
Hace exactamente 10 años, seis potencias mundiales (Estados Unidos, China, Francia, Rusia, Reino Unido y Alemania) e Irán anunciaron un acuerdo nuclear integral a largo plazo que ponía límites estrictos al programa nuclear del estado persa a cambio del levantamiento de sanciones económicas internacionales. Todo pintaba esperanzador en aquel mes de julio del 2015.
Pero en mayo del 2018, durante su primer mandato, Donald Trump retiró unilateralmente a EE.UU. del pacto. Justificó su decisión diciendo que “el acuerdo fue tan mal negociado que incluso si Irán cumple con todo, el régimen estaría al borde de conseguir armas nucleares en un corto período de tiempo”. De inmediato, firmó un memorándum para reimponer de inmediato las sanciones al país asiático.
Un año más tarde, Irán anunció que iba a comenzar a alejarse del acuerdo y empezaron a producirse una serie de ataques regionales en mar y tierra atribuidos al régimen del ayatolá Ali Jamenei. Las tensiones llegaron a su punto más alto cuando en enero del 2020 un ataque con drones estadounidenses en Bagdad (capital de Iraq) mató al general Qassem Soleimani, arquitecto de las guerras indirectas de Teherán en el Medio Oriente, e Irán reaccionó con el lanzamiento de misiles contra bases militares en Iraq que albergaban a tropas estadounidenses.
La reanudación de conversaciones quedó entonces congelada y con la sensación de que un conflicto bélico a gran escala podría estallar en cualquier momento.
Queda claro que el mayor rival político y comercial de Estados Unidos es China, pero su enemigo número uno es Irán. Washington y Teherán no tienen relaciones diplomáticas desde 1980 (un año después del triunfo de la revolución islámica del ayatolá Ruhollah Jomeini) y han sido frecuentes las amenazas y discursos de odio mutuos en este tiempo. Llamó pues la atención, a inicios de esta semana, el anuncio de Donald Trump de que este sábado 12 ambos países sostendrán en Omán diálogos sobre el programa nuclear iraní. Según EE.UU. serán contactos directos, pero Irán afirma que serán indirectos con la participación de mediadores.
Convengamos en que se ve lejana por ahora la posibilidad de llegar pronto a un acuerdo: la república islámica asegura que su programa nuclear tiene fines civiles, sobre todo tendientes a la generación de electricidad, pero EE.UU y sus aliados occidentales dudan de eso y sospechan que Irán busca poseer armamento nuclear. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), un ente de la ONU, Teherán ha rebasado los niveles permitidos de enriquecimiento de uranio y ya posee 274 kilos enriquecidos al 60% de pureza, muy cercano al uso militar del 90%.
A despecho de la cita de este sábado, Trump acaba de decir que “por supuesto” que recurriría a la fuerza militar contra Irán “ si fuera necesario” y que Israel -el enemigo acérrimo de la nación persa en el Medio Oriente- estaría implicado en ello. Con su economía muy debilitada por las sanciones internacionales, Irán ha planteado la opción de una inversión directa estadounidense en su territorio, un asombroso cambio de postura respecto al 2015 cuando el líder supremo Alí Jamenei prohibió el ingreso de empresas norteamericanas. Al mismo tiempo, ha amenazado con expulsar a los expertos del OIEA de su territorio.
¿Por qué se reúnen en Omán? Según recuerda la agencia Efe, este sultanato de poco más de 5 millones de habitantes es considerado un oasis de tranquilidad en el volcánico Medio Oriente. Ha mantenido a lo largo del tiempo una buena relación con Irán, así que es uno de los pocos interlocutores árabes que cumple con las exigencias de Teherán. En los últimos años, su capital Mascate ha sido sede de dos negociaciones importantes: los diálogos entre los rebeldes hutíes de Yemen (respaldados por Irán) y Arabia Saudita y EE.UU., y los encuentros que llevaron al restablecimiento de las relaciones entre Teherán y Riad en el 2023.