de escuchar un par de álbumes hay muchas posibilidades de fallarle a otras personas, a tu novia, a tus hijos, al celular (risas). Entonces pensé que podía hacer algo que durara 25 minutos. 25 minutos para mí, porque así se titula el disco, "Para mí"... Esa conjunción de palabras que ahora suena tan egoísta. Hoy en día lo eres si no compartes tu dinero, tus sentimientos, tus secretos, tus amores y desamores, tus ruinas, tu fortuna. En fin, si no compartes eres un ruin. Y este disco es para que te regales 25 minutos que no tienes que compartir con nadie. Si no te puedes dar ese tiempo, revisa, que algo mala pasa.

—En países como el Perú todavía se discute si uno debe cantar en su lengua materna o no. Quería tu apreciación, teniendo en cuenta que tu música tiene de todo un poco.
Yo canto en el idioma que quiero, primero, porque me apetece y porque es mi derecho como ser humano. La lengua no es una imposición ni una cárcel, sino una posibilidad para ser libres y de hablar lo que nos dé la gana. Somos personas y la lengua es algo nuestro. Los perros, al contrario, no pueden piar ni croar. Así como hay gente que imita pájaros, yo puedo cantar en inglés, francés y en el idioma que haga falta. Y en segundo lugar porque es mi obligación como soldado de la música. Tengo que cantar en todos los idiomas que pueda porque es mi deber.

—¿A qué te refieres?
Tú eres periodista, ¿no es así? Imagínate que estamos en una sala en Barcelona, hay una noticia que dar y tú eres el único periodista del lugar. No importa si todos hablan catalán, tendrás que ver la forma de traducirla para que el mundo se entere de lo que sucede. No lo puedo hacer yo porque no sé cómo hacer tu trabajo. Los fontaneros tampoco. Tú eres el soldado al servicio de la humanidad. Tu obligación es informar. Yo escogí ser músico y si una sala necesita que alguien cante y no hay nadie más, me dará igual si estoy en China y preguntaré cómo se habla en chino y sino, cantaré en español. No te puede limitar una lengua, ni siquiera la tuya.

—Aunque eso es lo que finalmente sucede. Hay libros en alemán que jamás serán traducidos al español y viceversa, y que muchos jamás podrán leer.
El que quiere busca a alguien para que se lo traduzca. Las únicas barreras insalvables son las que uno se pone a sí mismo y son tan altas que nos olvidamos de ellas. Yo partí de no tener nada, pero nunca creí en la posibilidad de que no podía tenerlo todo. A veces venimos de países en los que más que educación hay ‘educastración’, que es una orden hacia dónde quieren que te dirijas para que te conviertas en algo en lo que quieren que te conviertas. Yo nunca les creí a aquellos que me decían “eres una analfabeta y no tienes futuro”. No les creí porque siempre somos más de lo que cuentan de nosotros. Siempre. Uno tiene que escucharse a sí mismo más que a los demás.

Más información
Lugar: Gran Teatro Nacional. Dirección: Av. Javier Prado Este 2225, San Borja. Horario: martes 14 de agosto, desde las 8 p.m. Entradas: Teleticket.

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