Al Capone y el tiro por la culata de un mafioso
Al Capone y el tiro por la culata de un mafioso
Juan Carlos Fangacio

Hace solo unos días, la Smith & Wesson calibre 32 de (o la que dicen fue de él) fue vendida en subasta por casi 10.000 dólares. Las preguntas salen en ráfaga: ¿Se puede medir con dinero un crimen? ¿Cuántas vidas lleva a cuestas una reliquia de ese tipo? ¿Es esto lo que llamamos el precio del delito?

La vida del célebre mafioso estuvo marcada por las armas: la primera que usó fue su propia mano, cuando a los 14 años le estampó una bofetada a su profesora. Su expulsión de la escuela fue el inicio de una vida al margen de la legalidad. Y una navaja fue la que le dejó una cicatriz en el lado izquierdo de la cara, marca indeleble con la que se ganó el apodo de ‘Scarface’ o ‘Caracortada’.

En la época, el imperio de Capone no era el único, pero se constituyó como el más poderoso gracias a la violencia excesiva y la matonería. Dinamitar negocios que no le compraban el alcohol que él producía durante la prohibición era práctica común. Acribillar a quienes llevaban problemas a los prostíbulos que regentaba era otra costumbre. Para paliar, a su estilo, tanta agresividad, Capone fue siempre dadivoso con los pobres, tradición que se idealizó en la ficción con Robin Hood y que materializaron después Pablo Escobar o 'El Chapo' Guzmán.

Pero si a los 26 años ya era el jefe máximo de una organización mafiosa en Chicago, a los 33 –edad mesiánica– comenzó su debacle. La historia es conocida: no pudieron tumbarlo ni por sus asesinatos ni por sus robos, pero lo atraparon por evasión de impuestos, una estrategia judicial novedosa en dicha época. Para tratar de librarse del proceso, Capone y sus abogados fueron pioneros en el bombardeo de hábeas corpus –leguleyada que hoy nos es tan familiar–, pero nada pudo salvarlo de la cárcel.

Ya en prisión, el deterioro de su salud se aceleró con problemas de demencia, que tenían su raíz en una sífilis no curada que contrajo en algún burdel. La que fue su mina de oro se convirtió también en su ruina.

Pensándolo bien, la subasta del arma del gángster más famoso del mundo puede tener un sentido irónico y sensato: no hay mayor justicia poética que comprar el revólver de un forajido al que al final le salió el tiro por la culata.

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