"Distancia siete minutos" y la esquiva felicidad
"Distancia siete minutos" y la esquiva felicidad
Juan Diego Rodríguez

La oscuridad es la presencia más constante en la obra. Sobre ella se montan luces de diversas temperaturas: de linternas que a veces tintinean y sirven para mostrar lo que los actores escriben con tiza en las paredes; y las que se proyectan sobre un ecran y crean formas etéreas y colores sólidos e intensos. Esos recursos visuales sirven para que "Distancia siete minutos", obra que por solo dos funciones más (hoy y mañana) se monta en la Asociación de Artistas Aficionados, prepare a su público para desarrollar el conflicto más íntimo de uno de los personajes.

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Según sus autores, los fundadores de la Compañía de Teatro de Creación Titzina Diego Lorca y Pako Merino, quienes además son los protagonistas de la puesta en escena, "Distancia siete minutos" es el resultado de una investigación sobre la felicidad. Para escribirla asistieron a charlas y conferencias sobre el tema y además, pasaron tiempo en cárceles y juzgados. "Por ello decidimos que uno de los personajes sea un juez", dice Diego Lorca. "A diferencia de lo que muchos podrían pensar, es joven y vive sin problemas hasta que una su casa es invadida por termitas", agrega.

Utilizando detalles que para muchos podrían ser insignificantes, el texto plantea diferentes líneas narrativas que se entrecruzan sin previo aviso, por lo que el espectador debe estar muy atento para no perder la ilación entre la trama evidente y el lanzamiento de un cohete a Marte. En una hora y media que dura el montaje, se muestra a un juez que se enfrenta a la poca capacidad resolutiva de las personas y tiene que dictar sentencia sobre casos que abarcan el hurto, deudas y conflictos entre vecinos. Su vida cambia cuando su casa es atacada por una plaga de termitas y tiene que mudarse con su papá, con quien mantiene una relación distante. Es en la semana que conviven que la razón de su alejamiento se revela: por varios años, su padre ha mantenido oculta la causa de la muerte de su madre.

La zozobra llega a su punto más álgido hacia el final del montaje en una escena casi cinematográfica. El personaje principal empieza a correr (sobre su sitio) desesperado, como alejándose del color rojo que se proyecta sobre el ecran que se ubica detrás suyo y que parece perseguirlo; se trata de un recurso para mostrar la pelea con su padre que termina por obligarlo a contar la verdad sobre la muerte de su madre y descubriendo la razón por la cual la obra se llama "Distancia siete minutos".

MÁS INFORMACIÓN

Asociación de Artistas Aficionados (Jirón Ica 323, Centro de Lima).
Funciones: hoy y mañana, 8 p.m. Entradas: S/25 general y S/15 estudiantes.

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