
Mónica Torres (1970) creció entre las paredes de un colegio de monjas, donde se enseñaba la rectitud con voz baja y mirada alta. Pero en su casa, donde era la hija menor, el tono era otro. Su padre contaba chistes, y ella aprendió desde temprano que la risa podía ser también un acto de fe. Años más tarde entraría a la televisión, primero detrás de cámaras, y luego pasaría a ser una presencia constante en series y algunas obras de teatro.
“Inicié con teatro infantil, pasé por las tablas con Cattone, y ahora produzco algunas puestas en escena y hago papeles en proyectos que me hagan sentir bien. Para mí el teatro es explorarme, sentirme y seguir creciendo como actriz”, menciona Torres en entrevista con El Comercio.

Ese vínculo con el escenario encontró una síntesis inesperada en Teatro como en el teatro, el programa semanal dirigido por Ricky Tosso que llevó el formato teatral a la televisión. Fue allí donde se cruzaron sus dos pasiones, y aunque el proyecto parecía frágil, logró consolidarse como uno de los favoritos del público y de Torres.
“Se ensayaban en solo tres días y se grababa algo diferente cada semana. Tenías que seguir el ritmo, aprender y desaprender. Trabajar con Ricky, con sus improvisaciones inesperadas, fue lo más difícil —recuerda Torres—. Ahora sé que trabajar con él era prepararme para las cosas que afrontaría después en la vida”.

Fuera del estereotipo
A lo largo de su carrera se la recuerda con muchos nombres: Marisol Chacón, Karen, Lucifer, Josefina Montserrat. Pero fue Norma Reyes, en Mil oficios, quien dejó una marca distinta. El personaje —una mujer coqueta, ingenua y vulnerable— fue creciendo con ella. En la ficción y en la vida, las miradas ajenas sobre su cuerpo fueron constantes. Las críticas disfrazadas de bromas familiares, los comentarios de las tías, los consejos no pedidos, la empujaron a probar dietas y pastillas con efectos secundarios. Hasta que un día, una cirugía de banda gástrica la colocó al borde de la muerte.
“El carácter de Normita está inspirado en mi tía. El resto fue creándose como este personaje que era engreída, que era feliz, pero que vivía cargando con este gran estigma. Fue uno de mis primeros personajes, y uno que fue terapéutico interpretarlo. De cierta forma interpretar a Norma me mostró algo que no quería ver de mí: que yo, al igual que ella, también podía ser feliz”.

Hoy, Mónica Torres ya no se detiene a pensar si un personaje fue escrito con estereotipos. Si le gusta, lo interpreta. Si la reta, lo elige. Y si no, lo deja pasar sin culpa. “Obviamente muchos de los papeles que me han dado tienen que ver con el sobrepeso. Eso es lógico. Pero también puedo ser mamá, puedo ser secretaria, puedo ser incluso astronauta. Lamentablemente se busca el chiste fácil de ‘Gorda come’, ‘Gorda traga’”, remarca.
La actriz continúa trabajando, pero no a cualquier precio. Elige sin presiones. Y en esa elección está su nueva forma de libertad, lejos de los prejuicios de otros o autoimpuestos. Actualmente, participa en una comedia en el Teatro Julieta, junto a Sonia Oquendo y El Chico de las Noticias. Para fin de año, prepara otra puesta que —según adelanta—actuará junto a Bettina Onetto y Selma Gálvez. “Donde interpretaré a una mujer, solo con esa etiqueta y nada más”.