Rolling Stones en Lima: nuestra crónica del histórico concierto

A sus 72 años, Mick Jagger corre por el escenario como si fuera un chiquillo. Durante poco más de dos horas, el líder de los se encargaría de dirigir al grupo con una voz intacta y sus ya clásicos pasos de baile, los cuales realizaba en Lima por primera vez sobre un escenario. Detrás de él, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts ensamblaban un sonido que cualquier banda que inicia en los senderos del rock and roll envidiaría. Eran los Stones, y estaban tocando por primera vez en esta ciudad. No estábamos ante el ocaso de una de las mejores bandas de rock del mundo, sino ante un grupo demostrando su vigencia.

Minutos antes de las 9 de la noche, los asistentes se preguntaban con qué canción iniciarían los Stones el concierto. De acuerdo con los setlist de esta gira Sudamericana, habían dos opciones: “Jumping Jack Flash” o “Start Me Up”. La segunda fue la elegida y apenas sonó el riff de Richards el público alzó la voz en el Monumental. “It’s Only Rock and Roll”, el segundo tema de la noche, terminó con las primeras palabras de Jagger. “Hola Lima, hola Perú, hola mis causitas”, gritó. De más está decir que se metió al público al bolsillo.

No se necesitó mucho para que cada palabra mencionada por los Rolling Stones llevara una fuerte carga de nostalgia. Mick recordó que, junto con Keith, vino al Perú a finales de los sesentas. Más adelante, el propio Keith confesó brevemente que “es bueno finalmente estar aquí”. Por lo demás, Jagger demostró que hizo su tarea, entregando frases tan peruanas como “¡qué paja es Lima!” y “¡La comida aquí es mostra!”. Luego bromeó diciendo que su hija tiene como mascota un cuy, y hasta se animó a decir que Lima “canta mejor que sus vecinos”. Sus muecas después de esta frase dejaron en claro que se trataba de Chile, en donde comenzaron la gira en febrero en Santiago.

Después de “Tumbling Dice”, “Out of Control” y “Like a Rolling Stones” (esta última elegida por votación del público), un clásico sonó en el Monumental. Keith Richards agarró la guitarra acústica y comenzó a tocar los acordes de “Angie”. Sin duda una de las más coreadas de la noche. Al terminar, Richards pidió la eléctrica otra vez y no hubo tregua: comenzó “Paint it Black”. El público comenzó a saltar y Mick no dejaba de moverse en la pasarela, que llegaba hasta el medio campo. Alternaba, eso sí, con paseos por ambos de lados del escenario. Era imposible que se quedara quieto.

Lo de Watts también fue admirable. Correcto, preciso y firme. Cumplió perfectamente con estas cualidades durante las poco más de dos horas que duró el show. Por su parte, Ronnie Wood demostró con sendos solos de guitarra que, aunque Keith Richards es una de las estrellas del grupo, también tiene lo suyo. Richards tiene una gran ventaja: sus raíces bluseras. Los bluseros tocan hasta que se mueren y lo hacen cada vez mejor, y no hay duda que él morirá tocando. Lo demostró cuando Mick se retiró del escenario y lo dejó tocando “You Got the Silver” junto con Wood. De pronto nos trasladamos por unos minutos a algún bar en Nueva York. Oro puro. Con “Before They Make Run” el guitarrista demostró que el sentimiento todavía está en él, que nunca lo va a perder. No importa que pifie algunas notas, el blues es sentimiento sobre la técnica. Esa es la gran fortaleza de Richards.

Hacia el final de la noche, sonaban “Gimme Shelter” y, por fin “Jumping Jack Flash”. Para “Sympathy for the Devil” Mick utilizó una capa roja acorde a la ocasión y finalmente “Brown Sugar” dejaba todo listo para el encore. Faltaba el plato fuerte con el que habían cerrado cada concierto de esta gira, “(I can’t Get No) Satisfaction”. Pero antes, “Can’t Always Get” preparaba el camino con los Stones siendo acompañados por un coro.

La noche terminó entre fuegos artificiales y “Satisfaction” sonó por más de cinco minutos, con fiesta de por medio y los Stones haciendo una reverencia ante el público, saludando y despidiéndose a la vez del público peruano.

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