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Montaje de la obra "Santiago, el pajarero"
Enrique Planas

Podríamos pensar que se trata del taller de Santiago el Pajarero, pero también podría ser un espacio libre de tiempo y de lugar donde cuatro actores (Óscar Meza, Gisela Ponce de León, Andrés Salas y Mayra Nájar) se reúnen para jugar. Olvidémonos de decorados de época y vestuarios cortesanos: el espectáculo frente a nosotros elimina cualquier representación costumbrista, buscando eliminar la distancia de 250 años que nos separa del personaje histórico de Santiago de Cárdenas (1726-1766), aquel pionero del vuelo y la ornitología, objeto de burlas en su época y recuperado por Ricardo Palma en sus tradiciones y por en su teatro. En la versión que Nishme Súmar estrena esta semana en el teatro La Plaza, Santiago nos revela cuán poco ha cambiado la mentalidad limeña desde los tiempos del virrey Amat.

En efecto, la primera vez que Súmar descubrió el texto de Ribeyro el dramaturgo, era una adolescente. Veinte años después, recuerda de aquella lectura el sentimiento de tristeza por el fracaso del personaje, así como cierta temporalidad borrosa. Cuando el teatro La Plaza le animó a volver a esta obra para celebrar los 15 años de la institución, reconoció esa sensación de un pasado que dialoga fuertemente con el presente. "Pareciera que Ribeyro lo hiciera adrede. Por momentos estás en el Virreinato, y en otros podrías creer que estás en el actual Congreso de la República", dice ella, a propósito de los hipócritas e intrigantes antagonistas del soñador Santiago: el barbero, el catedrático Cosme Bueno, el virrey Amat o del duque de San Carlos. "Es todo muy actual, y el texto te invita a jugar con esa atemporalidad", explica la directora.

En "Santiago, el pajarero", se plasman los sueños de aquel inventor que en La Ciudad de los Reyes se había propuesto volar del cerro San Cristóbal a la Plaza de Armas con un artilugio adosado a su espalda, pero sin los recursos para construirlo se había propuesto pedirle ayuda al mismo virrey. Los sueños de Santiago son los de todo artista, incluso los del propio Ribeyro, que proyecta en su obra la típica frustración del escritor que para seguir su vocación debe salir volando de su país. Como señala Súmar, en la obra escrita por Ribeyro en 1959, está su característica inclinación por retratar personajes marginales y oprimidos, despojados de su voz, que reclaman un lugar en el mundo. "El mismo Ribeyro decía que eso era lo que le atraía de un personaje como Santiago de Cárdenas, quien vivió en la Lima del siglo XVIII. No es casual que el escritor haya querido tomar su historia para su ficción. Es el par peruano de Galileo. Santiago encarna la idea del ser libre y visionario, pero absolutamente incomprendido", señala.

LA TENTACIÓN DEL FRACASO
Presente en la mayoría de sus relatos literarios, el fracaso es también un concepto clave en toda la obra. "Desde la página uno, sabes que el personaje va a fracasar, que es un perdedor", advierte la directora. Por ello, para esta adaptación se tuvo que profundizar en la naturaleza de los conflictos del protagonista.

"Queríamos que se sienta que en Santiago hay una enorme energía, que es su utopía lo que lo mueve".

Otro personaje en el que la propuesta de Súmar tuvo que profundizar fue el de Rosa Luz, la novia de Santiago, quien abatida por su renuencia de abandonar sus sueños, lo abandona por otro hombre.

Un personaje femenino común en la narrativa ribeyriana, donde abundan las mujeres cuyo rol en la historia es generar el conflicto o limitar la libertad del protagonista. "Es verdad que Rosa Luz es una mujer que sigue las convenciones sociales, que está muy presionada por su familia. Su anhelo es tener la vida de toda joven limeña decente. Pero desde el montaje me interesaba trabajar el dilema de esta muchacha: ¿Qué hay en Santiago que a ella la enamora, qué la motive a luchar por él? Es cierto que hoy nuevas generaciones de mujeres estamos intentando cambiar las cosas, pero también que aún hay mujeres absorbidas por el machismo, que solo quieren construir una vida convencional. Pero el dilema de Rosa Luz quizá no está en palabras, pero sí se manifiesta en sus acciones. Hay algo en Santiago que la vuelve loca, que hace tenerle fe en él. Y en eso estamos trabajando", explica.

