Durante los últimos diez años, la canciller alemana Angela Merkel fue la incontestable lideresa de la Unión Europea y de las cumbres mundiales, pero ante el anuncio de su retiro –no solo de la jefatura de gobierno de su país, sino de la vida política en general– se perfila ya un ambicioso y joven sucesor: el presidente francés Emmanuel Macron, quien fue por primera vez el anfitrión del Grupo de los Siete (G-7) en la soleada localidad de Biarritz.
El G-7 es un club informal que reúne a EE.UU., Francia, el Reino Unido, Alemania, Italia, Japón y Canadá. Rusia fue expulsada en el 2014 por haber anexado la península de Crimea a su territorio.
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Los temas más álgidos de la agenda eran las tensiones en el Golfo de Omán y el tratado nuclear iraní, firmado en Viena en el 2015. Un acuerdo que los europeos reconocen como perfectible, pero que Donald Trump desconoció unilateralmente en mayo del 2018 aplicando duras sanciones económicas, con la finalidad de arrinconar a Teherán y obligarla a firmar un nuevo documento.
Había llegado el momento para el joven mandatario francés de lanzarse a la palestra como líder de la diplomacia internacional. Su intención es salvar el Acuerdo de Viena, logrando que Washington acceda a restablecer las excepciones que gozaban hasta mayo del año pasado los compradores más importantes del petróleo iraní: India, China y Japón.
El endurecimiento de las sanciones, los insultos mutuos y los ataques a barcos petroleros en el Golfo de Omán estaban llevando tanto a Washington, como a Teherán a un peligroso punto de no retorno. El G-7 era la ocasión de oro para que Francia jugara un rol importante en la mediación. Meses antes, se pidió a los servicios secretos que le bajaran el tono a sus informes sobre el “terrorismo de Estado” de Irán.
Así, resultaba más fácil invitar el domingo –de manera ‘informal’– al ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, a un encuentro con su homólogo francés Jean-Yves Le Drian. Lo que no impidió, por cierto, que se reuniera durante media hora con Macron en la municipalidad de Biarritz.
Al impredecible Donald Trump le advirtieron de la visita el sábado, durante el almuerzo de camaradería. Había que evitar los exabruptos del presidente estadounidense y pulsear cuán dispuesto estaba a dialogar con el enviado de Teherán. Trump dio luz verde a la visita, pero consideró que era demasiado pronto para reunirse en persona con Zarif.
Un hecho inusual para la debilitada líder de la Unión Europea, Angela Merkel, fue que la pusieran al tanto a último momento sobre la llegada del invitado sorpresa. Igual estuvo presente en la reunión del domingo, junto al inefable primer ministro británico Boris Johnson.
Macron se anotó varios puntos con su jugada maestra: bajó la tensión entre EE.UU. e Irán al lograr que Trump y el presidente iraní, Hassan Rohani, acepten encontrarse próximamente. Macron –a quien su amigo, el consejero político y empresario Alain Minc, define como “un animal frío y un personaje empático”– pudo colocar a su país en la posición de liderazgo internacional que alguna vez ostentó.