"Si la vida fuera una película" | OPINIÓN. (Foto: AFP)
"Si la vida fuera una película" | OPINIÓN. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

Si la vida fuera una película, Gareca omitiría la oscuridad del contexto de lo que está ocurriendo y, agradecido como es, renovaría su contrato a una federación con la que ha logrado hitos inolvidables, pero que ahora parece haber perdido parte de la transparencia que apuntalaba su trabajo. Esta versión romántica del ex técnico de la selección, sucumbiendo ante las emociones de un pueblo entregado y, por eso mismo, extendiendo un vínculo hasta Qatar 2022, encajaría perfectamente en la edulcorada trama de una versión hollywoodense.

Si la vida fuera una película, Guerrero y Farfán se convertirían en hurtadores de tiempo y prolongarían su vigencia goleadora hasta el próximo Mundial. Tampoco acusarían el paso de los años. Y en la eventualidad de que lleguen a faltar, existirían suficientes relevos jóvenes para acompañar a Ruidíaz en el difícil arte de suplirlos.

Si la vida fuera una película, todos los que hincharon el diafragma por la participación en esta etapa, lo empezarían a hacer también por sus clubes. Se convertirían en socios y en agentes de cambio de unas instituciones que, en la mayoría de los casos, de profesionales solo tienen el nombre.

Si la vida fuera una película, todos los que hincharon el diafragma por la participación en esta etapa, lo empezarían a hacer también por sus clubes. Se convertirían en socios y en agentes de cambio de unas instituciones que, en la mayoría de los casos, de profesionales solo tienen el nombre.

El logro del plantel peruano en Rusia tendría un efecto expansivo y no se limitaría solo al equipo del representativo patrio, sino que abarcaría los distintos estamentos de nuestro balompié. Como resultado de este esfuerzo mancomunado de todos, los equipos nacionales se tomarían revancha en la Sudamericana y en la Libertadores.

Si la vida fuera una película, este miedo a que todo lo vivido en el Mundial haya sido un espejismo desaparecería ante las evidencias de una siembra en territorio feraz. Se esfumaría esta incertidumbre momentánea de no saber qué va a pasar, porque los proyectos tienen raíces y trascienden nombres.

Si la vida fuera una película, no existirían chivos expiatorios y trataríamos a Cueva con la empatía que le han ofrecido los uruguayos a Muslera. Entenderíamos, por más que mortifique, que todos podemos tener un mal día y que la solidaridad es un factor esencial en el crecimiento de todo grupo humano.

Si la vida fuera una película, los mundiales de fútbol se disputarían cada dos años, en lugar de cada cuatro. Nuestra selección participaría casi siempre. Y algunas veces, contradiciendo todos los pronósticos, se proclamaría campeona del mundo.

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