Alan Santana es el nombre del mexicano que notó un gravísimo error en la etiqueta de la comida para perros y compró una cantidad alucinante. Cabe mencionar que lo hizo a favor de los perros callejeros, según confesó. (Foto: internet)
Alan Santana es el nombre del mexicano que notó un gravísimo error en la etiqueta de la comida para perros y compró una cantidad alucinante. Cabe mencionar que lo hizo a favor de los perros callejeros, según confesó. (Foto: internet)

A veces a favor, y otras en contra. En los supermercados del mundo, en ocasiones, existen errores en las etiquetas de los precios de diferentes productos. Esto ocurrió en San Luis, México, donde un hombre sacó provecho de esto, pero para una buena causa.

Su nombre es Alan Santana, quien asistió en compañía de su madre y hermano, a 'Soriana', conocida tienda de la ciudad. No tenía mayor interés de comprar nada, pero advirtió un terrible error en el establecimiento.

Se encontró con una etiqueta que anunciaba la venta de 25 kilos de comida para perros a tan solo 18.5 pesos, es decir, 1 dólar.

Corroboró el detalle y se decidió a hacer una gran compra. Quedaban 18 costales con el mencionado peso a disposición y, dado el accesible precio, se animó a llevarlo todo.

"Cuando me pidieron el efectivo, yo saqué sólo lo justo (según mis cuentas): 333 pesos. El cajero de inmediato me hizo cara de ‘¡WTF!’, por lo que procedí a sacar mi celular y a mostrarle la foto con el precio que ellos pusieron. Me quedé callado y esperando mis costales, en unos momentos de tensa calma. Se alarmó todo el 'Soriana' y en menos de tres minutos ya tenía al Subgerente de la tienda con un tono triste pidiéndome que no lo hiciera, porque el “chavo” que puso mal el precio lo tendría que pagar", contó Alan.

"Después de otro rato de tira y afloja en el que no cedí ni un centímetro, la Gerente accedió a autorizar la compra y se retiró con dignidad. El subgerente supongo que se ahogaba con sus lágrimas interiores; comenzaron a marcar mis costales, uno por uno, queriendo hacer lento el proceso para ver si con ello me arrepentía o me desesperaba, pero pues no: haciendo gala de mi paciencia, me compré un agua muy fría y unas Chip’s moradas en lo que ellos acababan el proceso de compra".

Según cuenta, y como último recurso, tuvieron que llamar a la jefa de caja para que lo hiciera porque el cajero no pudo. Esperó otro buen rato, pero aún así no fue un momento tedioso: "¡wey, tenía Chip’s moradas! Cuando por fin acabaron, saqué mis costales en el carrito que me prestó 'Soriana'. Cargué todo a mi camioneta y me fui muy contento con mi familia a mi casa".

Cabe resaltar que Alan no tenía pensado poner algún negocio de croquetas para canes, sino que las quería destinar a los perros callejeros que no tienen comida.

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