
China es, por ahora, la segunda potencia mundial y aspira a convertirse en la economía más fuerte del mundo. Un objetivo que no es ninguna novedad y al cual Estados Unidos no pierde de vista, al considerar desde hace años al gigante asiático como su principal competidor y rival en este orden geopolítico que, hoy más que nunca, está en proceso de acelerados cambios.
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, ese objetivo ha quedado perfectamente claro, y cada una de las acciones que viene dando el presidente de Estados Unidos apunta hacia eso: contener a China.
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A lo largo de esta última semana, los intercambios de palabras entre funcionarios de Beijing y Washington volvieron a aparecer, luego de que entrara en vigor el aumento de aranceles para todas las importaciones de China, que también tomó represalias tarifarias sobre algunos productos estadounidenses, empezando así la nueva guerra comercial entre ambos gigantes.
En medio de la retórica de estos días, un tercer actor clave está nuevamente en la mesa: Taiwán, la isla que es considerada por Beijing como “parte inalienable e irrenunciable” de su territorio y a la que aspira reunificar algún día con el continente. De hecho, es una de las metas que se ha trazado Xi Jinping desde que llegó al poder en el 2012.

Taiwán -que se gobierna de manera autónoma- es el principal productor mundial de semiconductores avanzados, esos chips imprescindibles en nuestra vida cotidiana que permiten el funcionamiento de celulares, computadoras y automóviles, pero también de aviones de combate y de casi todo lo relacionado con tecnología e inteligencia artificial. Así de importante.

Y la empresa líder en el mercado es la taiwanesa TSMC, que anunció esta semana una inversión de 100 mil millones de dólares para la implementación de fábricas en Estados Unidos. Una noticia que fue música para los oídos de Trump, que ya dijo que Taiwán quedará exonerado de aranceles gracias a su decisión de invertir en el país, lo que permitirá a Estados Unidos producir cerca del 40% de los chips más avanzados del mundo.
“Si lo que [Estados Unidos] quiere es la guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos dispuestos a luchar hasta el final”. Lin Jian, portavoz del Ministerio de Exteriores de China
La guerra de los chips

¿Qué tiene que ver la inversión de una empresa de chips en la guerra comercial entre China y Estados Unidos? Primero, el suministro de chips es considerado un asunto de seguridad nacional para Washington. Segundo, Taiwán sigue siendo la línea roja de la política exterior de Beijing y en las últimas décadas ha provocado que más países rompan relaciones diplomáticas con la isla, que tiene cada vez menos acceso a los organismos internacionales.
“Trump siempre busca tener una compensación, así como ha pasado con Ucrania. ‘Si los protegemos, nosotros qué obtenemos’, es lo que señala. Por eso, se ha llegado a este acuerdo de inversión millonaria para los semiconductores, en los cuales Taiwán se ha especializado”, afirma el economista Marco Carrasco, profesor de Desarrollo y Estudios de Asia Oriental de la Universidad San Marcos, quien agrega que la empresa TSMC puede servir incluso de palanca para que Taiwán siga teniendo el apoyo de EE.UU.
Si bien Washington no tiene relaciones oficiales con Taiwán, es su principal proveedor de armas y de asistencia militar, y siempre ha sido la carta de garantía para que China no intente alguna invasión.
“Beijing tiene una estrategia muy clara y bien definida sobre el tema de Taiwán, y su posición es que Taiwán es parte de la República Popular de China y que, eventualmente, se van a reunificar con la China continental. Ante cualquier tipo de plan para la independencia de Taiwán -sea de un gobierno extranjero como Estados Unidos- ellos actuarán para que eso no ocurra, y esa es su posición independiente de quién esté en el gobierno de Estados Unidos”, expresa a este Diario Leolino Dourado, investigador del Centro de Estudios sobre China y Asia Pacífico de la Universidad del Pacífico.
“No buscamos esa guerra. Pero mi trabajo como secretario de Defensa es asegurarme de que estamos preparados. Los que anhelan la paz deben prepararse para la guerra”. Pete Hegseth, jefe del Pentágono
La lección de Ucrania

