Comienza siendo una muy pormenorizada y sentida crónica del miedo doméstico en tiempos de emergencia sanitaria. Luego, se convierte en una desesperara demostración de amor por el teatro y su necesidad como espacio vital. “Trucos para ver en la oscuridad”, la más reciente obra de Mariana de Althaus, es un testimonio pandémico gremial, una mirada al desastre vivido desde la trinchera de los teatros cerrados. Tejiendo realidad con invención, por primera vez la dramaturga escribió una obra de autoficción, y con una enorme complicidad, eligió a la actriz Alejandra Guerra para que la representase. Pero estos juegos de espejos no se quedan allí, pues la obra también dedica buena parte de sus líneas a recrear la propia experiencia de la actriz. Así, mientras en la obra Mariana (Guerra) enfrenta la angustia del encierro y la incapacidad de escribir teatro, va hilando historias a partir de recuerdos, mensajes de Wassap, y voces de otras figuras del teatro convocadas por la autora. “Nunca había abordado antes la autoficción, una forma de escribir que me permite ponerme en bandeja, desnudarme, hacer un striptease, y hablar de cómo vivimos la pandemia desde el teatro”, explica De Althaus.
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Podríamos hablar de una creación colectiva, sin serlo propiamente. Un unipersonal en la que se confunden dramaturga y actriz, puesto que la escritora pone su estructura, y la intérprete añade su propia experiencia. Muchas de ellas compartidas por cierto, siendo ambas parte de un grupo de WhatsApp de teatreras que se volvió un verdadero grupo de apoyo en esos meses de confinamiento, cuando todo contacto estaba prohibido. “‘Trucos para ver en la oscuridad’ termina siendo una obra sobre ella, pero también sobre mí. Aparezco como una amiga, y como una figura del teatro, entre tantas otras. En ese sentido, es un proceso basado en la colaboración. Hay cosas que reconozco en mí y cosas inventadas. A partir de su mirada, trato de contar su historia y, de costadito, cuento la mía”, afirma la actriz.
Mariana está de acuerdo. Para ella, regresar al teatro en estos momentos, con una obra que habla sobre sí misma, es particularmente significativo. “Es lo más difícil que he hecho”, confiesa. “Es más cómodo escribir ficción, en la medida de que te pones detrás de una máscara y dices lo que te da la gana. Pero cada vez que escucho a Alejandra en el escenario decir que es Mariana, yo quiero salir corriendo. Me parece importante volver con una obra que me pone en una situación vulnerable, como lo hemos estado todos durante la pandemia, añade.
¿Cómo fue reencontrarse con el espacio escénico?
Mariana de Althaus: Muy emocionante. Yo no soy muy histriónica, pero sé que todos mis compañeros se tiraron al piso del escenario y lloraron. Es emocionante porque en este teatro del CCPUCP he hecho varias obras muy significativas para mí. Lo siento como volver a casa.
Alejandra Guerra: Yo regrese antes con “La terapeuta”, obra que se quedó parada por la pandemia. Fue muy simbólico. Regresar con esa obra a un festival en Colombia fue muy emocionante.
Una de las cosas que quedarán en la memoria de la comunidad teatral tiene que ver con la comprobación de que, para el poder político, la cultura y la educación estuvieron muy lejos de ser una prioridad. ¿Cómo sintieron ese declarado abandono oficial?
Mariana de Althaus: Fue un sinceramiento de una situación de permanente abandono, a la que estábamos totalmente acostumbrados. Al tal punto que, en la pandemia, cuando vimos que los teatros iban a estar cerrados muchísimo tiempo y sin ninguna voluntad política de subsanarlo, ni siquiera se nos ocurrió quejarnos. Estábamos tan angustiados por lo que estaba pasando, había problemas tan gigantes, la educación de los niños estaba tan abandonada, que a nadie se le ocurrió protestar por la cultura, y mucho menos por el teatro, uno de los últimos espacios en abrir, ¡junto con los colegios! Eso es más dramático aún. Estamos tan acostumbrados a que la cultura sea la última rueda del coche que ni siquiera la extrañamos demasiado. Y ahora estamos viendo las consecuencias.
¿Cuáles, por ejemplo?
Mariana de Althaus: Somos un país que no ha sentido aprecio por el pensamiento crítico, que no valora la cultura. Y ahora nos parece normal que un presidente tenga una tesis falseada. Estamos desamparados a nivel de imaginario: no podemos imaginar rutas alternativas si no leemos, si no vamos al teatro, si no consumimos arte. Vemos las consecuencias en el día a día, en nuestra economía, en nuestra forma de relacionarnos. Ya no podemos escucharnos unos a otros. En ese sentido, la obra intenta recobrar la idea del teatro como un espacio de reencuentro con el otro, en el que escuchamos al otro, en el que nos dejamos transformar por el pensamiento ajeno. La obra mira el teatro no como un espacio de entretenimiento o un lujo para una élite, sino como un espacio de encuentro con el otro.
Cuánto más habrán sufrido los músicos de orquestas populares, artistas de circo con la carpa cerrada, creadores que vieron cerradas toda oportunidad. Muchos artistas populares fueron los primeros en caer por la pandemia.
