El cerebro humano es una maravilla capaz de controlar cada una de las funciones necesarias para vivir: desde lo más básico como respirar o digerir alimentos hasta lo más complejo como pensar, manejar emociones, crear memorias o comunicarnos con los demás. Sin embargo, con el paso de los años, el cerebro envejece, o como se ha visto en un nuevo estudio: ensuciarse.
Una investigación del centro médico de la Universidad de Rochester explica que los desordenes neurológicos como al Alzheimer o el Parkinson pueden ser vistos como enfermedades de un “cerebro sucio”, donde el órgano lucha para eliminar los desechos nocivos con poco éxito.
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La edad es un factor de riesgo clave debido a que mientras envejecemos la habilidad de nuestro cerebro para remover la acumulación tóxica disminuye.
No obstante, una nueva investigación con ratones demuestra que es posible revertir estos efectos relacionados con la edad y restaurar el proceso de limpieza del cerebro utilizando un fármaco que ya es usado para otros fines
“Esta investigación demuestra que restaurar la función de los vasos linfáticos cervicales puede rescatar sustancialmente la eliminación más lenta de desechos del cerebro asociada con la edad”, explicó Douglas Kelley, PhD, profesor de Ingeniería Mecánica en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas Hajim de la Universidad de Rochester.
“Además, esto se logró con un medicamento que ya se usa clínicamente, lo que ofrece una posible estrategia de tratamiento”, agregó el investigador quien es uno de los autores principales del estudio, que aparece en la revista Nature Aging, junto con Maiken Nedergaard, MD, DMSc, codirectora del Centro de Neuromedicina Traslacional de la Universidad.
Hacia 2012, Nedergaard hizo una primera aproximación a este enfoque al describir que el sistema glinfático es el proceso único de eliminación de desechos del cerebro que utiliza el líquido cefalorraquídeo (LCR) para eliminar el exceso de proteínas generadas por las neuronas hambrientas de energía y otras células del cerebro durante la actividad normal.
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Este descubrimiento marcó potenciales nuevas aproximaciones para tratar enfermedades comúnmente asociadas con la referida acumulación de restos de proteínas como el Alzheimer o el Parkinson.
Red de pequeñas bombas extrae los desechos del cerebro
En la investigación se detalla que una vez lleno de desechos proteínicos, el LCR en el cráneo debe llegar al sistema linfático y, en última instancia, a los riñones, donde se procesa junto con el resto de los desechos del cuerpo. En el nuevo estudio se combina técnicas avanzadas de imagenología y seguimiento de partículas para describir por primera vez en detalle la ruta a través de los vasos linfáticos cervicales en el cuello a través de los cuales la mitad del LCR sucio sale del cerebro.
Los investigadores también pudieron registrar el pulso de los vasos linfáticos en el cuello que ayuda a extraer el LCR del cerebro.
“A diferencia del sistema cardiovascular que tiene una gran bomba, el corazón, el líquido en el sistema linfático es transportado por una red de pequeñas bombas”, contó Kelley. Estas bombas microscópicas, llamadas linfangiones, tienen válvulas para evitar el reflujo y están unidas, una tras otra, para formar los vasos linfáticos, se explica en el paper.
Durante el estudio, los científicos notaron que a medida de que los ratones envejecían, la frecuencia de las contracciones disminuía y las válvulas fallaban. Como resultado, la velocidad del LCR sucio que fluía fuera de los cerebros de los ratones más viejos era un 63 por ciento más lenta en comparación con los animales más jóvenes.
Un fármaco restablece el flujo de fluidos que limpian el cerebro
Los investigadores decidieron utilizar el fármaco llamado prostaglandina F2α, un compuesto similar a una hormona que se usa habitualmente en la medicina para inducir el parto y que ayuda a la contracción del músculo liso.
Al utilizar este medicamento, el equipo notó que la frecuencia de las contracciones y el flujo de LCR sucio del cerebro aumentaron, llegando al nivel de eficiencia de los ratones más jóvenes.
“Estos vasos están convenientemente ubicados cerca de la superficie de la piel, sabemos que son importantes y ahora sabemos cómo acelerar la función”, sostuvo Kelley. “Se puede ver cómo este enfoque, tal vez combinado con otras intervenciones, podría ser la base para futuras terapias para estas enfermedades (Alzheimer, Parkinson)”, agregó la investigadora.
¿Qué causa la enfermedad de Alzheimer?
La enfermedad de Alzheimer sigue siendo una afección compleja y difícil de comprender para los científicos. Aunque en los últimos años se han logrado avances significativos, los investigadores siguen sin conocer las causas exactas de esta enfermedad neurodegenerativa.
Los conocimientos actuales sugieren una etiología polifacética que implica una combinación de cambios cerebrales relacionados con la edad, predisposición genética, factores ambientales e influencias del estilo de vida. El impacto relativo de cada factor puede variar mucho de una persona a otra, lo que convierte al Alzheimer en una enfermedad muy individualizada.
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