La primera vez que Sofía Rocha nadó hasta la boya del mar de Los Yuyos, en la Costa Verde, fue en julio pasado. Enfrentada a la inmensidad del océano y su bravura, fue su deseo por estar en contacto con la incontrolable naturaleza y entender lo ínfimo de la existencia humana lo que hizo que arriesgara su vida.
En la soledad de ese lugar frío, casi imperceptible desde la orilla, ella descubrió un fenómeno peculiar, algo que algunos llaman las siete olas. “Hay momentos en los que el mar está tranquilo, pero de repente y sin saber de dónde, viene una racha de siete olas enormes y tienes que ver cómo superarlas. Para regresar a la orilla debes batallar y confiar en que ese día no vas a morir”, explica Rocha, quien asegura haberse enfrentado al mar en más de una ocasión.
Esta experiencia fue vital para que ella conectara con “Siete olas”, cuento que es parte del libro “Aquí hay icebergs” de Katya Adaui. La historia –cuya adaptación teatral Rocha dirige actualmente en Microteatro– utiliza esa referencia para retratar la conflictiva y tóxica relación de una madre (Grapa Paola) con su hija (Katerina D'Onofrio), quienes después de no verse por 7 meses han decidido reunirse en un restaurante y discutir el destino del dinero que el padre dejó al fallecer. “Esta es mi primera dirección y la hago en un formato de 15 minutos, porque todavía no me siento capaz de hacer algo más grande”, confiesa Rocha.
—¿Por qué crees que las relaciones filiales son tan complicadas?Porque los padres no eligen a sus hijos ni ellos a sus padres. Eso hace que sea casi una obligación convivir con otros seres humanos y no siempre se sale bien librado de ello. Creo que la convivencia obligada en el núcleo familiar saca lo mejor y lo peor del ser humano.
—No solamente es la obligación de convivir, sino también de querer.Sí, y cuando eso no se da, hay culpa, rechazo y reclamos. Si uno considera que sus padres no lo quieren lo suficiente, probablemente se convierta en un adulto que esté convencido de que nadie lo va a amar. Todo lo que sucede en la niñez es muy delicado porque es como tallar el fuego.
—En la obra vemos a la madre hacer hincapié en los atributos negativos de la hija, como su espalda de nadadora. ¿Por qué crees que ella se lo dice sin reparos?En general, los padres quieren que la imagen de sus hijos corresponda a ellos mismos y que demuestre que todo está bien en casa, que son inteligentes, etc. Entonces se cuestionan: “Si yo soy alta y guapa, ¿por qué mi hija es gorda y tiene granitos?”, y les dicen: “¿Por qué no haces dieta?”. Por ejemplo, mi madre, que en paz descanse, era una preciosura, linda, cariñosa, pero cuando yo era chica me hacía la toca [un rulero hecho con los canutos del papel higiénico] para que no fuera tan crespa. Me parecía raro porque ella lo era y mi papá también. No entendía por qué querían que yo fuese lacia, y era que en esa época ser crespa no estaba de moda y significaba que tenías parientes negros y eso no era bien visto. Ahora es algo maravilloso porque las modas han cambiado, pero es algo que tuve que aprender sola porque mi mamá nunca me dijo que mis rulos eran lindos. Hay cosas que te dañan sin querer.
—En otro momento de la obra, la mamá le dice a la hija que nunca la va a comprender porque jamás será madre. ¿Crees que eso es así?Creo que el hecho de que la hija no haya vivido la maternidad explica parte del problema; pero si alguna vez lograra pasar por ello, tampoco llegaría a entenderlo todo porque la madre es atípica, es más mujer que madre. Además, yo creo que lo dice como una excusa, lo que no quita que sea una frase que cause mucho dolor.
— Freud decía que las “demandas oceánicas” de la hija hacia la madre son tan fuertes que pueden convertirse en odio. ¿Crees que esta hija pide mucho?No creo que sea así. La conversación surge por un dinero que legalmente le corresponde a la madre, pero éticamente a la hija, así que lo que ella le pide es que se ponga en su lugar. En el fondo, lo que ella quiere es que su mamá reconozca sus fallas y le pida perdón, pero se termina topando con una gran pared que la desestabiliza. Aun así, en términos generales, yo no creo que pidamos tanto. No nos criamos en un ambiente salvaje, sino en una burbuja en la que se supone nos tienen que querer y cuidar.
—Lacan hacía referencia al deseo materno y decía de él que era como estar dentro de la boca de un cocodrilo: “No se sabe qué mosca puede molestarle y, de repente, cierra la boca”. ¿Te parece una exageración? No. Personalmente, la vida me parece una locura y vivirla es muy angustiante porque todo tiene que ver con pulsiones como el asesinato, el suicidio, el canibalismo, que están presentes todo el tiempo en los seres humanos. Y esta cosa de parir y de este ser que demanda tanto de uno me parece, a veces, monstruoso, aunque esta persona que come, caga, llora y te hace trabajar todo el día y no te deja dormir también es hermosa. Esa línea tan delgada es la razón por la cual yo no tengo hijos. Siempre me ha aterrado la posibilidad de ser madre porque siento esa línea dentro de mí. Yo no sé si en otras personas será igual, pero yo no doy las cosas por sentadas, es decir, no creo que por tener un hijo mi vida va a ser maravillosa, que lo voy querer y él va a ser bueno. Creo que es una posibilidad más para el desastre y el horror total, aunque no puedo negar que ese pueda no ser el caso y que todo sea maravilloso.
—En una entrevista del 2013 dijiste que ya te habías congraciado con los que te rodeaban, que habías perdonado y que te habían perdonado. ¿Qué tuvo que pasar para que pudieras lograrlo?Creo que abarqué demasiado, pero fue porque estaba en un proceso que todavía sigue y que nunca va a acabar. Mis 50 años me han hecho ver las cosas de forma distinta, entender a mi familia, comprender por qué no me entendían. Si había algo que perdonar, lo he perdonado, y espero que ellos también lo hayan hecho. ¿Qué era necesario? Sobrevivir, más que vivir. Yo siento que soy una sobreviviente y no necesariamente porque me hayan pasado cosas malas, sino de mí misma, de mi entorno social, de mi propia familia. Ahora que he pasado los 50 años me digo que puedo vivir otros 10 más, y así voy. Pasito a pasito.
MÁS INFORMACIÓNLugar: Microteatro. Dirección: Jr. Batallón Ayacucho 271, Barranco. Horario: de jueves a sábado, desde las 11 p.m., varias funciones. Temporada: hasta el 23 de diciembre. Entradas: Atrapalo.pe