Alejandra Guerra: Siento que esta es una obra espejo, habla de lo que está dentro de nosotros. Y esa bronca, esa indignación, está presente. Efectivamente, hacer arte es algo heroico en este país. ¿Cómo podemos empezar a dialogar cuando estamos adormecidos? ¿Cuándo se normalizó esta mediocridad? Es algo que se menciona mucho aquí: a partir de las historias que se cuentan, uno comienza a verse reflejado y a replantear su mirada hacia la realidad. Eso es importantísimo y vital. El teatro se convierte en necesario catalizador. Efectivamente, somos gente privilegiada: mientras las salas estaban cerradas, hemos seguido dando clases en la universidad. Pero mucha gente no ha tenido ninguna oportunidad, se quedó absolutamente en nada. Los que tenemos la oportunidad de poder regresar al teatro y contar nuestra historia es necesario valorarlo. En el sector de los trabajadores de la cultura hubo un montón de gente que no tuvo qué comer.
En la obra se habla de una polémica poco debatida en su momento: ¿Fue realmente teatro la oportunidad de hacer obras virtuales?
Mariana de Althaus: Una de las cosas que más me conmovieron en la pandemia fue ver a los profesores de mis hijos haciendo malabares en la pantalla para que mi hijo, entonces en primer grado, aprenda a leer y a escribir. De igual forma, me conmovió el entusiasmo y resiliencia que tuvo la gente de teatro al empezar a sacar adelante sus proyectos virtuales, con sus limitaciones, encendiendo sus lamparitas, recurseándose con un filtro. A mí me pareció maravilloso el teatro virtual. Discutir si era o no teatro me parecía absurdo y aburrido. Lo importante era hacer algo creativo, que nos salvara el alma en ese momento. ¡Y algunos tuvieron ingresos nada despreciables al hacerlo! Obviamente que eso no es teatro, pero es lo que teníamos. Si hay otra pandemia, lo volveremos a hacer, y nos volveremos a pelear. Somos teatreros, y nos encanta el conflicto. Pero a mí me pareció muy inspirador.
Alejandra Guerra: Es la naturaleza del ser humano abrir espacios de resistencia. Para mí era surrealista pensar que iba a terminar enseñando a través de una pantalla. Dictando a chicos de primer y segundo ciclo de actuación, que no habían tenido experiencia presencial, entrar en un mundo que tiene que ver con el contacto humano, con los impulsos a partir de la presencia. Les dictaba fundamentos que me parecía imposibles compartirlos de manera virtual. Pero se logró. El aprendizaje puede ser el mismo, pero la experiencia no lo va a ser. Pero lo hacemos. Pienso que fue interesante hacer teatro virtual. De pronto, armabas tu escenario en casa, y por si acaso le avisabas a tu vecina que ibas a gritar, para que no crea que había un asesino en la casa. Era una manera de resistir. No es lo mismo, pero como dice Mariana, realmente fue inspirador.
¿Cómo ven ustedes el papel de algunos medios que exacerbaron nuestros miedos y disolvieron el sentido común? En la obra, mostrar un teatro clandestino realizado en tiempos de pandemia me hacía recordar a las personas que se reunían a jugar una pichanga de futbol. De pronto, tenías a la policía y a las cámaras de televisión criminalizándolos.
Mariana de Althaus: En retrospectiva, ahora todo parece parte de un guion absurdo. Ya sabemos que eso no era peligroso, más bien era beneficioso salir a espacios abiertos. Pero estábamos aterrados. Tuvimos conductas demenciales porque veíamos morir a mucha gente. Estábamos tomados por el miedo. Eso nos puso unos contra otros. Hubo un espíritu solidario, pero pronto empezaron a darse las persecuciones animadas por las redes sociales. Al chico que salía a correr al parque de pronto le caían huevos desde las ventanas. Es parte de la psicosis. ¡Nos volvimos locos todos! Y no creo que nos hayamos recuperado. Por eso me parece importante que sigamos yendo al teatro, que sigamos leyendo, que sigamos consumiendo cultura. Porque tenemos que tratar de entender lo que nos pasó. Y felicitarnos porque atravesamos ese túnel.
Alejandra Guerra: Se dieron distintas maneras de relacionarnos con la pandemia. Yo vivía como si tuviera 80 años, encerrada, pero otra gente necesitaba salir, relacionarse de otra manera. Y allí se creaban los antagonismos. No ha pasado tiempo suficiente para entenderlo en su total dimensión, pero empezar a tocar estos temas es una manera también de procesarlo.
Ahora vemos un florecimiento del teatro, ya con las salas abiertas. Y muchas obras de alguna forma el tema de la pandemia, no necesariamente dentro del texto, basta que nos hablen de la soledad, del aislamiento o de la recuperación. ¿Cómo sienten esta recuperación?
Mariana de Althaus: Para los teatreros, no hay nada más estimulante que el obstáculo. Yo temí en la pandemia que pasara, como sucedió en los años de la guerra interna, que la mayor parte de los teatreros empezaran a dedicarse a otras cosas. Pero aguantaron. Antes de la pandemia, hacíamos teatro pero no nos dábamos cuenta de su enorme poder de contacto con el otro. Reírte o llorar de las mismas cosas. Sentirte o no parte de una comunidad. Indignarte con otras personas. Creo que hemos revalorado muchísimo eso durante la pandemia. Y hemos guardado energía suficiente para enfrentar la actual demanda de teatro. Siempre hemos trabajado con austeridad, y ahora lo hacemos con lo que se puede. Pero eso ya es un montón.
Alejandra Guerra: Seguimos golpeados. Pero con la falta de recursos aparecen la creatividad y la voluntad.
Más información
Lugar: Teatro del Centro Cultural PUCP. Av. Camino Real 1075, San Isidro. Temporada: Del 11 de junio al 17 de julio. Horario: viernes, sábados y domingos, 8 p.m. Entradas: S/ 45 y S/ 20. En www.ccpucpencasa.com y boletería.
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