Aunque la guerra en Ucrania está a muchos kilómetros de distancia del Extremo Oriente, la guerra está sirviendo de lección para los taiwaneses, sobre todo tras lo ocurrido en las últimas semanas. Y es que para la pequeña isla es una señala de alarma que Washington le venga dando la espalda a Kiev para negociar directamente con Rusia.
“Con el cambio aparentemente abrupto en la posición de Washington sobre la guerra de Ucrania, algunos en Taiwán se preguntan si Estados Unidos no les jalaría a ellos la alfombra”, expresó Russell Hsiao, director ejecutivo del Instituto Global de Taiwán, con sede en Washington, a “The New York Times”.
Para David Sacks, del ‘think tank’ Council on Foreign Relations, “Xi puede considerar la decisión de Estados Unidos de negociar directamente con Rusia sobre la guerra de Ucrania, sin que Ucrania se siente a la mesa, como un precedente para las negociaciones directas con Trump sobre Taiwán”.
Ante ello, el propio viceministro taiwanés de Asuntos Exteriores, Wu Chih-chung, le dijo esta semana a Bloomberg que la isla está buscando “vínculos de seguridad más estrechos” con Estados Unidos, lo que incluiría la compra de más armamento norteamericano.
Por eso, la inversión millonaria de semiconductores es una buena señal que quiere dar Taiwán a Trump, así como su compromiso de incrementar su gasto militar (actualmente es de 2,45% pero quiere llegar al 3% del PBI), un reclamo que había hecho el mandatario estadounidense cuando estaba en campaña. Sin embargo, el escepticismo sigue en el aire dado lo impredecible que es el líder republicano.
“Trump se ha rehusado a dar declaraciones frontales sobre Taiwán, como una suerte de ambigüedad, que en realidad ha generado ciertas preocupaciones en la isla. Probablemente, forme parte de su jugada política para no revelar todas sus cartas y dejar cierto margen para buscar un acuerdo comercial con China que sea más favorable para Estados Unidos, pero dejando el tema de Taiwán como un aspecto que podría ser, inclusive, negociable”, refiere Carrasco.
Dourado señala lo mismo respecto a la postura de Trump: “Él se ha negado a confirmar que ayudaría a Taiwán en caso de que tropas de la República Popular China ingresen a la isla, como sí lo hizo la administración Biden. Ese cambio de posición de Estados Unidos sobre Taiwán deja a la isla más debilitada, con menos respaldo y más vulnerable”.
Entre tanto, China prosigue con el reforzamiento de sus fuerzas armadas y ya anunció un nuevo aumento del 7,2% en su presupuesto de Defensa, hasta los 1.784 billones de yuanes (246.000 millones de dólares).
El rumbo del comercio
Como señala Carrasco, la posibilidad de una invasión o una agresión militar de Taiwán por parte de China continental es aún lejana, a menos que lo considere inevitable. “China viene avanzando relativamente bien, tal como está, y sin entrar en conflictos”.
Para Dourado, también se trata del control del mensaje de parte del régimen chino hacia su propia población. “Hay esfuerzos para mandar este mensaje de fuerza para el público interno y no perder la cara, con el objetivo de que el líder chino no parezca débil o que Trump le esté sacando ventaja”, apunta.
Por ahora, la guerra real se ha centrado en el comercio, algo en lo cual los chinos se han curtido bastante en los últimos años. De hecho, para el gobierno de Xi se trata de una oportunidad para poder entrar a mercados nuevos o consolidarse en otros que sean rechazados por los estadounidenses.
Mientras los chinos están acostumbrados a trabajar a largo plazo, ser pacientes y resilientes, a la administración Trump solo le quedan cuatro años en el poder.
Esta semana también llegó una noticia que podría significar un alivio para el gobierno de Panamá con respecto al canal, otra de las obsesiones de Donald Trump. El grupo CK Hutchison, de Hong Kong, firmó un principio de acuerdo para vender al fondo de inversión BlackRock el 90% de sus acciones en Panama Ports Company (PPC), que posee y opera los puertos de Balboa y Cristóbal.
Trump ha denunciado que el canal de Panamá es controlado por China y, por ello, Estados Unidos debe recuperar el control de esta importante ruta transoceánica.
Aunque el codirector ejecutivo de CK Hutchison, Frank Sixt, ha señalado que esta transacción “es de naturaleza puramente comercial y no tiene ninguna relación con las noticias políticas recientes sobre los puertos de Panamá", lo cierto es que supone un respiro para el gobierno del presidente José Raúl Mulino, quien viene soportando mucha presión desde Washington, pese a que la administración del canal le corresponde a Panamá.
