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Milagros Asto Sánchez

Nueve días antes de que José de San Martín proclamara la , un obeso Jorge IV fue coronado rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda en una lujosa ceremonia en la que el monarca casi se desmaya por la apretada faja que llevaba y en la que hubo que contratar a luchadores profesionales para poner orden entre los invitados.

Sin embargo, nada de eso le restó fastuosidad al evento. Con un costo de más de US$12 millones en dinero actual, aquella fue, según el sitio web del Brighton Museum & Art Gallery, la coronación más cara hasta ese momento, una pequeña muestra del poder inglés que caracterizaba al mundo en 1821. 

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A poco más de 10 mil kilómetros, el Perú era un lugar predominantemente rural, organizado de manera estamental y con una población mayoritariamente indígena y mestiza. “La principal ciudad era Lima con 50 mil habitantes –cerca de la mitad de ellos afrodescendientes– y en ella la vida cotidiana giraba en torno a la plaza, al mercado”, dijo a El Comercio Luis Bustamante, historiador y docente de la Universidad de Lima.






Ese era el Perú de 1821 y tan importante como es conocerlo es entender qué pasaba en el resto del mundo en ese momento clave de nuestra historia.

LAS OTRAS INDEPENDENCIAS

No es casualidad que las revoluciones de independencia de las colonias españolas en Latinoamérica hayan tenido lugar en la primera parte del siglo XIX. “Hay que ver la independencia como un proceso continental, hispanoamericano, de separación política con ideales de construcción de una realidad nueva. Ese proceso arranca en 1809 y el detonante es la invasión francesa, napoleónica para ser más específicos, a España, que ocurrió un año antes”, explica Bustamante.

Basta con revisar el calendario festivo en la región para ver que Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y México también proclamaron o consolidaron su independencia en 1821. Países vecinos como Argentina o Chile se declararon independientes algunos años atrás, en 1816 y 1818, respectivamente.

La mayoría de los países latinoamericanos celebra su independencia tomando como referencia el punto que ellos consideran como inicio de su proceso, pero esos episodios no necesariamente significaron la independencia en ese momento”, explica a este Diario Juan Luis Orrego, historiador y profesor de la Universidad de Lima. Miremos el caso peruano: aunque la proclamación fue en 1821, la independencia se consolidó con la Batalla de Ayacucho en 1824.

En el caso de México, uno de los virreinatos más similares al del Perú, la independencia sí se consiguió definitivamente en 1821. Rocío Gress, historiadora mexicana de la UNAM, señala que la proclamación se logró tras más de 10 años de conflictos armados entre la resistencia insurgente y los realistas, con las negociaciones emprendidas por Agustín de Iturbide.

Tras la firma del Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, “Iturbide se reunió seis meses después en Córdoba con el representante enviado como último jefe político de la Nueva España (nombre de México durante el virreinato). Del encuentro resultaron los Tratados de Córdoba donde se asentó el acuerdo de la independencia del Imperio mexicano moderado por una constitución política. Tras este encuentro, emprenden el camino rumbo a la capital donde fueron recibidos triunfalmente el 27 de setiembre de 1821. Un día después, por fin, fue firmada el Acta de independencia del Imperio Mexicano”, explica Gress.

(Imagen: Getty Images)
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El júbilo fue tal que incluso una leyenda fecha en 1821 la creación del plato mexicano de los chiles en nogada. “La tradición oral atribuye a un grupo de religiosas la preparación de los chiles en nogada (chiles poblanos –verdes- rellenos de una mezcla de carnes y semillas, bañados en salsa cremosa de nuez –blanco- y semillas de granada -rojo) en homenaje al emblema tricolor para Agustín de Iturbide”, cuenta la historiadora mexicana.

(Foto: AFP)
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UNA ESPAÑA DEBILITADA

Que España perdiera sus colonias era cuestión de tiempo. El mundo vivía un momento histórico marcado por revoluciones liberales que se nutrían de las ideas que llegaron desde la Revolución Francesa (1789 - 1799).

