(Foto:AP)
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BBC News Mundo

"La Revolución también tiene amigos y ha llegado esto a nuestras manos sin que nos cueste un centavo".

La frase la dijo de Fidel Castro, los "amigos" eran un puñado de bolivianos y chilenos y "esto" era nada menos que el diario de campaña de Ernesto "Che" Guevara en Bolivia.

A mediados de 1968, el mandatario cubano anunció con bombos y platillos que la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) había sido burlada.

Una copia en microfilme de las fotografías que la propia agencia tomó a los últimos escritos del guerrillero argentino-cubano asesinado en Bolivia el 9 de octubre de 1967 había llegado a la isla.

Lo que no hizo Fidel aquella vez fue revelar la travesía que esas diminutas cintas pasaron antes de llegar a Cuba.

"La forma en que llegó a nuestras manos este Diario no puede ser ahora divulgada", escribió Castro en la primera edición de aquel documento convertido en libro.

Inmediatamente después de esa introducción, siguen los apuntes que Guevara hizo entre el 7 de noviembre de 1966 y el 7 de octubre de 1967, un día antes del combate final en el que resultaría herido y capturado.

"Hoy comienza una nueva etapa", es lo primero que escribe el Che en el que sería su último diario de campaña.

— El diario —

Una libreta roja anillada y una agenda alemana fueron los depositarios de las últimas notas del hombre que murió hace medio siglo.

Allí registra no solo las desventuras de su ejército guerrillero compuesto en su mayoría por bolivianos y cubanos, también hace un registro de sus lecturas en medio de la guerra y comentarios individuales sobre sus camaradas y personajes políticos bolivianos de la época.

Entre los apuntes, se encuentra el registro del primer combate en Bolivia, el 23 de marzo de 1967, en las serranías del departamento de Santa Cruz, al sureste de Bolivia.

Ese enfrentamiento inicial fue, además, la mayor victoria de los soldados del Che.

"El botín completo es el siguiente: 16 mausers, 3 morteros con 64 proyectiles, 2 Vz (rifle), 2,000 tiros de mauser, 3 Uzis con 2 cargadores cada una, una 30 (ametralladora) con dos cintas. Hay 7 muertos y 14 prisioneros, incluyendo 4 heridos", escribiría en su diario Guevara como el balance de aquel combate.

Pocos años después, su foco guerrillero sería derrotado y sería el fin de la empresa guevarista de "crear dos, tres, muchos Vietnam".
El 7 de octubre escribiría sus últimas anotaciones. Un día después sería capturado y al día siguiente ejecutado.

— Arguedas —

El hombre encargado de "mantener el orden" en Bolivia en esa época tenía un llamativo.

Antonio Arguedas fue una ficha clave para que el diario del Che completara su travesía hasta La Habana.

Arguedas había sido fundador del Partido Comunista boliviano en la década del 50 y apenas 15 años después había logrado el visto bueno de la CIA para liderar el ministerio del Interior boliviano bajo la presidencia del general golpista René Barientos Ortuño.

Entrevistado por BBC Mundo, Luis González Quintanilla, investigador y exdiplomático boliviano, considera que el ministro del Interior de Bolivia durante la guerrilla del Che era un personaje "imposible de encasillar".

"Es muy difícil definirlo porque nunca negó sus tendencias izquierdistas, era conocido entre los comunistas, pero a la vez hacía política al lado de un presidente militar que llegó al poder en un golpe de Estado", señala Quintanilla, quien publicó el libro "Che: una cabalgata sin fin" junto a otros autores.

El investigador añade que Arguedas estuvo al frente de las labores de represión y masacre contra los grupos que podían sumarse a la guerrilla guevarista, pero a la vez alertaba a sus "antiguos compañeros" de algún operativo en su contra.

Así se salvaron decenas y lograron al menos el exilio en lugar de la muerte.

Pero su rencor contra la CIA fue creciendo.

— Las fotos al diario —

Para Arguedas, la decisión de matar al Che, en contra de lo que muchos opinaron en su momento, no fue de Estados Unidos, sino de Bolivia.