IMÁGENES RIBEYRIANAS
Así como la propuesta busca profundizar en la psicología de los personajes de Ribeyro, el texto escrito por el autor de "La palabra del mudo" también le dio a la directora y los actores muchísimas imágenes simbólicas y metafóricas que se desprenden del universo poético del escritor. Por ello, es muy sugerente que un elenco reducido (otros montajes clásicos de la obra superan los 15 actores) apele al uso de máscaras para desdoblarse en otros personajes. Si como escribió Ricardo Palma, la memoria de Santiago de Cárdenas se conservó por décadas en los espectáculos populares de títeres que siguieron burlándose de él, el teatro contemporáneo convierte en muñecos justamente a aquellos que lo caricaturizaron.

"A mí no me interesaba hacer un montaje de época ni costumbrista. Me provocaba encontrar mi lugar de enunciación: pensar qué significaba esta historia para nosotros hoy. Y espontáneamente, la primera pregunta que cayó de madura fue: ¿Más de dos siglos después de Santiago, los peruanos nos hemos lanzado a volar?

Metafóricamente, pienso que no hemos podido dar ese gran salto", lamenta Súmar. "Esa pregunta nos ha acompañado a lo largo de todo este proceso de montaje. Y nos ha hecho ver la dimensión profunda de Santiago: no se trata de un fracasado, sino de un visionario que lucha por cambiar las cosas cuando tiene todo el viento en contra".

PERMISOS AL AUTOR
¿Qué tanta libertad ofrece Ribeyro a un director de teatro? ¿Estamos frente a un autor que permitía experimentar con sus obras o más bien obligaba a cumplir sus indicaciones con precisión? Para Súmar, ciertamente Ribeyro era un dramaturgo muy aplicado, en cuyos textos marcaba sus cuadros minuciosamente, con claras entradas y salidas, así como acotaciones muy precisas. Es un autor que imaginaba claramente sus escenas.

Por ello, la directora y su tropa de actores admiten haber pasado por alto las acotaciones del maestro. "Para empezar, la obra sucede en muchos lugares distintos y hay grandes saltos en el tiempo. Aquí hemos concentrado la escena en el taller de Santiago, donde sucederán todas las acciones. Y los actores, desde el presente, evocan a estos personajes para animar a una reinterpretación", explica Súmar. Así, más que reproducir la corte virreinal, esta nueva visita al clásico de Ribeyro nos hace pensar qué significa hoy el anhelo de volar, cuánto miedo le tenemos aún a la libertad de pensar, de decidir nuestro destino, de convertirnos en una sociedad donde la voz de sus ciudadanos se escuche. Seguramente eso le encantaría a Julio Ramón.

HISTORIA DE UN CLÁSICO
En 1995, cuando Ruth Escudero presentaba su versión de "Santiago, el pajarero" con el Teatro Nacional en el CCPUCP, el dramaturgo y director Hernando Cortés recordaba en la revista “Textos de teatro peruano” las vicisitudes que representó montar la obra originalmente.
Ribeyro escribió la obra en 1959, para participar en un concurso de dramaturgia organizado por la Municipalidad de Lima. Cuando Cortés le preguntó al escritor por qué eligió al personaje de las tradiciones de Palma para su primera obra, él le contestó: "Santiago es un rebelde. Y yo desde siempre me he interesado por los rebeldes. Aunque fracasen en vida su obra no muere".

La obra originalmente se tituló “Vida y pasión de Santiago el pajarero”, y se pensó como la primera parte de una trilogía que comprendía “Atusparia” y “Sócrates”, esta última jamás escrita. "Santiago, el pajarero" ganó el primer premio del concurso, y fue llevada a escena por el grupo Histrión en 1960. Dirigida por Hernando Cortés, contó en su elenco con memorables actores como Mario Velásquez, Raúl Medina, Pepe Velásquez, Carlos Velásquez, Vidal Luna, Helena Huambos y Gabriel Figueroa como Santiago.

​Más información

Lugar: teatro La Plaza, Miraflores. Temporada: del 18 de enero al 27 de febrero. Horario: de jueves a martes, 8 p.m. Entrada: 70 y 30 soles.

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