Gisella López Lenci

Como en las mejores épocas de la Guerra Fría, los y los se miran ahora con rencor y desconfianza. La invasión rusa a ha sido un punto de inflexión que ha llevado a las relaciones entre ambos a su momento más crítico.

Si ya las cosas no iban bien en los últimos años, los bombardeos sobre Ucrania solo han atizado las amenazas.

Este martes, el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, afirmó que Estados Unidos debe dejar de crear amenazas contra Rusia si quiere mantener las relaciones con Moscú.

El lunes, además, Rusia presentó una nota de protesta al embajador estadounidense en Moscú, John Sullivan, por declaraciones “inaceptables” del presidente de EE.UU., , sobre , a quien había calificado de “dictador asesino” y “criminal de guerra”.

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Para el Kremlin, se trata de palabras “indignas de un estadista de tan alto rango, que han puesto las relaciones ruso-estadounidenses al borde de la ruptura”.

Desde el lado estadounidense, sin embargo, la retórica se mantiene. Biden también acusó a Moscú de estar explorando opciones contra Estados Unidos, algo que ha sido negado por Rusia.

“Sí es posible que se rompan las relaciones entre ambos si Estados Unidos sigue presionando, pero eso tendría consecuencias muy serias”, comenta a El Comercio el historiador Norberto Barreto, experto en política estadounidense.

Joe Biden y Vladimir Putin se reunieron en junio del 2021 en Ginebra, Suiza, en una cumbre que no dejó mayores resultados. (AP Photo/Patrick Semansky)
Joe Biden y Vladimir Putin se reunieron en junio del 2021 en Ginebra, Suiza, en una cumbre que no dejó mayores resultados. (AP Photo/Patrick Semansky)
/ Patrick Semansky

Y agrega: “Joe Biden ha sacado pecho y Putin no esperaba esa reacción de él pues lo veía como un líder débil, sobre todo después de lo que pasó en Afganistán. Los rusos no esperaban esta reacción vigorosa, no solo de Estados Unidos sino de Europa occidental”.

Así, Rusia quiso jugar con las divisiones que se veían entre ambos bloques, pero la invasión a Ucrania ha sido interpretada por los europeos como una amenaza directa hacia ellos.

“Ante lo que ha hecho Putin no se podía reaccionar con paños tibios. La invasión tiene causas, pero no tiene justificación”, señala Barreto.

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Del enemigo soviético al socio ruso

Pero hagamos un poco de historia. Tras la caída de la Unión Soviética, el mundo dejó de tener dos referencias ideológicas y consagró a Estados Unidos como la primera potencia mundial. El capitalismo le había ganado al comunismo, y los rusos entraron en una etapa de caos político y de reconfiguración mientras veían como sus antiguas repúblicas se independizaban e intentaban mirar hacia Occidente (es el claro caso de Ucrania).

Las relaciones diplomáticas entre Moscú y Washington se calmaron durante algunos años y la cooperación empezó a desarrollarse, sobre todo en la década del 90 bajo el gobierno de Boris Yeltsin.

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Sin embargo, como explica la estadounidense Angela Stent, profesora emérita de la Universidad Georgetown y experta en las relaciones ruso-americanas, “la década de 1990, durante la cual la sociedad rusa fue más pluralista que en la actualidad, se recuerda como una época de caos en la que solo unos pocos se enriquecían y muchos empobrecían, y como un periodo de “humillación” para el país, al tener que aceptar una agenda mayormente dictada por Estados Unidos”.

Cuando Vladimir Putin llegó al poder por primera vez en el 2000, este intentó volver a poner a Rusia como actor protagonista en la geopolítica mundial, pero sobre todo pone relevancia a lo que fue la zona de influencia soviética, que nunca debió alejarse del radar de Moscú.

“Moscú no define su perímetro de seguridad dentro de las fronteras de la Federación de Rusia, sino dentro de las de la antigua Unión Soviética, y exige que Estados Unidos y Europa lo reconozcan”, señala Stent en su artículo escrito para el Instituto Brookings.

El presidente ruso Vladimir Putin a través de los años junto a los exmandatarios estadounidenses Bill Clinton (2000), George W. Bush (2003), Barack Obama (2013) y Donald Trump (2017). AFP
El presidente ruso Vladimir Putin a través de los años junto a los exmandatarios estadounidenses Bill Clinton (2000), George W. Bush (2003), Barack Obama (2013) y Donald Trump (2017). AFP
/ HANDOUT, JORGE SILVA

El deterioro

Si bien las relaciones entre Rusia y Estados Unidos no ha sido de amistad, desde el 2014 se hicieron más tirantes. Por ejemplo, nunca hubo química entre Barack Obama y Vladimir Putin, ni mucho menos con Hillary Clinton, quien fue su secretaria de Estado y tuvo que tratar varias veces con el líder ruso, sobre todo cuando dejó la presidencia y ejerció de primer ministro.

En el 2014, la anexión rusa de Crimea supuso una batería de sanciones de las potencias occidentales, y sobre todo desde Estados Unidos. A esto se sumó el apoyo militar ruso al líder sirio Bashar al Assad, en medio de una guerra civil en la que Estados Unidos solo optó por intervenir armando a los grupos rebeldes que luchaban contra el presidente.

Las diferencias también se hicieron evidentes en los apoyos de Rusia en América Latina -Venezuela, Nicaragua, Cuba- y en su alianza con China, el otro rival geopolítico y económico de Washington.

La interferencia en las elecciones estadounidenses del 2016, que favorecieron a Donald Trump en desmedro de Hillary Clinton, también marcaron un antes y un después en la relación. El magnate neoyorquino, una vez que llegó a la Casa Blanca, no dejó de halagar el liderazgo de Putin y prefirió denostar a las agencias de inteligencia de su propio país y creer la versión rusa.

Durante la campaña presidencial del 2016, Hillary Clinton señaló que "Trump sería una marioneta de Putin". (Foto: EFE / Getty Images)
Durante la campaña presidencial del 2016, Hillary Clinton señaló que "Trump sería una marioneta de Putin". (Foto: EFE / Getty Images)

Los retos de lo que viene

Y con la llegada de Biden al poder -pese a los nuevos intentos rusos de favorecer a Trump- y la invasión a Ucrania, las relaciones vuelven a ser seriamente magulladas.

Para Barreto, Rusia se está quedando cada vez más aislada con la invasión a Ucrania, pero eso no significa necesariamente un empoderamiento de Estados Unidos.

“El problema de Estados Unidos es el que tiene todo imperio en decadencia, donde el enemigo principal no es el externo, sino está adentro. La polarización política y la división enorme que hay en el país debilitan su posición ante el mundo”, agrega el historiador.

¿Volverían -entonces- los años de la Guerra Fría?

“No”, responde tajante Barreto. Y explica: “La Guerra Fría tenía un profundo componente ideológico. Acá no hay ideología. Algunos piensan que ser antiamericano significa ser prorruso, y no se dan cuenta que se trata de dos imperios. Acá nadie puede tirar la primera piedra, porque todos son pecadores. Justificar lo que está haciendo Putin en Ucrania por lo que ha hecho Estados Unidos en otros países es absurdo. Lo que hizo Estados Unidos en Iraq y Afganistán estuvo mal, pero lo que está haciendo Putin también está mal”.

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