
En los últimos años, se ha hablado mucho sobre los riesgos del alcohol, especialmente su relación con enfermedades como el cáncer, problemas hepáticos, hipertensión y otros trastornos de salud. Además de todo lo anterior, el alcohol también puede afectar la salud del cerebro.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Neurology analizó cómo el consumo de alcohol podría estar relacionado con el deterioro cognitivo. Investigadores en Brasil estudiaron a 1.781 personas después de su muerte y encontraron que quienes bebían hasta siete copas a la semana, o más de ocho, tenían más probabilidades de presentar daños cerebrales vinculados a la memoria y la demencia.
Los datos sobre el consumo de alcohol de cada persona fueron proporcionados por sus familiares. Luego, los investigadores clasificaron a los participantes en cuatro grupos: quienes nunca bebían, los bebedores moderados (hasta siete copas a la semana), los bebedores empedernidos (ocho copas o más) y los ex bebedores (personas que habían dejado de beber al menos tres meses antes de morir, pero que habían sido grandes consumidores). Se consideró una bebida estándar como 14 gramos de alcohol, lo que equivale a una cerveza de 355 ml o una copa de vino de 150 ml.
Aunque el estudio tiene limitaciones, por ejemplo, los familiares podrían no recordar exactamente cuánto bebía la persona, varios expertos coinciden en que este trabajo resalta los efectos negativos del alcohol en el cerebro.

“Los hallazgos de este estudio confirman lo que hemos pensado durante mucho tiempo, en el sentido de que el consumo crónico de alcohol puede estar asociado con la demencia y la enfermedad de Alzheimer”, dijo el Dr. Mike Sevilla, médico de medicina familiar en Ohio, en conversación con el medio HuffPost.
Uno de los puntos que más llama la atención es que la cantidad considerada “excesiva” por los investigadores es más baja de lo que se pensaba.
“No se trata de la persona que bebe un litro de vodka cada noche. El consumo excesivo de alcohol, tal y como lo definen estos autores, no es tan excesivo”, explicó el Dr. Brendan Kelley, vicepresidente de neurología del Centro Médico UT Southwestern en Texas.
El estudio también encontró que los bebedores habituales tenían un 133% más de riesgo de sufrir arteriosclerosis hialina, una afección que endurece las arterias y puede afectar la memoria. Incluso los ex bebedores tenían un 89% más de riesgo, y los bebedores moderados un 60%.

“La arteriosclerosis hialina provoca una disminución del recorrido de la sangre por el tejido cerebral, lo que puede dar lugar a episodios de pequeños infartos cerebrales, que en definitiva se traducen en un aumento de la demencia”, explicó Sevilla.
El buen flujo sanguíneo es clave para que el cerebro reciba los nutrientes que necesita y elimine los desechos.
“En condiciones normales, los vasos sanguíneos son flexibles… A medida que se endurecen, aumenta la presión y se reduce su capacidad de transportar sangre de forma eficiente”, detalló Kelley. Esto dificulta el suministro de vitaminas y minerales esenciales al cerebro.
Además, el estudio mostró que los grandes bebedores y ex bebedores tenían más probabilidades de desarrollar ovillos neurofibrilares (también conocidos como ovillos tau), estructuras asociadas a formas avanzadas de demencia. “Incluso en el caso de las personas que ya no consumen alcohol de forma crónica, es posible que el daño cerebral ya se haya producido”, agregó Sevilla.

Reducir el consumo de alcohol puede ser una buena decisión no solo para el cerebro, sino para la salud en general. Según Kelley, los mismos hábitos que benefician al corazón también son buenos para el cerebro. También recordó que los grandes bebedores del estudio tendían a fumar más, lo cual agrava aún más el daño vascular.
Aunque nunca es tarde para hacer cambios positivos, cuanto antes se comiencen, mejor. “Incluso las personas de 70 años que siguen fumando pueden disfrutar de un beneficio positivo si dejan de hacerlo”, concluyó Kelley.