(Foto: BLOOMBERG)
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Virginia Rosas

, en su afán por cumplir con una de sus principales promesas de campaña y, dado que la de eliminar el Obamacare no le resultó –ni siquiera porque entonces gozaba de la mayoría republicana en el Congreso– ha tomado como rehenes a sus propios compatriotas para lograr que el Parlamento apruebe un presupuesto que incluya 5.700 millones de dólares para construir el mentado muro de 3.200 kilómetros en la frontera con .

El ‘shutdown’ (cierre parcial de la administración) que ha dejado sin salario a más de 800 mil funcionarios estatales, será el más largo de la historia de Estados Unidos si el presidente no llegara a un acuerdo con el Congreso este fin de semana y puede marcar el principio del fin de la era Trump.






El mandatario estadounidense corre el riesgo de quedar atrapado en su propio laberinto: si no consigue fondos para el muro, no habrá logrado nada de lo ofrecido durante sus dos años de campaña. Y si continúa estrangulando la economía con un bloqueo cuyas consecuencias recaerán sobre sí mismo, corre el riesgo de perder la batalla para su segundo mandato.

Por eso puso cara de circunspecto, dejó el Twitter de lado y se dirigió a la nación desde el Salón Oval de la Casa Blanca, para afirmar que el país está en estado crítico por los problemas fronterizos. Con la declaratoria de emergencia podría saltarse el permiso del Congreso para construir la valla echando mano del Ejército. Pero si tomara esa decisión, es probable que viole normas constitucionales que desatarían una batalla en los tribunales.

Y todo esto con una ciudadanía cada vez menos convencida de la utilidad de la valla que ya no sería de cemento –como ofreció Trump–, sino de planchas de metal. Una encuesta realizada a comienzos de este mes indica que la popularidad del muro ha bajado de 53% a 41% entre la población en general, pero entre el electorado republicano el 54% opina que Trump actúa correctamente al presionar el Congreso con el ‘shutdown’. Y es justamente ese electorado el que no quiere perder el multimillonario.

Sin embargo, el 47% achaca a Donald Trump la responsabilidad del bloqueo administrativo.

Un muro para frenar la inmigración ilegal resulta bastante ineficaz, afirman los analistas, pero se volvió el símbolo de la campaña y Trump quiere pasar a la historia como el artífice de esa construcción.

Los consejeros políticos de entonces señalan que necesitaban un eslogan que se impusiera fácilmente. Michael D’Antonio, biógrafo de Trump, afirma que el actual presidente aceptó la idea de ‘vender’ el muro porque podía resumirse en una frase, con lo que se facilitaba el márketing. En los estadios, y otros locales donde se presentaba, la multitud coreaba “Build a wall” (construye un muro) y fue así cómo la extensa e inútil pared entre los dos países resultó siendo el caballito de batalla de Trump, que –además– transmitió la afiebrada idea de que México pagaría por ella.

Ni el más torpe de los presidentes mexicanos cometería el suicidio político de aceptar pagar, con el dinero de sus electores, la construcción de un muro en la frontera con Estados Unidos. Mientras que Trump se ha convertido en rehén de su propia promesa. Por eso se empeña en realizarla, con el apoyo del Congreso o sin este.

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