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“Bolivia: las elecciones que podrían reconfigurar el tablero político latinoamericano”, por Irma Montes Patiño
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Este 17 de agosto Bolivia se juega una partida geopolítica que podría rediseñar el tablero ideológico continental tras décadas de hegemonía de izquierda bolivariana. Y por primera vez en veinte años enfrenta comicios democráticos y sin la participación de figuras políticas emblemáticas. Ni Evo Morales, excluido por temas legales relacionados con límites constitucionales, ni el presidente Luis Arce, quien declinó presentarse por su deteriorada popularidad, participarán como candidatos. Esta ausencia histórica ha fragmentado al Movimiento al Socialismo (MAS) y abierto espacios inéditos para una oposición que por décadas permaneció al margen del poder.
Las últimas encuestas revelan un panorama alentador, donde candidatos de corte capitalista liberal lideran las preferencias. El empresario Samuel Doria Medina, de la alianza Unidad y que intentará por cuarta vez el acceso a Palacio Quemado, está al frente con 21%, y muy de cerca está Jorge ‘Tuto’ Quiroga, expresidente interino y líder de la coalición Libre, con 19,6%. Lo que sugiere una definición en balotaje, que será determinada por el voto llamado residual (indecisos, blancos/nulos) que llega a al 34,1%. Cabe resaltar que luego del debate presidencial del 2 de agosto, el candidato Rodrigo Paz Pereira de la alianza PDC (Partido Demócrata Cristiano) podría incluso colarse al balotaje pues su tendencia es ascendente y quien alcance una buena porción del porcentaje del altísimo voto residual podría dar la sorpresa.
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Las implicancias de un triunfo de los “anti Foro de Sao Paulo” en Bolivia trascienden fronteras proyectándose sobre todo el continente. Bolivia ha funcionado tradicionalmente como uno de los bastiones más sólidos del socialismo del siglo XXI, con un papel pivotante en organismos regionales como Unasur y Celac, sirviendo de puente ideológico entre las posiciones más confrontacionales del eje Caracas-Managua y posturas más pragmáticas de gobiernos progresistas. Un gobierno de oposición al Foro de Sao Paulo en La Paz facilitaría oportunidades de nuevas alianzas comerciales y políticas para países como Brasil y Colombia, abriendo espacios para enfoques más moderados y alejándose definitivamente del modelo de integración bolivariana impulsado desde Venezuela.
Este golpe de timón marcará un punto de inflexión histórico coincidiendo además con la celebración del bicentenario de su independencia (este miércoles 6 de agosto) y completaría un proceso de reconfiguración política continental que se evidenció con el ascenso de Javier Milei en Argentina y la consolidación conservadora en países como El Salvador, República Dominicana, Paraguay, Panamá y Ecuador, debilitando los proyectos de integración bolivariana, marcando así el fin de una era en la política latinoamericana.
Este proyectado radical giro ideológico después de décadas en Bolivia solo es comparable con el que se vivió en los años ochenta con Víctor Paz Estenssoro, recordado por su funesta revolución nacional de 1952 de corte comunista-populista detonada por una combinación de fracturas estructurales y coyunturales donde la justificación fue la “crisis del modelo económico oligárquico”, en épocas en las que Bolivia dependía casi exclusivamente de la exportación de estaño, controlada por tres grandes empresarios conocidos como los “barones del estaño” (Patiño, Hochschild y Aramayo). Y que provocó un éxodo tras la persecución y exilio de opositores políticos, expropiaciones y redistribución de propiedad privada sin compensación a familias terratenientes del Altiplano -productores de agricultura y ganadería cruciales para la economía del momento- así como la expropiación de las minas de estaño.
Pero el tiempo lo hizo madurar políticamente y, décadas más tarde, el mismo Paz Estenssoro experimentó una radical transformación ideológica durante su último gobierno (1985-1989) volcándose hacia un modelo liberal puro, lanzando su Nueva Política Económica (NPE): un ambicioso programa de control inflacionario y reformas macroeconómicas de corte liberal que impulsaron una ruptura abrupta con el modelo impuesto por él mismo décadas atrás. Cuyo precedente, adaptado a la actualidad, podrá reconfigurar el contexto político actual significando un enorme paso hacia el progreso de Bolivia e irradiarse a la vez al resto del continente.
Es así que las próximas elecciones de Chile y Honduras (noviembre el 2025) podrían alterar definitivamente la correlación entre derechas e izquierdas en Latinoamérica, demostrando la voluntad de castigo a la era del nefasto socialismo del siglo XXI. Por último, y como bisnieta de expresidente de Bolivia (Ismael Montes Gamboa, 1904-1909 y 1913-1917) permítanme la licencia de comentar que ver a esta segunda patria por sangre volver a la ecuanimidad política y a un modelo donde impere y perdure la democracia, el libre mercado y el respeto irrestricto a la propiedad privada nos llena de esperanzadora satisfacción. Sentimientos que se comparten con familias de muchos bolivianos en nuestro país, quienes optaron por buscar mejores oportunidades en un país hermano como el Perú.
(*) Irma Montes Patiño es licenciada en Relaciones Internacionales de la George Washington University.