En una entrevista publicada en el libro "Arguedas Confidencial" (2000), del boliviano Roberto Cuevas, el exministro del Interior señala que la intención de la CIA era "capturar prisioneros a los cubanos, someterlos a juicio, interrogarlos y demostrar al mundo la intervención de la isla socialista en asuntos internos de otros países".

"Lo que ellos querían era demostrar la intervención cubana en Bolivia en la Organización de Estados Americanos y las Naciones Unidas", añadió Arguedas aquella vez.

En varias entrevistas, el agente de la CIA cubano Félix Rodríguez reconoce que la CIA quería vivo "a toda costa" al Che Guevara para someterlo a juicio e interrogarlo en la sede del Comando Sur estadounidense en Panamá.

La CIA no logró su cometido, pero al menos tuvo acceso primicial al diario del Che. Con la tinta todavía fresca.

— El diario como botín de guerra —

Para los bolivianos, el diario de Ernesto Guevara era todo un trofeo de guerra y una gran oportunidad de negocio editorial.

Por ello, en diciembre de 1967, el gobierno aprobó un decreto asignando "al Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas de la nación la propiedad de la documentación y pertrechos capturados, y los que se encontraren en la zona de lucha antiguerrillera, pudiendo aquel Comando ejercitar los derechos inherentes a esa propiedad".

Otro artículo de esa normativa dispone la forma en la que se podrían gastar "los fondos provenientes de la disposición de esos pertrechos y documentos".

Ya en esa época, los últimos apuntes del Che fueron vistos como una mina de oro por los uniformados bolivianos.

No fue la única vez que los militares intentaron obtener algún beneficio económico de ese diario de campaña.

En 1984, los originales de ese documento aparecieron sorpresivamente anunciados en la casa de subasta londinense Sotheby's.

Finalmente, la justicia británica falló a favor de devolver el diario a Bolivia y se estableció que el último gobierno militar de ese país hasta la actualidad quiso poner en venta el documento a través de intermediarios civiles.

— La conexión chilena —

"Tía Victoria" fue el nombre de la operación de un grupo de bolivianos y chilenos para hacer llegar los manuscritos de Guevara desde La Paz hasta La Habana.

Entre ellos estaba Víctor Zannier, quien obtuvo la copia del diario en microfilme y la camufló para llevarla hasta Chile a principios de 1968.
El abogado boliviano llegó a Santiago decidido a contactar a Salvador Allende, quien entonces estaba en el Congreso.

Sin embargo, antes de encontrar al futuro presidente de Chile, se cruzó en la calle con Hernán Uribe, un periodista que trabajaba en el diario de izquierda Punto Final y quien años después publicaría toda esa historia en el libro "Operación Tía Victoria" (1987).

Zanier pensó que revelarle lo que poseía era un error, pero Uribe armó con su red de contactos todo el operativo para que los microfilmes llegaran a La Habana.

Después de meses de planificación, el chileno recibió las instantáneas con los apuntes de Guevara entre marzo y abril de 1968.

Establecido el contacto con Cuba, se coordinaron las acciones para el envío de ese valioso material hasta manos de Fidel Castro.

Zannier, como él mismo relató cuando se supo el secreto a mediados de los 90, llevó hasta Santiago las cintas escondidas en los sobres de seis discos de vinilo de música boliviana.

Uribe, en su libro, afirmó que a partir de allí el director en ese entonces el director de Punto Final, Mario Díaz Barrientos, viajaría a México y después a La Habana con el microfilme escondido en las tapas de otro disco.

Esta vez de música chilena.

Zannier tendría un itinerario distinto.

Con un pasaporte cubano falso, se trasladaría a la isla vía Moscú y allí se entrevistaría para coordinar la publicación del documento que había fotografiado tan afanosamente la Agencia Central de Inteligencia estadounidense horas después de la muerte del Che.

Sin embargo en la historia falta una pieza fundamental.

¿Quién consiguió y entregó las copias del diario del Che a Zannier para que iniciaran su travesía hasta La Habana?

Su amigo Antonio Arguedas, quien había prometido que algún día se desquitaría de la CIA.

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