Jorge Drexler armó la fiesta en el Pentagonito

Jorge Drexler tiene razones para bailar. Tiene su banda completa, dos Grammys Latinos 2014 bajo el brazo y un público peruano que por quinta vez (y como si fuere la primera) lo ha venido a escuchar. Irrumpe en el escenario, hace un paso de baile y el auditorio del Pentagonito revienta. Su sencillo Bailar en la cueva –que da nombre a su reciente disco y a su gira– genera armonía, compás, movimiento.

Ir en el ritmo
como una nube en el viento

no estar en
sino ser el movimiento

"¡Qué ciudad que tienen, qué mar, qué comida. Vamos a darlo todo!", promete. Drexler tiene 50 años y siente que es momento de fiesta. “Yo empecé todo tarde. Fui salvavidas, estudié medicina y recién a los 30 años encontré mi vocación de músico”, dice.  El cancionista uruguayo–así le gusta que le digan–pasó su infancia en Montevideo durante una dictadura represiva donde no había ganas ni tiempo de celebrar.

Pero eso ha cambiado. Con 23 años de trayectoria, Drexler ha grabado 14 discos y –canción de la película “Diarios de motocicleta”– fue el primer tema interpretado en castellano en ser nominado y premiado con un Óscar en la categoría mejor canción original. Hoy el uruguayo es un músico afianzado, original y en constante movimiento. “Siempre he buscado un cambio en mis discos. Siempre he intentado salir de mi zona de confort”, dijo la noche previa al concierto.

Ahora Jorge Drexler es el dueño del Pentagonito. El público está en su bolsillo, la melodía en su guitarra y le acompañan instrumentos de viento. Empieza a sonar Esfera.

Van orbitando equidistantes
Un puñado de canciones

Giran a tu alrededor
Como electrones

Luego llega Transporte, Caí creo que caí (dedica a la ciudad de Cádiz) y Las transeúntes. Drexler invita a las parejas a bailar Luna de espejos. El público rodea al escenario. Las luces bajas, los cuerpos cerca, el auditorio es un salón de baile. Drexler rompe el protocolo. Baja del escenario.

Inspirado en la cumbia peruana
El recital continúa. Ahora es tiempo de escuchar. “Me gusta la espontaneidad”, dice. Una admiradora levanta una pancarta con el nombre de Antes (Doce segundos de soledad). Drexler se conmueve, saca una cajita de festejo que una fan le regaló antes del concierto y demuestra su capacidad de improvisación. Contagiado por el momento, replantea su setlist y le suma también Ahora.

Antes de mí tú no eras tú
Antes de ti yo no era yo

Antes de ser nosotros dos
No había ninguno de los dos

Se acerca el final y Drexler debe retomar el baile. Había prometido “una noche caliente” y para eso apela a la cumbia, un ritmo que ha marcado el ritmo de su último trabajo (Bailar en la cueva, 2014). “Empezó a interesarme ese sonido. Llevaba mucho tiempo escuchando música peruana como Los destellos y Juaneco y su combo. Me parece de una alegría, un colorido y una originalidad muy grande”, apunta.  

Ahora ofrece Bolivia, una canción que cuenta la historia de cómo sus abuelos encontraron refugio en el país altiplánico cuando huían de la Alemania nazi.  Drexler ”. La música se mete por las orejas, por la nariz, por los pies.

Las puertas se iban cerrando
El tiempo colgaba de un pelo…
Todos decían que no
Cuando dijo que sí Bolivia

Jorge Drexler no necesita el manido recurso del falso final para impresionar.  Tiene una banda internacional compuesta por siete prodigiosos músicos, una música original y talento de sobra. Sin embargo, sus fans –aunque el prefiera llamarlos seguidores o escuchas porque cree que “hay en este mundo demasiado fanatismo”– están sedientos de su música y quieren más.

Drexler cede. Comienza con Universos paralelos y finaliza con La Luna de Rasquí, este tema –perfecto para la despedida– confiesa que lo escribió en una playa de Venezuela, una noche de fiesta igual a esta donde la pena no llega y donde tiene un punto ciego la tristeza.

Yo miraba la luna de Rasquí
Tumbado en la arena blanca

Y la luna me hablaba solo a mí
La luna me hablaba solo a mí

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