La situación de España en la década de las independencias y ya en la década previa es la de una potencia económica y militarmente decadente, que además tiene que sufrir la invasión napoleónica (1808-1814), enfrentar una guerra civil durante seis años, experimentar una constitución liberal (1812) y luego tiene que hacer frente a una revolución, un golpe de Estado liberal, que inicia en 1820 y que dura tres años y en los que se enfrentan liberales y monárquicos”, explica el historiador Daniel Parodi, docente de la Universidad de Lima y de la PUCP.

Todo eso está pasando en España cuando se independizan aquí las colonias y definitivamente esos acontecimientos favorecen la independencia. Uno, porque llegan las ideas liberales y dos porque una España tan quebrada no tenía la fuerza para mantener sus posesiones ultramarinas”, enfatiza Parodi.

El rey español que atraviesa todo ese proceso es Fernando VII de Borbón, que fue tomado como prisionero durante la invasión napoleónica y se mantuvo así hasta 1814, año en que volvió al poder y restituyó el absolutismo en España.

(Imagen: Getty Images)
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En Francia la situación no era menos caótica. En 1815, tras la derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo, se forma la Santa Alianza compuesta por Austria, Prusia y Rusia, cuya finalidad es la restauración conservadora y la lucha contra las ideas liberales. Para 1821 ya no existe una Francia revolucionaria y se ha frustrado el sueño napoleónico. Ese mismo año, exactamente el 5 de mayo, Napoleón muere en su exilio en la isla de Santa Elena, como rehén de los británicos.

Es una fecha simbólica. De alguna forma la muerte de Napoleón significa el fin de una época que sacudió el continente europeo y que tuvo repercusiones en América porque la invasión napoleónica a España precipitó la crisis de la monarquía y el inicio de las luchas por la independencia en América”, enfatiza Orrego.

(Imagen: Getty Images)
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"AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS”

El 4 de marzo de 1821, un poco más cerca a nuestro territorio, James Monroe tomaba posesión para un segundo mandato como presidente de Estados Unidos. Fue ese mandatario, el quinto del país, el autor de la famosa frase que sintetiza la Doctrina Monroe “América para los americanos”, la misma que hacía referencia a la necesidad de que las potencias extracontinentales no interviniesen en los asuntos internos de América.

Estados Unidos en esa época aún no era una potencia mundial, pero de alguna forma la doctrina Monroe es el punto de inicio de la historia soberana de América y de todo el continente americano, que ninguna potencia europea podía intervenir en los asuntos americanos”, afirma Orrego.

(Imagen: Getty Images)
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EL IMPERIO NACIENTE

Por si aún hay dudas, la potencia mundial en el momento de la independencia del Perú es Inglaterra, con una monarquía constitucional que en ese entonces tenía a la cabeza a Jorge IV, el mismo que casi se desmaya en su costosísima coronación.

Ya desde fines del siglo XVII Inglaterra domina los mares y a mediados del siglo XVIII entra prácticamente sola a la Revolución Industrial con la máquina a vapor. Para 1821, Inglaterra “ya había conquistado el mundo con el hilo y con los textiles que producía a través de máquinas que trabajaban 100 veces más que la mano de obra humana”, indica Daniel Parodi.

En ese contexto, no fue sorprendente que Inglaterra tuviera participación en la independencia americana porque con ella se abrían nuevos mercados a los que vender sus textiles y de los que extraer materias primas.

En suma, el contexto político en el siglo XIX a nivel global es la lucha de un conservadurismo absolutista -que se expresa en monarquías absolutas como la española, la prusiana, la austriaca y la rusa- en contra del liberalismo político que se expresa a través de la monarquía constitucional británica y a través de las repúblicas americanas que fueron las que, sin pensarlo dos veces, adoptaron desenfadadamente el modelo republicano”, explica Parodi.

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