
Las carreteras de Estados Unidos han sido durante décadas el escenario de una silenciosa pero vital travesía: la de miles de inmigrantes que, al volante de enormes camiones, sostienen la economía del país transportando bienes de costa a costa. Sin necesidad de un diploma universitario y hasta ahora sin requerir dominio del inglés, el oficio de camionero ha sido una puerta de entrada para quienes buscan una nueva vida en suelo estadounidense. Sin embargo, esta realidad acaba de cambiar drásticamente.
Esta semana, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que exige que todos los conductores de vehículos comerciales en EE. UU. demuestren dominio del inglés. Ya no basta con saber maniobrar una máquina de 18 ruedas o conocer a la perfección las rutas más eficientes; ahora, los conductores deben ser capaces de leer señales de tránsito, conversar con oficiales, llevar registros y comunicarse con el público en inglés. El idioma, antes una barrera cultural superable, se convierte en una barrera legal infranqueable.

EL ARGUMENTO CENTRAL DE LA NUEVA POLÍTICA ES LA SEGURIDAD VIAL
La administración Trump sostiene que la incapacidad de comprender instrucciones, advertencias o regulaciones puede poner en riesgo tanto al conductor como a los demás usuarios de la vía. Por ello, la medida fue enviada directamente al Secretario de Transporte y a la Administración Federal de Seguridad de Autotransportes (FMCSA), con un mandato claro: actuar en un plazo de 60 días.
Pero más allá de la seguridad, muchos ven en esta orden ejecutiva un nuevo eslabón en la cadena de medidas nacionalistas impulsadas por Trump. Desde el muro en la frontera hasta las restricciones de visados, el idioma inglés se suma ahora al arsenal de filtros migratorios. Para algunos, es una exigencia lógica en un país cuya lengua oficial es el inglés; para otros, una forma encubierta de excluir a miles de trabajadores que, aunque no dominen el idioma, han demostrado su capacidad en las rutas.

EL IMPACTO NO SE HA HECHO ESPERAR
Asociaciones del transporte y sindicatos expresaron su preocupación por la medida. En un sector donde ya hay una alarmante escasez de conductores —según la American Trucking Associations, el 18% de los camioneros son inmigrantes, muchos de ellos hispanohablantes—, esta orden podría agudizar la crisis. Las empresas más pequeñas, que dependen de conductores bilingües o con conocimientos limitados del idioma, temen aumentos en sus costos operativos y una caída en la eficiencia de sus cadenas logísticas.
Además, la implementación de esta norma requerirá una revisión profunda de los sistemas actuales de licencias y verificación de credenciales. ¿Cómo se evaluará el dominio del idioma? ¿Habrá apoyo para quienes deseen capacitarse? ¿Cuántos empleos están en juego? Estas preguntas aún no tienen respuestas claras, y el reloj ya empezó a correr.
Mientras tanto, muchos conductores inmigrantes viven días de incertidumbre. Para ellos, el trabajo en la carretera era más que un ingreso: era una oportunidad, un proyecto de vida, una vía hacia la estabilidad. Hoy, esa vía tiene un nuevo letrero en letras grandes: “English Required”. Y aunque las ruedas de sus camiones siguen girando, muchos temen que el camino hacia el sueño americano haya tomado una curva difícil de sortear.
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Periodista con experiencia en redacción y creación de contenido digital. Soy licenciado de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Trabajé en medios de comunicación y agencias de marketing. Experiencia también como fotógrafo en campos deportivos.