
Durante años, Ambrealle Brown, de Louisiana, Estados Unidos, luchó contra una rara enfermedad renal que amenazó no solo su salud, sino también su futuro. Su vida se detuvo. Los días que antes dedicaba a estudiar para convertirse en enfermera se llenaron de tratamientos interminables y visitas al hospital. Este Día de la Madre, ambas cumplieron el sueño de su vida.
Su madre, Nija Butler, la acompañó en cada paso. Desde que tuvo a Ambrealle siendo adolescente, ambas crecieron muy unidas. Y esa conexión se hizo aún más fuerte cuando los médicos le dijeron a Butler que su hija necesitaba un trasplante de riñón para sobrevivir.
La enfermedad, FSGS (Esclerosis Glomerular Focal y Segmentaria), se agravó rápidamente. Ambrealle, que tomaba clases para ingresar a la escuela de enfermería, quedó incapaz de caminar. Comenzaron entonces los tratamientos diarios de diálisis: de 9 a 13 horas cada jornada. Y con ellos, el desgaste físico y emocional.

Fue entonces cuando Nija decidió hacer algo que cambiaría sus vidas. Aunque los médicos le habían dicho que probablemente no sería compatible, se sometió en silencio a las pruebas para donar un riñón. No se lo dijo a su hija. No quería crear falsas esperanzas.
Ambrealle recibió la llamada que había estado esperando por cinco años: había un donante. Llamó a su madre para compartir la noticia, sin imaginar que ella ya lo sabía. Confundida, le preguntó cómo lo sabía. “Soy yo”, le respondió su mamá.
La operación se realizó en marzo de 2023. Fue el primer trasplante de riñón robótico en Louisiana, realizado por médicos de la Facultad de Medicina de Tulane. La intervención fue un éxito. La recuperación, más rápida de lo esperado. La vida volvió a tomar impulso. Y con ella, volvió también un sueño pausado.
Después de todo, cumplieron su sueño
Ambrealle se reenfocó en sus estudios. Nija, inspirada por la recuperación de su hija, decidió que era momento de retomar su sueño también. Juntas se inscribieron en la escuela de enfermería. Estudiaron lado a lado. Se apoyaron en los momentos duros. Compartieron dudas, desvelos y risas.

El pasado mes de abril, madre e hija caminaron juntas hacia el escenario en Baton Rouge, vestidas de blanco, con toga y birrete. Se graduaron de la escuela de enfermería, cumpliendo un sueño que durante años pareció inalcanzable.
“No podría haberlo logrado sin ella”, dijo Ambrealle, de 34 años, a The Associated Press. “La escuela de enfermería es dura. Pero haberlo vivido con mi mamá a mi lado lo hizo todo más llevadero”.

Ahora, Ambrealle trabajará en una unidad de cuidados intensivos para pacientes con quemaduras. Nija, de 48 años, continuará su labor en una clínica psiquiátrica. Ambas comparten una misión: cuidar a otros, como se cuidaron mutuamente.
“Gracias por darme la vida dos veces”, le dijo Ambrealle a su madre. “No todos tienen una segunda oportunidad”. Nija la miró, con lágrimas en los ojos, y respondió sin dudar: “Y lo haría otra vez”.

Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.