
A veces, lo inevitable se siente venir. Durante meses, las sucursales de Rite Aid lucían como un escenario olvidado por el tiempo: estantes semivacíos, pasillos sin vida y una atmósfera que gritaba abandono. El anuncio de su segunda bancarrota en menos de dos años no sorprendió a nadie, pero sí dejó una sensación amarga: esta vez no se trata de una simple reestructuración, sino del desmantelamiento total de lo que alguna vez fue una de las principales cadenas de farmacias de Estados Unidos.
ESTA QUIEBRA ES MÁS DEFINITIVA QUE LA QUE PRESENTÓ EN 2023
Más de 1,200 tiendas están ahora en venta, un negocio de medicamentos recetados que ya cambió de manos, centros de distribución cerrados y empleados despedidos. Lo que comenzó como un intento de mantenerse a flote tras su primera quiebra en 2023, ha terminado en un colapso casi absoluto. Para muchos consumidores, especialmente en comunidades donde Rite Aid era la única opción accesible, esto no es solo la caída de una tienda: es la pérdida de un recurso vital.

Pero reducir este colapso a una “recesión económica” sería una simplificación cómoda, aunque tentadora. En realidad, Rite Aid ya mostraba señales de una gestión ineficiente mucho antes de las turbulencias políticas y económicas más recientes. La empresa acumuló enormes deudas comprando cadenas rivales en los años 2000, mientras el mundo comenzaba a virar hacia el comercio electrónico y los modelos de atención médica más integrados.
En lugar de adaptarse, Rite Aid apostó a un modelo que envejecía mal. Y mientras otras cadenas modernizaban sus operaciones, la compañía se vio implicada en la crisis de los opioides, repartiendo recetas dudosas en masa. Más de mil demandas —incluyendo una del gobierno federal— dejaron su reputación y sus finanzas en ruinas. Las decisiones que priorizaron el lucro inmediato terminaron costándole caro, tanto moral como económicamente.

NO SUPO CÓMO NAVEGAR EN UN SISTEMA DE SALUD CADA VEZ MÁS DOMINADO POR LOS GIGANTES
Los PBM (gestores de beneficios farmacéuticos), concebidos para abaratar el acceso a medicamentos, acabaron concentrando tanto poder que manipulan el mercado a su favor. Con CVS, Cigna y UnitedHealth en control, estas entidades dictan qué se receta, a quién se le reembolsa y qué farmacias sobreviven.
Los PBM favorecen a sus propias cadenas de farmacias y castigan financieramente a las demás, reembolsándoles montos tan bajos que operar se vuelve insostenible. Rite Aid intentó mantenerse en la carrera con su propia PBM, Elixir, pero fue incapaz de competir. Finalmente, vendió Elixir durante su primera quiebra, sellando su destino en un tablero donde los movimientos ya estaban decididos por jugadores más grandes.
Hoy, lo que queda es una advertencia viva sobre lo que ocurre cuando la salud pública se entrega por completo a intereses corporativos y modelos anticuados. El Proyecto de Libertades Económicas Estadounidenses estima que un 5% de las farmacias del país cerraron desde 2023. Las zonas rurales, ya mal servidas, sienten con fuerza esta ausencia. Y ahora, Rite Aid se suma al conteo, dejando tras de sí una red de necesidades insatisfechas.
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Periodista con experiencia en redacción y creación de contenido digital. Soy licenciado de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Trabajé en medios de comunicación y agencias de marketing. Experiencia también como fotógrafo en campos deportivos.