
La única condición que Wendy Ramos le pide al público es, quizá, la más difícil: permitirse ser vulnerable. En tiempos en los que se premia la perfección, ella propone justo lo contrario. Subirse a un escenario no para interpretar un personaje ni construir una ficción, sino para compartir desde la experiencia que el autodescubrimiento es, muchas veces, ensayo y error.
El año pasado, 1.500 personas en el Gran Teatro Nacional acompañaron sus historias en “Amar lo que haces”. Esta vez, la artista decidió ir más allá en este viaje hacia adentro, porque, según ella, para amar lo que haces, primero es necesario amar lo que eres, frase que usa como el título de su nueva presentación.

“Esto va más allá del amor que pueda sentir por algunas cosas. Yo amo actuar, pero si me dicen que no puedo hacerlo por diez años, no me afecta tanto. Pero si me prohíben enseñar, eso sí me devastaría. Esa es la diferencia entre amar y necesitar”, explica Wendy Ramos.
Desde recomendar ver “White Lotus” o el documental “Adolescencia”, hasta compartir en redes algún bordado encontrado en YouTube, sus proyectos nacen de una conexión constante con su comunidad. Les hace preguntas, escucha, se deja interpelar, y a partir de ese feedback va moldeando nuevas propuestas. “La razón detrás de todo es que quiero que más gente pueda sentir lo que yo sentí en su momento. Que pase por un instante de reflexión y diga: ‘Si ella puede, yo también’. Eso me llena por completo”, agrega.

Mostrarse vulnerable
Después de décadas sobre los escenarios, en televisión, teatro, redes y hasta en conferencias TED, Wendy Ramos decidió quitarse las etiquetas. Ya no se presenta como clown, actriz o ilustradora. “Soy una persona curiosa”, sentencia. Durante mucho tiempo, esa curiosidad la llevó por caminos diversos, pero también la enfrentó a una sensación persistente: no pertenecer del todo a ningún sitio.
“Como no estudié actuación, siento que me están haciendo un favor cuando me dan un papel. No es que sea mala haciéndolo, pero no siento que ese sea mi mundo. Por eso, cuando me llaman, digo: ‘¡Qué suerte!’”. En el mundo de la escritura también pasa lo mismo, cuando me invitan a eventos literarios tampoco siento que encajo entre ellos, o cuando doy conferencias me siento igual”, menciona.

Esa incomodidad se convirtió, paradójicamente, en el hilo conductor de sus trabajos más personales. En su nuevo espectáculo en vivo, vuelve a hablar desde ese lugar de duda, pero con la serenidad de quien ha aprendido a convivir con sus voces internas.
“Antes me venían mil ideas en poco tiempo. Cuando hacía el ‘Perronejo’ me decía: ‘¿Quién te ha dicho que puedes dibujar? Qué pena que un cuento tan lindo tenga unos dibujos tan horrorosos’ -confiesa Ramos- Con ‘Cuerda’ fue peor. Aparecían las vocecillas, y antes del show me repetía: ‘Ellos esperan ‘Pataclaun’, nadie quiere verte a ti sola’”.

Hoy, la actriz abraza esas inseguridades. Habla de síndrome del impostor, de resiliencia, de autenticidad. Y lo hace como mejor sabe: con humor, verdad y micrófono en mano. Su forma particular de mostrar lo vivido, siempre sobre un escenario. “Buscamos pistas en terapia, en los horóscopos, viviendo solos… y en cada uno de esos lugares nos encontramos un poco. Espacios como este espectáculo son momentos para unir esas piezas”, concluye.
Lugar: Gran Teatro Nacional
Fechas: 7 y 8 de junio
Horarios: Sábado 7 a las 8:00 p.m. y domingo 8 a las 6:00 p.m.
Entradas: Disponibles en Joinnus
