Jenna Scott, madre de 31 años y en perfecto estado de salud, recibió un diagnóstico que cambió su vida para siempre. | Crédito: Jenna Scott / BS
Jenna Scott, madre de 31 años y en perfecto estado de salud, recibió un diagnóstico que cambió su vida para siempre. | Crédito: Jenna Scott / BS
Autor Oscar Guerrero Tello
Oscar Guerrero Tello

Jenna Scott tenía 31 años, una carrera estable, un estilo de vida activo y todo lo que podría considerarse una vida saludable. Recién convertida en madre y con su primer hijo en brazos, pensaba que estaba viviendo su propio cuento de hadas. Lo que no imaginaba era que su cuerpo comenzaba a enviar señales de alarma que serían interpretadas como parte del embarazo.

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Todo comenzó cuando estaba en su tercer trimestre de gestación. Jenna empezó a sentir un fuerte dolor abdominal, acompañado de sangrado rectal y vaginal. Consultó con su obstetra, quien le aseguró que esos síntomas eran normales en esta etapa y que no había razón para alarmarse.

Al ser su primer embarazo, ella confió: “Así es el embarazo”, pensó, según contó a . Pero los síntomas no desaparecieron tras el parto, y los médicos siguieron atribuyéndolos a su recuperación por cesárea. También experimentaba un cansancio constante, aunque evitaba quejarse. Cuidar de su hijo Cameron era su prioridad.

Con el tiempo, la incomodidad se volvió crónica. Un médico le recetó pastillas para el síndrome del intestino irritable, pero al no ver mejoras, finalmente fue derivada a un gastroenterólogo. Allí, otro obstáculo: “¿Por qué estás en mi consultorio? Eres demasiado joven”, le dijeron.

La historia de Jenna Scott muestra cómo señales ignoradas pueden retrasar una atención médica vital. | Crédito: Jenna Scott / BS
La historia de Jenna Scott muestra cómo señales ignoradas pueden retrasar una atención médica vital. | Crédito: Jenna Scott / BS

Fue necesaria una colonoscopia, realizada más de un año después del parto, para descubrir la verdad. Al despertar del procedimiento, su esposo, el médico y varias enfermeras la esperaban en la habitación. El diagnóstico fue contundente: cáncer colorrectal en etapa cuatro.

Sin antecedentes familiares y en aparente buen estado físico, Jenna no entendía cómo aquello podía estarle sucediendo. El cáncer ya se había extendido, y su oncólogo explicó que no había sido visible en las primeras tomografías debido a que su cuerpo tenía muy poca grasa, lo que dificultaba la detección. Desde entonces, su vida cambió por completo.

Inició la quimioterapia en agosto de 2017. Pasaba ocho horas en el hospital cada dos semanas, y luego continuaba el tratamiento en casa con un equipo portátil. Los efectos secundarios eran devastadores: alucinaciones, insomnio, ansiedad. Miraba el monitor de su bebé y veía cosas que no estaban ahí. Durante los siguientes años, recibió tratamientos agresivos, cirugías y múltiples rondas de quimioterapia.

A pesar del impacto, Jenna Scott sigue luchando con valentía y esperanza mientras cría a su hijo. | Crédito: Jenna Scott / BS
A pesar del impacto, Jenna Scott sigue luchando con valentía y esperanza mientras cría a su hijo. | Crédito: Jenna Scott / BS

Para 2021, entró en una etapa de tratamiento de mantenimiento con pastillas diarias y sesiones de quimioterapia cada cuatro semanas. Aunque su estado se considera “indetectable”, el cáncer sigue presente.

La rutina médica continúa, con efectos secundarios acumulativos: desmayos, náuseas intensas, noches sin dormir. A pesar de todo, Jenna trabaja a tiempo completo y acompaña a su hijo, hoy de casi nueve años, a sus partidos de béisbol, aunque sea con su mochila de tratamiento al hombro.

Además de la carga física y emocional, enfrentó grandes dificultades económicas. Aunque tenía seguro médico, los costos se acumularon rápidamente. Solo la colonoscopia inicial le costó $500 de su bolsillo, y hubo meses en los que las facturas superaban los $3,000. Llegó a considerar vender su casa. Una campaña de GoFundMe impulsada por amigos recaudó $30,000 en poco más de dos semanas, lo que fue un enorme alivio.

Con su testimonio, Jenna quiere crear conciencia entre los jóvenes: “No somos intocables. Escuchen a su cuerpo, exijan atención y no permitan que se minimicen sus síntomas.”

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SOBRE EL AUTOR

Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.

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